“A partir de aquí comienza la pampa”. Es palabra de San Perón. La oración está forjada en sólidas letras de molde. Se lee a pasitos del acceso a la Quinta 17 de Octubre: remanso del General, refugio de amor para Juan Domingo y Evita, museo histórico justicialista, cacho de cultura del subsuelo de la patria sublevada, bendito sepulcro del líder inmortal. La pampa abraza tierra santa peronista en San Vicente.
Después de varios días lluviosos, grises, mileístas, asoma el sol en el sur profundo del Conurbano. El miércoles pinta agitado para Marcelo Lomónaco, el jardinero fiel encargado del cuidado de las 19 frondosas hectáreas repletas de eucaliptos, fresnos, cedros azules, nogales y el alcanforero centenario bajo el cual Perón punteó la Constitución de 1949. “El lunes tenemos acto por los 50 años del paso a la inmortalidad del General, viene el gobernador Kicillof y también muchos compañeros. Queremos que quede todo una pinturita. A mí el encuentro me llega desde lo familiar, porque mi viejo era policía militar y en el ’74 escoltó el cajón, ahora me toca a mí cuidar los ideales justicialistas”, confiesa el hombre manos de tijera, al tiempo que recorta la cresta de unos penachos.
Lomónaco empezó a cuidar el parque allá por 2020, luego de la lóbrega gestión cambiemita de María Eugenia Vidal. La quinta estaba a la miseria: techos y pisos del chalet destruidos, humedad por todos lados y el pasto que llegaba a la cintura. Los gorilas andaban cómodos en esa selva, que recordaba a los saqueos que sufrió el sitio histórico nacional después de los golpes de 1955 y 1976.
“Cuando están los contras en el poder, siempre son tiempos difíciles para la quinta y los laburantes. El antiperonismo no asume que esto es historia argentina pura”, dice don Marcelo y barre hojitas cerca de tres estatuas monumentales. Las obras iban a formar parte del Monumento al Descamisado allá por los años cincuenta. Fueron encargadas al escultor italiano Leone Tomáis. Son de mármol de Carrara y pesan 35 mil kilos. Derrocado el justicialismo, la Revolución Fusiladora descabezó la efigie de Eva (Justicia Social) y de Perón (Derechos del Trabajador) y las hizo tirar al Riachuelo. En los ’90 fueron rescatadas de las cenagosas aguas. Eduardo Duhalde las trasladó a San Vicente. Hunde la pala en un cantero Lomónaco y reflexiona: “Tenemos que aprender de la historia. Son tiempos oscuros, por eso hay que volver a las raíces del peronismo, no cortarlas. Los contras hablan de motosierra, nosotros de hacer crecer derechos”.
En el chalet de tejas coloniales, frente de piedra Mar del Plata y largas galerías, Juan y Eva fueron felices durante el primer peronismo. La casa también dio amparo a la expresidenta Isabelita durante tres largos años de la última dictadura, antes de partir al exilio perpetuo. Atesora uniformes militares y un pituco frac, una sala de armas donde Perón tiraba esgrima, un biombo que fue regalo de Mao Tse-Tung y hasta fotos del expresidente con sus caniches Tinolita y Monito, montando su caballo Mancha y de la belleza plebeya de la “Abanderada de los humildes” en su renunciamiento. Postales que parecen pintadas por Daniel Santoro.
Frente al torreón desde donde Perón emitía arengas radiales y saludos navideños está la parrilla histórica. Cuentan que el “Pocho” asaba carnes y amasaba fideos con pareja destreza. Sin fundamentalismos, este mediodía Daniel Gamarra actualiza la doctrina gastronómica con un asado vegano para les laburantes. La más maravillosa música: desde un parlante pegado a las brasas no suena “Los muchachos peronistas”, sino “Nunca más me dejes solo” de los Depeche Mode. El militante de base y docente del Centro de Formación Profesional Saúl Ubaldini, que funciona en el predio, describe su apertura ideológica cuando pincha sin distinguir zapallitos y achuras: “Obvio que tenemos los clásicos choris, pero siempre hay que seguir sumando compañeros. Son tiempos de crisis, cumpa, hay que repensar los lazos, entendernos de nuevo y nunca transar con la derecha”.
El politólogo Cristian Scollo pilotea con destreza los destinos de la quinta. Custodiado en su oficina por mil y un retratos justicialistas, resume los pilares del museo: “Independencia económica, Soberanía política y Justicia social son las bases conceptuales que defendemos y se plasman en las salas, en las recorridas, en el espacio verde, en cada uno de los objetos que atesoramos, somos guardianes de la historia argentina”. Papá obrero naval, mamá portera, abuelo asalariado del vidrio y abuela enfermera de la Fundación Eva Perón, fluye sangre justicialista por las venas de Scollo. “Esto no es un laburo, es como cuidar la familia. Los derechos ganados, las vidas entregadas, los que debieron exiliarse, los sueños de todos los militantes. Esta es la tierra donde se reivindican las luchas y conquistas del pueblo”, dice el director, mientras caminamos por una sala repleta de juguetes salidos de un cuento del “Gordo” Soriano. Aquel justiciero peronismo de juguete.
El tren presidencial es otro plato fuerte de la quinta. Con su locomotora duerme la siesta cerca del museo. Del peronismo sobre rieles da cátedra María Cruz, tres décadas ganándose el pan en San Vicente: “Es de 1908, de trocha angosta, hecho en los talleres de Tafí Viejo, detalles en roble, ébano, cedro, acero inoxidable, balcón para saludar al pueblo, sillones de cuero, una preciosura que usaron Perón y Evita para recorrer el país. Alfonsín fue el último presidente que estuvo a bordo. Llegó acá destruido y fue íntegramente reparado en pandemia”. Cruz destaca que son miles los que peregrinan año a año a la quinta para apreciarlo y luego seguir ruta hasta el mausoleo: “Me acuerdo de unos obreros ferroviarios, muy viejitos, se largaron a llorar cuando lo vieron. Así miles, gente que dio la vida por Perón, que hizo grande este país”.
Las plazas de las Provincias, del Pueblo y del Abrazo están pegaditas al mausoleo donde descansan los restos del General. Fueron trasladados desde Chacarita el 17 de octubre de 2006. Aquella fue una jornada agridulce para la militancia por los enfrentamientos entre compañeros. Hay un patchwork zurcido con placas firmadas por gremios, municipios, orgas y militantes de a pie. Desde el pañuelo blanco de las Madres, la estampa de Néstor, el saludo de la JP hasta el estudiante leal, sin olvidar esa hoja de mármol que reza: “Todos sean artífices del destino común, pero ninguno de la ambición de nadie”.
En el mausoleo reina un silencio ejemplar. Pero si uno cierra los ojos y afina el oído, seguro puede escuchar la voz de Perón dictando la frase tatuada en el mural que lo custodia: “Mi único heredero es el pueblo”. Un grito de corazón.
Visitas
Información para conocer el Museo Histórico “17 de Octubre” Quinta San Vicente.
Dirección: Calle Lavalle y Eva Perón, San Vicente.
Contacto: [email protected] | Teléfonos: (02225) 82509