“Querido Delio: me ha gustado mucho tu rinconcito lleno de vida, con los pinzones y los pececitos. Si los pinzones se escapan de la jaula, no hay que cogerlos ni por las alas ni por las patitas, que son delicadas y pueden romperse o dislocarse; debes agarrarles el cuerpo con toda la mano, sin apretar.
Cuando era un muchacho crié muchos pájaros y también otros animales: halcones, lechuzas, cuclillos, urracas, cornejas, jilgueros, canarios, pinzones, alondras, etc; crié una pequeña serpiente, una comadreja, erizos y tortugas”.
La combativa prosa política de Antonio Gramsci presente en sus Cuadernos desde la cárcel –que conforman la reformulación a la teoría política marxista más importante y actual del siglo XX- se metamorfosea en sus Cartas dirigidas a sus hijos en cariñosa delicadeza análoga a la que recomienda a Delio para con sus animalitos domésticos.
La historia es conocida: Gramsci, diputado comunista y uno de los impulsores de fervientes luchas obreras en Italia, es detenido en febrero de 1927 y convertido en el preso 7047 en la cárcel de Bari tras la famosa frase del fiscal fascista que no merece perpetuar su nombre en la Historia: “Hay que impedir que este cerebro piense durante veinte años”. Para entonces su hijo mayor, Delio, tenía dos años y al segundo, Giuliano, no llegó a conocerlo. Tras pasar penosas condiciones, Gramsci salió de la prisión con la salud agravada y murió a los pocos meses: nunca volvió a ver a sus hijos. Los cuentos que les dedica, constituyen un valeroso esfuerzo por acompañar esas infancias truncadas por la ausencia paterna.
La selección y edición a cargo de Marcello Belotti es representativa de un universo fantástico –aunque elocuentemente real-de erizos que cargan manzanas en sus púas y se comen a desprevenidas culebras; zorros que aun cazados por la fiera mano del hombre no pierden su astucia y demuestran quién ríe último; guerras sangrientas entre cuervos y búhos que devienen verdaderas masacres espejos de las de los hombres y por último, evidencian la soledad de un ser humano que cae a un pozo y que aprende brutalmente que debe valerse por sí mismo. En suma, los relatos conjugan cierta sabiduría. ingenio y picardía campesinas, hijas de la cultura popular y una visión pesimista e irónica del mundo que deja moralejas mordaces y que se erige como crítica de las sociedades de clases. También pueden leerse entre líneas conceptos centrales de la obra gramsciana: hegemonía y formas de resistencia explicados para infantes. La edición cuenta con bellas ilustraciones de Claudio Stassi que desde la tapa recrea a Gramsci niño rodeado de animales. A su vez, las ejemplares introducciones de la popular escritora Rosa Regàs y del académico de la Universidad de Cagliari, Mauro Pala, invitan a otras lecturas de los textos.
-¿Cómo surgió la idea de editar para un público infantil los cuentos que Gramsci le escribió a sus hijos en sus cartas desde la cárcel?
-Empezó con una anécdota personal. La hija querida de un amigo querido que vive acá en Barcelona cumplía cuatro años y se me ocurrió regalarle los cuentos infantiles de Gramsci en castellano. Yo los conocía porque eran los cuentos que mi padre y mi madre me leían cuando era niño. Son la recopilación de cartas que enviaba a su familia que ya estaba exiliada en Moscú y a la que no volvió a ver –Julia Schucht, su mujer rusa, y sus hijos Delio y Giuliano-y que incluían relatos. Son cuentos que les escribía mientras los niños tenían entre cuatro y ocho años.
-¿Por qué crees que son tan poco conocidos para el público castellano?
-Un motivo es que, por supuesto, los brillantes Cuadernos de la Cárcel de Gramsci que revolucionaron el pensamiento político y de las Ciencias Sociales invisibilizaron otros escritos. En Italia son menos desconocidos pero cuando buscaba una edición en castellano para la niña de la que te hablé, me percaté de que los cuentos habían sido escasamente editados en formato para niños. Hay una edición de 1981 y una de Losada de las Cartas a sus hijos del 2010 pero esta última no está dirigida a un público infantil. No tiene ilustraciones y los cuentos están simplemente incluidos dentro de las cartas. Es una edición más bien para investigadores.
– ¿El criterio de selección de los cuentos fue temático?
-No, los cuentos no tienen una única temática. Las temáticas son muy distintas: animales, playas, la historia del hombre que se cae a una cuneta tras una borrachera y que no es rescatado ni por el sacerdote. La idea fue seleccionar cinco cuentos largos, redondos y completos, seguidos cada uno de ellos por cuentos más cortos para que las y los niños puedan descansar. El libro está dirigido a niñas y niños de la misma edad –cuatro a ocho años y la idea es que puedan leerlos solos o con la ayuda de sus familias.
-Tienen tantas capas de lectura que creo que pueden resultar atractivos incluso para niñas y niños mayores de diez a doce años.
-Son cuentos muy divertidos para niños. Tienen una dimensión ética pero no son aburridos, no tienen la dimensión ética de clase del pensamiento gramsciano. Y no son cuentos superficiales, .son cuentos plenos de metáforas y alegorías de los seres humanos. Las fábulas de animales resultan un espejo del mundo humano.
-Resulta una selección muy equilibrada a pesar de que algunas narraciones son algo sanguinarias
-Las narraciones nunca pierden el tono tierno, lo cual me parece muy importante. Las ilustraciones de Claudio Stassi contribuyen a alivianar los momentos más densos. Hay dos finales muy dramáticos, trágicos, que estuvimos a punto de quitarlos, pero al final decidimos que no para conservar el espíritu de Gramsci. Que sea decisión de las familias cuándo y qué cuento leer.
-En este mundo actual en donde las niñas y los niños tienen sobreabundancia de ofertas ¿cuál te parece la mayor contribución de Gramsci al público infantil?
-Que no presentan un mundo idealizado. Los cuentos de Gramsci no tienen nada que ver con Disney. Entiendo que a los chicos pueda gustarles Disney porque hay algo compensatorio en ese mundo: el mal y el crimen siempre pagan y los buenos acaban muy bien. No se entra en la dimensión ética de la vida sino en la dimensión onírica. Y eso está muy bien porque permite a los niños soñar. Pero al fin y al cabo queda la historia bonita y ya está. Los cuentos de Gramsci evocan el mundo campesino, marino, agreste de la niñez de su autor. Pero fundamentalmente, la mayor contribución es que no dejan vacío al pensamiento. No es solo soñar, sino que introducen una primera inquietud o célula, una primera neurona con capacidad de reflexión sobre el mundo. Disney muestra un mundo soñado. Pero todos los que creemos que el mundo tiene o es también horror y desastre creemos en la necesidad de complejizarlo desde chicos. Poder pensar un mundo mejor implica pensar desde el diagnóstico de que el mundo tiene mucho de horror y de injusticia.
-Resulta desolador que Gramsci nunca se queje de sus penurias.
– Sí, tenía esa capacidad de conservar un tono dulce siendo un hombre que estaba descuidado en la cárcel y no tenía ni fotos de los niños, el don de conservar la ternura en las peores circunstancias
-¿Cuál es tu principal ambición con respecto al libro?
-El objetivo es que los cuentos de Gramsci sean conocidos desde Italia a Tierra del Fuego, y como ya no tienen derechos puede suceder que un editor compre el libro en italiano y se decida a sacar la totalidad de la obra. La idea era también proveer de una nueva herramienta educativa y de izquierda a los padres. Era, en definitiva permitir a la vez que los lectores y que los editores de habla castellana se enteraran de la existencia
Siempre interesado en qué leían y qué le gustaba a sus hijos, Gramsci expresa en una de las cartas elegida para cerrar la obra: “Queridísimo Delio… tu escríbeme siempre y sobre todo lo que te interesa de la escuela. Creo que te gusta la historia como me gustaba a mí cuando tenía tu edad, porque concierne a todos los hombres vivos y todo lo que concierne a los hombres –tantos hombres como sea posible, todos los hombres del mundo, puesto que se unen entre sí en sociedad, trabajan, luchan y se mejoran a sí mismos- no puede sino gustarte más que cualquier otra cosa. Pero, ¿es así?”.
Gramsci tuvo la inmensa capacidad de la utopía social sin descuidar su rol paterno. Los cuentos evidencian la verdad de otra de sus afirmaciones: “Cuántas veces me he preguntado si era posible amar a una colectividad cuando no se había amado a criaturas humanas individuales”.
Antonio Gramsci, El árbol del erizo y otros cuentos. Icaria Editorial. Traducción de Marcello Belotti. Ilustraciones de Claudio Stassi, Barcelona, 2019.