María Virginia Godoy es Señorita Bimbo desde la secundaria, apodo que luego le sirvió en su carrera de actriz, comediante y presentadora de radio. Era maquilladora hasta que se cansó e hizo el casting para ser notera en un programa de Roberto Pettinato llamado Un mundo perfecto (América TV). A partir de entonces, su carrera se desarrolló en múltiples direcciones. Hoy conduce Un loco camino (lunes a viernes a la media noche por Futurock), participa en La noche de la V (América, sábados a las 22) y actúa en la obra 32 semanas.

Es hija adoptiva de la actriz y cantante Virginia Luque y el locutor Lionel Godoy. Fue apropiada ilegalmente en Termas de Río Hondo y busca descubrir su identidad.

–¿Qué pones en los formularios en el rubro ocupación?

–Odio los formularios. Pero si no lo puedo evitar me la hago fácil: actriz. Así no explico más nada. Todo eso engloba el stand up y lo que hago en la radio, que es mi ocupación principal. Incluso si hago algo como panelista o me toca interpretar algún personaje. Pero soy lo que tengo ganas. Hago lo que me hace feliz y me permite pagar las expensas, obvio.

–¿Con Noelia Custodio aprendiste a ser mejor comediante?

–Sí, me costó cuando empecé con el stand up. Sentía que me tocaba remar en caca: me angustiaba, no me fue fácil. Pero me fui soltando y encontrando mi forma. Ella me re ayudó porque no quería darme por vencida

–¿Cuál es el epicentro de tu humor?

–Siempre parto de mí misma. Arranco y en definitiva hablo de todos y de nadie. ¿Quién sabe qué es la vida? Me parece que el mundo es tan raro. Mientras tanto trato de pasarla lo mejor posible.

–¿Para eso el humor es esencial?

–Claro, el humor es sanador. Todos tenemos cosas en común y a veces cuando te exponés te das cuenta de que a muchos les pasan cosas parecidas. Cada tanto leo cosas que escribía cuando era chica, veo lo que pensaba y me río. Había momentos en los que metía cosas de agenda, como el aborto y la gordofobia. Pero ahora hablo de lo que tengo ganas.

–¿En todo hay un posicionamiento político?

–No sé. Para mí el humor es humor: busco que la gente se ría. Pero nos pusieron el cartel de humor feminista por los temas que elegimos. Y bueno, dale, todo bien. Hay elecciones que uno hace cada vez que dice algo. Y en la comedia es igual.

–¿Pero en el humor no subyacen las ideas o posicionamientos del que lo hace, sobretodo en el stand up?

–Inevitablemente, aunque en diferentes medidas. Pero si sos nazi aparecerá algún chiste malo y horrible de judíos. Y si sos feminista hay cosas que inevitablemente no vas a decir y otras que sí o sí las tenés que decir. En el macrismo estaba todo dado para reírse de ellos, para no amargarse y bueno. El humor es un elefante en una habitación, en algún punto tiene que incomodar.

–¿Cómo haces para no amargarte con la realidad?

–La vida tiene que doler. Hay que saber que siempre podemos estar peor y que convivimos con muchas injusticias. No hay que escapar de eso. Hay que ser sensible, hay que conmoverse y tener en cuenta que hay hambre y desgracia. Pero el humor ayuda a sobrellevar las ganas de putear y romper todo.

–¿Esa es tu manera?

–Es una herramienta que tengo de chica para sobrevivir. Pero me amargo. No quiero perder el contacto con la realidad y saber que la vida que me tocó no es la de todos y que soy una privilegiada. Quiero que me importe.

–No tenés cuenta de Twitter.

–No. Y no hablo de cosas importantes en mis redes hace mucho tiempo. Solo pavadas. No quiero tener razón. Creo que podés colaboras más haciendo otras cosas.

–¿Cómo cuáles?

–Ocupando espacios, diciendo ciertas cosas.

–Dame un ejemplo.

–Hay que dejar de lado el ego que te dice que tenés que gritar todo lo que pensás o que tenés cumplir con la agenda progre, que no me interesa.

–¿Por qué no te interesa?

–Porque estoy vieja y porque te termina presionando para ser políticamente correcta todo el tiempo, es un embole.

–¿En qué barrio creciste?

–Me crie entre Congreso y Once. Me criaron bien porteña, aunque nunca estuve a favor de esa mirada que ve hasta la General Paz.

–En realidad naciste en Santiago del Estero.

–Sí, y mis viejos adoptivos trucharon la partida de nacimiento. Fui apropiada. Nada que ver con lo que pasó con los milicos, pero no tengo información alguna de mis padres biológicos. Descubrí que era algo que en el interior pasaba, sobre todo en pueblos pequeños. Venían parejas porteñas y se llevaban hijos de gente pobre, con complicidad de algún que otro poderoso de la zona.

–¿Qué sentís con respecto a este tema?

–Todavía estoy en proceso de descubrir cómo sobrellevar toda esa información. Pero la identidad es clave, así que estoy  de alguna manera viendo qué hacer y buscando entender. Pero me parece importante contarlo porque no soy la única.

¿Fuiste a Abuelas?

–Sí, aunque no hubo coincidencias de ADN. Pero tenía que hacerlo, me parecía que era una posibilidad. Pero sigo, no es algo que me pone mal, sino que  es parte de mi historia. Mientras, a pasarla lo mejor posible.

–¿Te quedó algún tipo de resentimiento con tu mamá y papá adoptivos?

–No, les agradezco todo lo que me dieron y tuve una relación normal. O nada normal, como todos.  Pero bueno. De hecho, uno de los momentos más tristes de mi vida es que mi papá se murió durante la pandemia y no me pude despedir, no lo vi antes por miedo a contagiarlo. Era grande, pero no poder estar en sus últimos días es duro. Lo más duro que me tocó.

–¿Cuándo murió tu mamá si pudiste despedirte?

–Sí, y fue una despedida bellísima. Fue algo tierno y natural. Pero la tristeza es parte de la realidad, no me banco la nueva onda esa que te obliga a ser feliz. Si ves a alguien durmiendo en la calle, está bien que te ponga mal. No me banco la felicidad absoluta y la búsqueda de la paz interior, es medio neoliberal.

–¿Cuál fue el momento más feliz de tu vida?

–Está por llegar. En el pasado disfruté de cosas muy lindas, tengo miles. Siempre tiene que ver con el trabajo, con gente riéndose, con mis gatos o viajes con amigues.  A mí dejáme en casa leyendo comics o en una fiesta pasando cumbia. Pero lo mejor siempre está por venir.

–¿Te gusta mucho la cumbia?

–La cumbia es lo mejor para sobrevivir. Es una música viva: no te necesita, vos la necesitás a ella.

–¿Cuál es el mejor de los placeres?

–La salud mental. Estar en paz dentro de tu cabeza y que el silencio no sea un infierno. Que no duela la existencia.

–¿Qué no puede faltar en una juntada con amigos?

–Porro e Internet.

32 semanas. Con Señorita Bimbo, Emiliano Carrazzone, Nelson Rueda y Juli Bartolomé. Martes a las 20.30 en el  Teatro Picadero, Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857.