Pensar cuánto daño hacen las relaciones humanas y qué consecuencias trae ese dolor en una persona (tanto en sus actos futuros como en su forma de ser) es algo que Pedazo de mí, se plantea desde que fue concebida. Es la adaptación teatral del cuento homónimo incluido en el libro de Inés Garland Con la espada de mi boca (Alfaguara, 2019) y que significa la vuelta de una dupla que funcionó y ansiaba repetir: la actriz Luz Palazón con el director Augusto Pérez.
Ya habían hecho la obra Und, de Howard Barker, en 2019, con muy buenas repercusiones. “Después vino la pandemia y nos pusimos a trabajar en algo pendiente, para hacer algo. Queríamos llevar al escenario este cuento de Inés que se genera entre ella y Luz hace diez años. Tenía potencial teatral y empiezo a adaptarla. Comenzamos de a poco y los últimos dos años le pusimos más energía para darle forma”, comenta Pérez que está a cargo de este drama de 50 minutos que se estrena este 1 de marzo.
Es la historia de una mujer, en un espacio y tiempo poco identificable, que narra algo que la hirió y la cambió. “Es algo que genera identificación y esa es su fuerza”.
-¿Es fácil llevar la literatura al teatro?
-Es difícil, pero se facilitó porque Inés hace ella misma la adaptación, y tiene relación con Luz y entre los tres le vamos dando forma. Mientras íbamos trabajando los ensayos, al verla en escena, veíamos qué podíamos poner y sacar. Son dos lenguajes bien distintos, pero hay historias que tienen el potencial de vivir en el escenario y este era el caso. Nos metimos a fondo y quedamos conformes.
Quería un espacio escénico austero, con pocos objetos para que resalte la potencia de la actriz, en un espacio limitado para que su ocupación del escenario tenga la fuerza necesaria para contar un daño sistemático y prolijo que le dejó una relación. Con el costo de desarmarse por completo. Es una especie de Medea, para hacer una comparación, salvando las distancias, pero es una puerta abierta a ver cosas que nos pueden pasar a las personas.
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-¿Es este caso un teatro onírico, reflexivo y con alusiones y metáforas o es más bien directo?
-Todo en Pedazo de mí es bastante identificable. La idea es que el espectador haga su trabajo, pero sin complicarle demasiado el asunto. Nos gusta que todo lo que hacemos sea fácilmente referenciable a lo cotidiano. Y esta obra lo tiene. Está atravesada por un relato de mucha intensidad, sin mucha progresión: es una mujer dispuesta a abrirse para contar todo lo que ocurrió, con cierta urgencia, tiene algo que se va decir que es terrible y nunca es fácil eso. Hablar del horror es siempre complejo pero el despliegue que hace Luz es muy bueno. Y lo logra.
-¿Cuáles eran tus marcaciones o tu pedidos más vehementes en este tiempo de ensayo?
-Al ser un segundo trabajo juntos la dinámica entre actriz y director es más fácil. Tenemos un método acordado de alguna manera: yo siempre tengo una idea de puesta, de cómo quiero el personaje en escena, pero también soy de tener una escucha muy activa. Estoy atento a las posibilidades que el actor me va dando. En ese juego entre quien está en el escenario y mi mirada sobre el material, vamos encontrando el mejor camino.
Obviamente no es fácil. Siempre uno se va habiendo probado un montón de cosas que no funcionan, pero otras que sí. Pero le encontramos la vuelta: la tensión que se genera cuando limitás un actor, en este caso una actriz, con mucha capacidad para ocupar el volumen escénico, es la clave. Poder contener esa energía y dirigirla para que sea más efectiva, sacando lo mejor de quien está actuando. En este caso puse una unidad escénica pequeña, concentrando todo ahí donde está esa mujer.
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-¿La dinámica es clave en un unipersonal?
-Sin dudas. Creo que hoy en día los directores tenemos que tener en cuenta los nuevos hábitos de consumo cultural y el tiempo de duración de cada una de las escenas. Porque el espectador esta modificado por la tecnología. Se necesita cierta velocidad y ritmo, lo cual fue todo un desafío. La intensidad sin ritmo no se percibe. Hay pausas y aceleraciones para encontrar la mejor manera de contar algo. Yo me formé con Julio Chávez y con Augusto Fernández. Y siempre presté atención a cómo construir el tiempo en escena. Y no hay método, eso aparece en el ensayo. Cuando está, está. Si no, no te das cuenta y percibís que falta algo.
-¿Cómo ves la tarea teatral dentro de las complejidades que nos tocan hoy en día?
-El teatro nunca está fuera de su tiempo. Porque, aunque hagas un clásico, siempre te remite a algo. Quizá justamente hay clásicos porque son obras sobre temas universales, pero siempre se trae al presente de alguna manera, y no hay que forzar nada para tener empatía sensorial con los materiales. Creo que las preguntas que dispare una obra nunca tienen que responder exclusivamente al momento que nos toca. Porque si solo toca esa arista, ese teatro no va a trascender.
Lo importante es que las preguntas que dispare la obra tengan sustancia. Bertolt Brecht, por nombrar a uno, dialoga con el presente, porque termina indagando en grandes asuntos. Esos son los materiales que me interesan y lo que intento en cada obra que hago. Hoy me toca esta. Pedazo de mí es una obra que habla del presente: el daño que producen ciertos vínculos y la consecuencia que genera. Y alguien que la pasó muy mal quizá llega a un puesto de poder y quizá equivoca el camino o no mantiene las formas. Para pensar, para ver si les hace acordar a alguien.
Pedazo de mí
Un texto de Inés Garland, interpretado por Luz Palazón, bajo la dirección y puesta en escena de Augusto Pérez. Los sábados a las 22 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA.