Si tenés que discutir todo, ¿cómo te ponés de acuerdo en algo?”, le preguntó este medio el último jueves a Fernando Cerimedo, referente comunicacional de La Libertad Avanza y también de Jair Bolsonaro durante sus años de gobierno en Brasil. “Hay gente que está todo el día discutiendo”, respondió. “Y hay gente que dice: no sé qué dijo tal, pero lo apruebo”, agregó.

Y un poco después, en referencia al periodismo: “Si está el Pato Lucas tuiteando, no hay que preocuparse. Se lo bloquea y chau, sigamos adelante”.

El tono de Cerimedo fue de absoluta seguridad, aplomo, pero ante todo de desdramatización. No es tan importante el tema de las redes sociales, chicos, maduren, parece decir.

El viernes, la expresidenta y exvice Cristina Fernández de Kirchner invitó a discutir a Milei: “Cuando quieras –porque tiempo tenés… y lo dedicás a boludear en las redes– te espero en el Patria y te explico un poquito”. Ambos se trenzaron en un intercambio que fue tendencia –tormentas de trolls mediante– durante toda la jornada.

El autodenominado segundo líder más importante del mundo después de Donald Trump al que el resto del ecosistema político mira desde una perspectiva liliputiense no logró soltar la discusión con CFK hasta bien entrada la noche, en otro de los conferencismos erráticos que acostumbra a protagonizar.

En paralelo, una denuncia por amenazas y acoso digital cursa en la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires. El especialista informático y referente opositor al movimiento libertario en X (ex Twitter) Javier Smaldone fue impedido por una medida cautelar de utilizar su cuenta en esa red para referirse a @itscroa, una de las principales estrellas de la burbuja libertaria.

El crimen de Smaldone: revelar nombre y apellido de la titular de esa cuenta que forma parte del aceitado engranaje de persecución digital que cada vez más indisimulable funciona alrededor de Santiago Caputo.

¿La calle online, por llamarla de algún modo, es o no es importante, entonces? Hay algo que la ultraderecha en Argentina comprende muchísimo mejor que nadie: hagas lo que hagas, no podés controlar todas las dimensiones, por lo tanto hay que abrazarse al caos.

Un poco a eso se pareció la edición nacional del Foro Madrid, la reunión conservadora intercontinental que tuvo por escenario el CCK sobre el cierre de la semana. Sin figuras rutilantes, sólo sirvió para que Milei recibiera otro baño de amor propio de sus casi niños fanáticos –con mucha probabilidad, todos funcionarios– y de alrededor de 100 ciudadanos brasileños prófugos de la justicia en su país. Estos últimos, simpatizantes o militantes del bolsonarismo, esperan con ansiedad que el presidente les conceda el asilo político definitivo.

Ahí la sociedad ideal de Milei: un caos de adictos hiperestimulados retuiteando sin parar y habitantes de dolorosos márgenes apoyando con más desesperación que convicción.

Entretanto, ¿la sociedad real dónde está? ¿En los jubilados reprimidos por pedir en soledad que no los ajusten tanto? ¿En las ferias que afloran en las plazas y parques, donde todos ofrecen para vender y nadie tiene un peso para comprar? ¿En las cifras de la inflación que, aunque festeje el Gobierno cada décima abajo, nadie siente más fácil en el bolsillo? ¿Con qué streaming estamos negando la realidad?

“No necesitás un meteorólogo para saber para qué lado sopla el viento”, cantó Bob Dylan hace décadas. La oposición, atragantada de informes meteorológicos, le deja a Cristina el micrófono para cantar sus grandes éxitos. Los algoritmos son de derecha, todo el mundo lo sabe, alcanza con empatar ahí para festejar.

No queda otra que volver a la calle, aunque el viento sople en contra.   «