Volver a los lugares donde uno ha sido feliz es un error frecuente. La decisión opuesta, la de nunca regresar a ellos, también. Quizás la mejor forma de reconocer a un sabio tenga que ver con la capacidad de resolver el dilema que habita en la cuerda floja que separa a ambas opciones. Sabio será, entonces, quien sea capaz de distinguir a dónde es prudente volver o cuándo se impone no hacerlo. En relación a los lugares o las personas por lo general conviene resguardar la memoria antes que someterla a la prueba del regreso. En cambio, con los artistas el riesgo se justifica.
¿A cuento de qué viene este asunto? Ocurre que en el último mes dos editoriales parecen haberse complotado para proponerle a los lectores volver a Ricardo Piglia, el notable escritor argentino de cuya muerte se cumplieron siete años el pasado 6 de enero.
No se trata de reediciones, que es el camino fácil para regresar sobre la obra de un escritor, sino de dos propuestas que, con sus diferencias, ofrecen ampliar la Galaxia Piglia. Por un lado, Siglo XXI Editores publicó Ricardo Piglia. Introducción general a la crítica de mí mismo, un volumen de diálogos que el autor de Respiración artificial mantuvo entre 1998 y 2001 con el historiador Horacio Tarcus.
Por su parte, en el libro Trece prólogos la editorial Fondo de Cultura Económica recopila los textos que Piglia escribió para presentar los títulos que son parte de la “Serie del Recienvenido”, que él mismo dirigió y curó, y que fuera editada por ese mismo sello entre 2011 y 2015. A su manera, ambos trabajos retratan el regreso del propio Piglia a personas, obras, lugares o tiempos en los que, aun con sus problemas y tragedias, él también fue feliz.
Las charlas de Piglia
Las charlas incluidas en Introducción general a la crítica de mí mismo representan un ejercicio de memoria. El mismo surgió de una idea de Tarcus, quien le propuso a Piglia una serie de encuentros en los que el escritor pudiera compartir sus recuerdos en torno a su experiencia como militante de izquierda y su evolución política desde sus años de estudiante universitario, a comienzos de la década de 1960, hasta el presente del libro, en los albores del nuevo siglo.
El testimonio resulta valioso no solo porque recorre completo el arco que va del anarquismo al socialismo, pasando por obvias paradas en el troskismo o el maoismo, sino porque el autor fue parte de algunas de las más importantes publicaciones e iniciativas vinculadas a la izquierda cultural en la Argentina.
Su participación en revistas emblemáticas, de El escarabajo de oro a Contorno o Punto de vista, lo colocaron en el centro de una escena efervescente. Ahí cultivó vínculos y amistades con otros protagonistas del ámbito intelectual, de los hermanos Ismael y David Viñas o la pareja que integraban Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, a escritores como Rodolfo Walsh, Abelardo Castillo o Andrés Rivera. En sus relatos, Piglia evoca al detalle cada etapa, siempre con el peronismo como un fantasma omnipresente, resultando especialmente reveladores aquellos que transcurren durante las dictaduras.
Trece prólogos
A diferencia de esas charlas, que se publican ahora por primera vez, los textos de Trece prólogos tuvieron una obvia encarnación previa, abriendo los trece libros de la “Serie del recienvenido”. A través de ella Piglia se dio el gusto de republicar valiosas obras de la literatura argentina de la segunda mitad del siglo XX, pero que por diversas razones se encontraban injustamente invisibilizadas. Así encontraron un nuevo hogar obras de Miguel Briante, Sylvia Molloy, Ezequiel Martínez Estrada, Ana Basualdo, Jorge Di Paola, Libertad Demitrópulos, Edgardo Cozarinsky o C. E. Feiling, entre otros.
Estos Trece prólogos representan para su autor una oportunidad de lanzarse a la deriva que no desaprovecha. Como un flaneur literario, Piglia deambula entre obras y autores como quien sale a caminar de noche por las calles de una ciudad que conoce bien, pero nunca lo suficiente. Con esa excusa, la “Serie del recienvenido” traza un mapa que se aparta con toda intención de las avenidas principales de la literatura argentina, para ofrecer un recorrido más o menos clandestino.
Como solía ocurrir con Piglia, cada uno de estos prólogos no solo resulta una pequeña obra con un valor literario propio. Además, su conjunto constituye un breve ciclo ad hoc de clases magistrales, al que resulta un delicioso privilegio poder asistir (de nuevo).