Con 40 años de trayectoria, el cantor de tango Carlos Varela se constituye como un auténtico y generoso impulsor de proyectos.
Generoso porque su espíritu inquieto lo lleva a incluir en su repertorio obras de compositores jóvenes, y porque además no duda en ponerse detrás de los controles de grabación para producir discos emblemáticos como el Álbum blanco de Rubén Juárez o detrás de una cámara para realizar documentales como los dedicados al inolvidable Negro del bandoneón blanco (Un álbum blanco en tiempo negro) y al poeta Héctor Negro (Holmberg 950).
Su recorrido artístico lo llevó a actuar con músicos como Leopoldo Federico, José Colángelo, Roberto Pansera, Luis Salinas, Daniel Maza, Osvaldo Avena, Arturo Penon, Juan Carlos Baglietto, Ernesto Franco, Raúl Garello, Carlos García, Osvaldo Piro, Atilio Stampone, Oscar de Elía entre muchos otros, además de haberse presentado en importantes salas de nuestro país y del exterior.
Para celebrar sus cuatro décadas con el tango, Varela se regala y regala a los oyentes su disco número 24, Pasos.
En él continúa explorando obras emblemáticas del género, como “Balada para mi muerte”, que cuenta con la participación de Susana Rinaldi como artista invitada, “El gordo triste” (ambas compuestas por Ástor Piazzolla y Horacio Ferrer), nuevas obras como “Dos angustias”, de Néstor Basurto y Alejandro Szwarcman (con el acompañamiento del primero en guitarra) y otras no tan frecuentadas como “Buenos Aires, como quisiera” del veterano cantor y compositor Carlos Cabrera, con quien comparte el protagonismo vocal de su tema que cuenta con la participación de Norberto Vogel en bandoneón.
El espíritu del Negro Juárez está siempre presente en las producciones de Varela. La amistad entre ambos (“aunque a veces era un poco cabrón”, reconoce sin vueltas el cantor) dejó una marca indeleble que en esta placa se ve reflejada en “El vicio”, compuesta por el guitarrista Edgardo Acuña, quien junto con el bandoneón de Gabriel Merlino y los teclados de Leandro Marquesano acompañan a Varela en una expresiva interpretación que retrata el costado tal vez más oscuro del recordado cantor y bandoneonista. Este tema representa un pico emotivo del disco, más aun teniendo en cuenta la amistad que unía a Juárez con Varela, quien, durante un importante período, ofició como su representante y productor.
“Que te vaya bien” de F. B. Solís cuenta con los arreglos de un habitual colaborador de Varela, el pianista José Ogivieki, acompañado por Leandro Merlino en bandoneón y Adrián Fanello en contrabajo.
Leandro Marquesano en los arreglos, guitarras y teclados, se ocupa de dar el marco armónico a cuatro obras que recorren de manera sutil diversas vertientes rioplatenses. Con esta ambientación sonora, Varela encara la milonga “Troveros” de J. Arenas y “Milonga del traidor” de Ogivieki, ambas con una interpretación formalmente grave pero no forzada, “Pasos”, de la gran cantante, compositora e investigadora uruguaya Malena Muyala que, sin duda, representa dentro del disco, una declaración de principios (“pasamanos / pasatiempo / pasacalles / paso yo / pasa el sueño y la vigilia / pasa el tiempo del perdón”) y el clásico “Siboney” de Ernesto Lecouna, transformada casi una balada jazzeada, en la que Varela susurra de manera sutil la letra de la canción.
La introducción del gran Mario Parmisano en el piano anuncia la convincente interpretación vocal del clásico de Virgilio y Homero Expósito, “Vete de mí”. El pianista apuntala con su instrumento cada frase que surge de la voz de Varela.
“Candombe para Evaluna”, compuesta por el propio Varela, canción que está dedicada a su nieta, cuenta con Maximiliano Luna en guitarra, Marquesano en teclados y la participación especial de Daniel Maza, quien con su bajo y su voz le brinda el toque rítmico necesario y sutil para que este tema se transforme en un cierre perfecto para un disco que recorre diferentes momentos de emoción en sus doce canciones.
Carlos Varela no intenta ser revolucionario ni innovador, ni transformarse en un ícono de la modernidad en el tango. Lo suyo es trabajar cada canción con ojo (o mejor dicho oído) de orfebre, buscando los mejores elementos: los excelentes músicos que lo secundan, los arreglos y la elección de un repertorio que muestra su refinado gusto para encontrar las joyas de nuestra música ciudadana.