Pedro Aznar ofreció este miércoles por la noche un emotivo concierto desde su casa en el barrio porteño de Belgrano que se transmitió con algunas interrupciones a través de Facebook Live y fue seguido por hasta más de 65.000 cuentas de esa red social.
Antes de arremeter con la música que profesionalmente lo convoca desde mediados de la década del 70, el artista que integró Madre Atómica, Alas, Serú Girán y Pat Metheny Group, ostenta una imponente labor solista en la que burla las fronteras de los géneros, propuso que al parate impuesto por la pandemia “me gustaría verlo como un retiro espiritual”.
“Ojalá podamos repensarnos a nosotros y como sociedad, saquemos el foco de nuestro propio ombligo y podamos ponerlo en el de los demás en estos días extraños y preocupantes”, expresó el artista nacido hace seis décadas antes de definir la velada como “una reunión de amigos que nos extrañamos” y “un show gauchito”.
Necesitado de expresarse más allá de los sonidos inspirados que lo pueblan sin importar estilos y regiones, Aznar avisó que “dentro del espíritu de austeridad que estamos viviendo solamente tocaré una guitarra y un piano que son los instrumentos que tengo en mi casa”.
“Quise cumplir a rajatabla con la cuarentena porque es la mejor manera de ayudar” expresó en momentos en que la cyber audiencia anotaba el número 50.000 y guitarra acústica en mano regaló “A cada hombre, a cada mujer” (que compuso para el regreso de Serú Girán en 1992) y “Lina de luto”.
“Hice pelota la púa. Cómo cura la música, qué bárbaro”, expresó mientras se pasaba al piano para un momento de honda sensibilidad con “Más allá”, que dedicó “en amoroso recuerdo y en homenaje a Lyle Mays”, pianista con el que compartió la banda de Metheny.
Enseguida avisó que “vamos a visitar el mundo Yupanqui un ratito” como prólogo a las dos obras que hizo para el proyecto “Yo tengo tantos hermanos” por invitación de Víctor Heredia a quien agradeció el convite por su “generosidad tremenda”.
Pero previamente a regalar esas joyas creadas a partir de poemas del genial criollo (“Romance de la luna tucumana” y “Soledad, Jujuy 1941”), reveló que al momento de componer esas músicas “me lo soñé a Don Ata diciéndome ‘no mozo, el estribillo no es así’ y lo cambié”.
De la guitarra con la que se acompañó en “A primera vista” al piano que ejecutó en “Rencor”, volvió a las seis cuerdas de su viola acústica pensando en su audiencia chilena y asumió “Nocturno suburbano” y regresó al mejor sonido del teclado para su lograda mirada propia sobre el tema de Elton John “Ya no hay forma de pedir perdón”.
Como “regalitos” para el público del sur argentino al que iba a encontrar cuando el coronavirus lo frenó todo, hizo un set de novedades.
Allí incluyó la milonga “Arabescos” (que compuso con el violinista Ramiro Gallo con quien urdió la placa “Utopía”), otra que creó en yunta con el cantautor chileno Manuel García (para e álbum compartido “Abrazo de hermanos») y una tercera creación propia.
Ni un par de cortes, ni algunos problemas de sonido o la decisión estética de filmar el set en vertical impidieron disfrutar el imponente arte que el músico y compositor es capaz de transmitir en una permanente apuesta por la belleza.