Pedro Saborido lo hizo una vez más. Después de Una historia del fútbol (2017), Una historia del peronismo (2018) y Una historia del conurbano (2022), el genial escritor, guionista y director argentino completa la tetralogía –por ahora– con Una historia del amor. Así, con el particular estilo, encanto, humor, desenfado y lucidez que lo caracteriza y que ya es marca registrada nacional, en 23 relatos y reflexiones se mete de lleno en el sentimiento que ha arrojado más ríos de tinta en la literatura de cualquier género. También sobre ese fenómeno sobre el que todas las ciencias y todos los discursos sociales han tenido una palabra para decir: la sociología, la psicología, la filosofía, la biología, la medicina, la psiquiatría, la religión, la política, la parapsicología, el ocultismo, el periodismo… Quizás su libro tiene una dosis de todas estas alocuciones y en esto radica su singular poética y belleza literaria.  Y es que, según afirma el autor –la mitad del fenómeno Peter Capusotto– el amor «es una fuerza absurda y maravillosa que nos vuelve adictos, nos da felicidad, sufrimiento y hasta odio. Si fuese un electrodoméstico lo devolveríamos, porque a veces falla y viene sin garantía. Pero aun así, el amor es la imperfección más conveniente que puede ofrecernos la vida».   

–Todos los libros son, quizás, hijos de su tiempo de producción y cual documentos históricos, nos dicen algo de su época. ¿Por qué te parece que es importante en esta época un libro sobre el amor?

–No sé si es importante, creo que apareció. Todos nos pusimos de acuerdo en que faltaba un poco de piedad últimamente. La piedad es la última versión que se puede esperar del amor. La piedad tiene un poco de amor, un poco de cultura, un poco de empatía. Son sentimientos que andan faltando últimamente o que tienden a denigrarse desde el discurso político oficial. Sin embargo, no fue una decisión política, digamos.  Estaba decidiendo cómo continuar con mis escritos y quizás, en esa combinación extraña y maravillosa de azar y de absorción de discursos que andan dando vueltas y que dan origen a los libros se suele dar algo que coincide con el tiempo histórico e incluso con las necesidades de un momento histórico. El amor es intensidad. Me parece que estamos un poco atrapados por las intensidades. Ojo, no digo que no sea necesaria la intensidad. Cuando un tipo se queda sin laburo o no puede darle remedios a alguien de la familia siente la intensidad de manera inevitable.

Saborido y su discurso amoroso.
Foto: Diego Martínez

–¿Cómo se explica el amor por Milei o la intensidad de y por Milei?

–Milei tiene algo de artista, de performático que evidentemente fascina y provoca emociones y pasiones. Es un rasgo que también tenían Perón, Evita y Cristina. Milei provoca algo en la gente y eso tiene que ver indudablemente con la audacia, con la imaginación, con esa ilusión de algo en qué creer que suelen generar los artistas. El problema es el contenido. Lo que prevalece en Milei es lo que hoy algunos filósofos suelen llamar «pasiones tristes» en tanto implican un fuerte contenido de discurso de odio hacia el otro. El amor es un sentimiento complejo y suele contener algo de odio también. Sin embargo, siento que sigue habiendo más gente que ama a la que odia. A veces, la intensidad se confunde con lo mayoritario. Se escuchan más los bocinazos que los que no tocan bocina. Siento que es una curva que hay que frenarla, combatirla, enfrentarla, no dejarla pasar, no olvidarla. Porque es un entusiasmo banal, es una maldad estúpida. La maldad siempre es estúpida porque el egoísmo nunca es conveniente. Pero, como hay gente a la que le sale tan bien ser hija de puta, genera encantamientos masivos y obtiene éxito en lo que se propone. Pero el éxito en tanto fenómeno individual precisa que haya un montón de gente que pierda, sino el éxito no existe. Hoy el éxito de unos pocos es el fracaso de las mayorías. Pero la idea de alguien que se aleje de lo comunitario y se vaya a lo individual no suele perdurar. El camino del individualismo es para pocos porque es espermatozódico e implica que no pueden ganar todos. Para ganar todos se gana en comunidad y no lo digo como una moraleja, un valor o una obligación ética, sino como una conveniencia. Lo ves en las cooperativas, en las mutuales, lo ves en los inmigrantes que se hacían pata entre todos porque les convenía. No hay que tenerle miedo a la palabra conveniencia si es en comunidad. Es un egoísmo sano. Te cuido, para que me cuides. Eso es un equipo, una pareja, una barra de amigos, un club, lo que sea.

Foto: Diego Martínez

–Conveniencia y convivencia tienen la misma raíz.

–Connivencia, que está a mitad de camino, tiene connotaciones raras porque implica la especulación. Los equipos se basan en acuerdos. No en lo que vos pensás, sino en lo que vos dejás de pensar. Nunca dos personas pueden pensar de la misma manera, exactamente igual. Es en la cesión de la diferencia donde vos dejas de querer imponer tu voz, y tu vos, y cedés algo que tiene que ver con el pensamiento del otro. Ahí te trascendés a vos mismo. El libro del amor tiene que ver con el control, las deformaciones, los lugares a los que nos lleva el amor. Pero sobre todo tiene que ver con la conveniencia final más allá de cualquier disturbio que pueda provocar el amor. Porque el amor siempre provoca disturbios, más incertezas que certezas. El amor es una incerteza que puede fallar. Pero también es una promesa, una oportunidad. Mi amigo (Hernán) Brienza dice lo mismo sobre el peronismo.

Saborido, amor y tópicos

–Entre tantas aristas que tiene el amor, ¿qué tópicos te interesaron más para el libro?

–En cualquier cosa sobre la que uno piensa, siente o escribe está el amor. La cosa es sacarlo a flote. Amor por el fútbol, el trabajo, el sexo, los automóviles. Siempre hay una preferencia, una elección que es el primer paso del amor. Lo que más me interesó fue la reincidencia. Uno siempre vuelve a amar por más que el amor produzca sufrimiento y obsesión. Como esas parejas que se separan y siempre vuelven. Como la frase de que siempre se vuelve al primer amor o al peronismo. No sé si uno vuelve a elegir o está condenado a volver a elegirlo. No sé si es tema de elección, inevitabilidad o las dos cosas. En diferentes tamaños, casos y ocasiones. El libro tiene unos diez o 12 tópicos sobre la pareja que es lo primero que pensás sobre el amor. Luego está el amor por la mascota, la tecnología, la herencia. La herencia que suele pensarse sólo en términos económicos es una prolongación del amor. Alguien que te deja algo, te lo deja por amor y vos podés llegar a amar más a alguien que te deja algo.

Foto: Mariano Espinoza

–¿Qué relación hay entre amor y mercado?

-El mercado vive del amor. Del amor a la vida, del amor a la familia, de lo que hacés para que otro te quiera. Por más que decían los Beatles que el dinero no puede comprar amor, muchas veces, para expresar el amor y para que el otro te quiera, le hacés regalos y en la mayoría de las ocasiones eso implica comprar, consumir. Así, el amor queda como rehén del mercado y te toman como rehén a vos, tenés que seguir trabajando, aunque no quieras. Tengo que hacer todo eso para que me sigan amando. A veces el amor, es amor al dinero o al trabajo o la eficiencia. Sin embargo, el amor nunca va a ser eficiente. La eficiencia implica el cálculo por eso es un valor capitalista. Y el amor, por más cálculos que hagas, nunca sabés el resultado final, es algo a lo cual te subís como a un caballo desbocado porque no lo vas a poder controlar. Muchas veces el amor pasa o se termina. A veces dura menos que un buen electrodoméstico. A veces, como en uno de los relatos, uno quiere rotular al amor y el amor no es un producto de un supermercado y no tiene encasillamientos. En definitiva, el amor y el mercado se ceban, uno como la excepción del otro, como rehén, como motor.

–A la luz de los últimos tiempos ¿Qué vigencia tiene el eslogan que fue bandera peronista “el amor vence al odio”?

–Yo diría que el amor lo sigue combatiendo al odio, no sé si lo vence. Veamos. Hay una esperanza. El amor no tiene certezas. En algún momento pensamos “Hemos ganado la batalla cultural”. Y no, no la habíamos ganado. Cuando uno cree que ganó se relaja y ahí está el problema. Es como cortar el pasto del fondo de la casa y pensar que no va a volver a crecer. Va a volver a crecer, las casas se vuelven a desordenar. Me parece que el amor precisa de una disciplina y para que venza al odio requiere de una disciplina y tener en cuenta que a veces no alcanza con decirlo y decirlo hasta el cansancio. Que no sólo sea una frase para refugiamos, para sentirnos cómodos, diferentes y mejores que el otro.   «

Pedro Saborido – Una historia del amor

240 páginas. Editorial Planeta.

Joe Biden, Maradona, el peronismo y los Beatles

En el relato que abre Una historia del amor aparecen Joe Bidden y su esposa Jill. Tras probar la gaseosa Manaos quedan tan fascinados que quieren copar el mercado estadounidense con el producto. Lo mismo le pasa a Macron en Francia y a Putin en Rusia, que la bautiza Manaoshka. Finalmente, eso termina desatando una guerra mundial entre La Matanza y las multinacionales. La reflexión es que, cuando los países quieren lo mismo ocurre igual que en los triángulos amorosos, el amor desata el odio y el conflicto. En “¿Cómo se reparte un pasado?” una pareja que se divorcia no sabe cómo dividirse los recuerdos. Uno de los grandes problemas es cómo distribuir la evocación de los días felices que involucran a Maradona (“La foto que tenemos con él. Uno  se puede quedar con el original. Lo sorteamos. El merchandising: 20 posters cada uno. Vos te podés quedar con el Maradona inflable para la pileta y yo con la corneta que soplás y se escucha ´¡¡¡La tenés adentrooo…!!!’”). En el último texto, en una entrevista ficticia, Paul McCartney hace una correlación entre Los Beatles y el peronismo. Así como todos se preguntan cuál es el verdadero peronismo (¿el primer peronismo? ¿el de Menem? ¿el de Duhalde? ¿o el de los Kirchner?), lo mismo pasa con Los Beatles (la etapa de Help, Abbey Road, White Album, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band o Let it Be) y el desarrollo de cada Beatle como solista. A su vez, Evita y John Lennon murieron jóvenes y en tanto tales fueron idealizados como la utopía que perdura, fueron santificados como el sueño de la radicalización, fueron inmortalizados como la transgresión y la revolución. Mientras que a los sobrevivientes como Perón, Paul (o a Fidel en relación al Che), les toca siempre el peor papel: aparecer como los pecadores, los que desilusionan, se equivocan, negocian o se venden al mercado. No hay un peronismo, ni hay una naturaleza de los Beatles. Hay el peronismo y sus circunstancias y los Beatles y sus circunstancias, afirma en la conclusión. De esas y otras maneras, a la manera de un Barthes local, juntando aparentemente la Biblia y el Calefón, Saborido abreva de la mejor de la tradición literaria nacional y popular como Roberto Arlt, Raúl Scalabrini Ortiz, Discépolo, Roberto Fontanarrosa y Alejandro Dolina para pensar el amor en sus diversas formas en la contemporaneidad argentina.