La política se encuentra en estado de crisis terminal. La democracia no puede hacer frente a la creciente desigualdad y pobreza a nivel global. En reacción, poblaciones de todo el mundo están quemando los edificios de los parlamentos. La imposibilidad de una salida viable a esta situación catastrófica «obliga» a la creación del primer parlamento global en órbita. Es decir, por fuera de la superficie terrestre, en una especie de nave espacial orbita un grupo selecto internacional de diputadas de derecha (es claro que el planeta se volcó cien por ciento a la derecha) que, desde ese lugar intenta infructuosamente legislar y llegar a acuerdos que permitan restablecer la “normalidad”. Para ellas la solución radica simplemente en la reconstrucción de los edificios parlamentarios. O en mayores leyes represivas: un llamado a la guerra total, armas para todos los hogares, la criminalización de las niñeces pobres… Esta distopía futurista que, más que inspirada en una novela de realismo mágico latinoamericano, parece salida de un semanario de noticias de actualidad es el punto de partida de Parlamento, el más reciente proyecto de Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes, el cuarteto de féminas que escribe, dirige y actúa sus obras y conforma el grupo Piel de Lava.
-¿Cómo surgió la idea de Parlamento?
Pilar Gamboa: -Después de Petróleo, nos preguntamos cómo seguir. Entonces nos convocaron de un lugar llamado Arthaus, en Uruguay, para hacer una residencia artística que nos permitía investigar algo que nos interesara y después abrirlo al público bajo el formato de espectáculo con funciones. Así fue como empezamos a investigar algo de la performatividad de los discursos políticos contemporáneos.
Elisa Carricajo: -Nuestro material primigenio fueron programas políticos y discusiones parlamentarias, principalmente de Europa. Lo primero que nos llamó la atención fueron los discursos de mujeres políticas de derecha. La paradoja era que mujeres que habían llegado a sus cargos gracias a las luchas de otras mujeres por los derechos y al cupo femenino, tenían discursos y propuestas completamente anti-derechos. Eran mujeres que iban contra todos los Derechos Humanos, contra la ecología, pero sobre todo contra los propios derechos de las mujeres, contra el aborto, contra las diversidades sexuales…
Valeria Correa: -Cuando empezamos a ver y a escuchar los discursos de ultraderecha, nos fascinó la teatralidad de los parlamentos. Es decir, en las discusiones políticas aparecía una especie de tendencia al show y a la ficción. Ver aparecer políticas y políticos era como ver actores y actrices en el teatro. Era impresionante esa especie de coreografía parlamentaria y apelación al talk show. Particularmente los parlamentos españoles -aunque también los italianos- son muy teatrales, muy explosivos. Una diputada es capaz de ir y tirarle arena en el escaño a otro diputado mientras están tratando el problema de la sequía. Y nos enfocamos en las mujeres porque nosotras somos mujeres. Vimos y vemos mujeres empoderadas por el feminismo que se vuelven contra el feminismo.
Laura Paredes: -Nos interesaba también detenernos en pavadas tales como los implantes de dientes nuevos que se hacen los políticos para las fotos de campañas. Muestran los dientes nuevos como si fueran galanes de cine. Entonces, en una campaña para presidente, una se queda mirando esa funda que se nota que hace dos meses que tienen puesta y que da lugar a esa caras extrañas y estilizadas.
-¿Cómo fue la experiencia de interpretar a mujeres que resultan tan ajenas a sus vidas y a sus posiciones políticas?
E. C.: -Siempre nos atrae interpretar universos de los que nos sentimos muy lejanas. Fue un desafío, pero en algún punto teníamos que identificarnos con ellas porque teníamos que habitarlas con el cuerpo. Habitarlas sin parodiarlas. Entonces, empezamos a pensar en ellas como seres que forman parte de la humanidad y que, como seres humanos, tienen su emocionalidad y sus creencias -muy diferentes a la nuestras claro- y tienen sus fragilidades.
L. P.: -Los hijos de puta que concentran la mayor parte de la riqueza, la obtienen a costa de tener hambreado al pueblo. Pero igualmente, incluso los que tenemos la buena conciencia de esto, también sostenemos nuestro statu quo. No por eso digo que somos todos iguales. Pero tenemos que reconocer que es un sistema del que somos parte. Somos parte de esa humanidad asquerosa con esta gente que también son personas. Son humanos, son parte de nuestra sociedad, son parte de la humanidad de la que somos parte. Aunque nos queramos poner y nos pongamos del otro lado.
V.C.: -No queremos creer en el facilismo de pensar en estas mujeres como monstruos. No son monstruos, son seres humanos. Son seres con cuerpos que también se rompen y eso queda claro en la obra con el personaje de la presidenta que se vuelve una especie de holograma o cuando la brasileña se quiebra al pronunciar su discurso nefasto.
-Sus personajes son la presidente española y cuatro diputadas, una italiana y dos latinoamericanas. ¿En que difieren sus discursos si todas son de ultraderecha?
E. C.: -No nos planteamos desde el principio que todas fueran de ultraderecha. Es un mundo distópico donde el discurso está virado hacia la derecha. Empezamos a ver que en un momento en la Argentina todo miraba hacia la derecha: inclusive el progresismo y la izquierda. La derecha empezaba a imponer argumentos a los feminismos, a marcar el pulso de lo que se podía decir y lo que no. Hay un sentido común instalado que es de derecha, que es lo facho. No hacemos un trabajo fino sobre eso. Es la textura sobre la cual desplegamos la obra.
P. G.: -En la actualidad impera la forma facha como manera de vincularse con lo cotidiano y con lo real. Impera el discurso patotero, de lo violento como carta de presentación. Toda la política, se defina progresista, de izquierda, de derecha o libertaria arma una especie de show. Sin embargo, a partir de lo patotero y de la violencia, la ultraderecha logró una performatividad más efectiva, con mayor fervor y emotividad que el discurso de la no violencia.
-¿Qué otros materiales utilizaron como materia prima para la obra?
P. G.: El libro ¿La rebeldía se volvió derecha?, de Pablo Estefanoni, estuvo bueno para describir el panorama. Pero con relación a lo distópico, lo futurista sobre todo, nos divertían las referencias de nuestra infancia ochentosa, con ese imaginario que era el de un futuro esplendoroso, muy distinto al mundo que estamos habitando.
E.C.: -Para el 2000 imaginábamos autos y naves volando. Se nos filtraban las ficciones de los ochenta en que imaginábamos el futuro: el botón rojo de Reagan, la canción “We are The World”, la canción de apertura de Gativideo, la promesa de una democracia feliz y universal que proponían las propagandas de Coca Cola. Nos parecía que estaba bueno jugar con esa idea futurista que nunca fue.
-¿Cómo vivieron el hecho de que esa realidad surrealista se convirtiera en una especie calco de la realidad?
P. G.: -Comenzamos a trabajar en la obra en febrero de 2023, antes de Milei o de que pudiera pensarse la posibilidad de que Milei fuera a ser elegido presidente. Sin embargo, en cierta forma, lo veíamos como una tendencia mundial. Pensamos que algo de eso iba a arribar a la Argentina. A nosotras nos fascina la ficción y no nos íbamos a quedar en el calco o en el reflejo de la realidad. La realidad no nos interesa tanto porque la realidad siempre supera a la ficción. Entonces, empezamos a imaginar una obra de género futurista y distópica. Por eso creamos unas parlamentarias que no pueden legislar en la Tierra porque se está prendiendo fuego todo. La gente prende fuego los parlamentos y la única manera de legislar es en órbita. El escenario del parlamento es un cohete, una nave en órbita global. Ya no existen los países, sino que el mundo son territorios. Y ahí están ellas intentando parlamentar y zafar de la burocracia. Y la burocracia es una especie de tumor que continúa al igual que las discusiones y los insultos.
E. C.: -Es más soportable analizar la realidad desde los mecanismos flexibles de la ficción y del teatro. Es decir, no es una obra sobre la ultraderecha, ni una obra que baje línea. Sino que, los discursos de ultraderecha nos sirven como base para pensar el hecho artístico.
V. C.: -Quizás mirábamos las cosas de afuera y nos podíamos incluso divertir. Al ser la tragedia un poco ajena y algo lejana pudimos abstraernos. El Parlamento es una especie de circo, de streaming, una puesta en escena teatral donde la diputada que lucha por el aborto tiene una linda camisa verde.
L. P.: -Lo curioso es que, aun teniendo la mayoría, la ultraderecha no puede zafar de la burocracia. La burocracia y los formalismos de los parlamentos son mecanismos teatrales, torpes y graciosos. Resultan tragicómicos. Se quiere avanzar y no se puede. Es kafkiano. «
Parlamento, de Piel de Lava
De Piel de Lava. Dramaturgia y dirección: Piel de Lava. Con Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes. Martes a las 20 en el Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857.
Obsesiones, banderas y trincheras
Piel de Lava lleva trabajando más de 20 años juntas. Ese tiempo hace que se conozcan a la perfección y, también, que se generen algunas obsesiones.
Laura Paredes:–Estar siempre juntas es una obsesión, es como una especie de bandera.
Pilar Gamboa:–Sí, ser amigas y estar juntas a lo largo de la vida. Me parece que esta militancia de lo grupal fue un bálsamo para atravesar este infierno, no solo el de ahora, sino el de cualquier contexto. Hay una especie de trinchera que armamos de creación horizontal, en donde todas escribimos, todas actuamos, todas dirigimos y todas cuestionamos al modelo piramidal.
Valeria Correa: –Encontramos en la horizontalidad la permanente posibilidad de crear una autoría colectiva. En tiempos de individualismo empoderado y meritocrático, nosotras intentamos borrar la idea de individualidad.
–¿Qué posibilidades tiene el teatro de cambiar la realidad?
P.G.:–Toda obra de teatro es un acto político. No nos pasa desapercibido que gran parte del público votó a Milei. Entonces quizás poder mirarse en el espejo de la ficción, de una realidad que aparece deformada, exagerada, llevada al paroxismo y, a partir de ahí, reírse de la realidad que se está viviendo, pueda crear conciencias que emprendan la utopía contraria.
–¿De dónde surge el nombre Piel de Lava?
L.P.:–Te vas a decepcionar. Por muchos años no lo dijimos. Pi de Pilar, El de Elisa, La de Laura y Va de Valeria. En nuestra juventud estaban de moda los Midachi y después de devanarnos los sesos, seguimos el mismo criterio para elegir el nombre (risas).