Adrián Paenza recorre a gran velocidad la pantalla de su celular atiborrada de anotaciones. Busca el último de los pensamientos que escribió para cuando tenga tiempo de desarrollarlos. Hace casi un año exacto figuraban allí, entre los 670 registros, dos libros, uno sobre cómo la matemática interviene en la decisión de estrategias, y otro para más chicos, con ilustraciones. El dato quedó publicado en la entrevista que le hizo entonces Tiempo. Hoy, el primero es una realidad, y el segundo se editará en noviembre.
Fijate qué injusto, porque yo tengo los celulares de los directores de las editoriales, sé que no tengo que pasar por ninguna secretaría y que el nombre me facilita un montón de cosas. A lo mejor no lo merezco, y otros que tienen igual o mayores méritos, no logran acceder, dice, minimizando su trayectoria. Lo bueno, reconoce, es que ese privilegio permitió que las editoriales le aceptaran la condición de que el libro estuviera disponible para descargar de manera gratuita de la página de Internet del Departamento de Matemática de la UBA. Se los pedí porque todo lo que soy se lo debo a la universidad pública y para mí es una forma de reconocerlo. Además, el tema puso en tela de juicio los modelos de negocio. Porque se pensaba que si lo ponían gratis la gente no lo iba a comprar. Pero del primer libro se vendió más de un millón de ejemplares. Una locura total.
¿Por qué un libro sobre estrategias?
Si una persona hace una estrategia tiene más posibilidades de ganar. Y lo que yo quiero demostrar es que eso depende de que uno tenga ganas de ponerse a pensar. Eso implica frustrarse también, porque a veces las cosas no van a salir, y uno tiene que aprender a convivir con la frustración. Ese es otro de los grandes problemas en una sociedad que te castiga si no sos el primero. ¿Qué pasa con los demás? ¿Son fracasados? Es una concepción con la que no estoy de acuerdo.
¿Y vos te frustrás seguido?
Todos los días. Trato de aprender a coexistir con las frustraciones, de no desesperar. Pero no siempre lo logro. Los problemas, por ejemplo, los tengo en la cabeza el tiempo que me banque la frustración. Porque si tienen solución, como en el libro, trato de no leerla. ¿Si no, qué gracia tiene? Aunque el hecho de que tengan solución también puede ser un problema. Porque en la ciencia no se sabe si los problemas tienen solución y el desafío es tratar de ver si alguien puede resolverlos. Ahora estoy haciendo el libro para chicos y puse problemas sin solución. Algunos se sorprenden, pero yo no vengo de la literatura infantil, solo sé contar cosas que nos pasan a todos. Y encontrarte con problemas sin solución es una cosa que pasa en la vida todos los días.
Los problemas que planteás en el libro tienen que ver con ejercitar la capacidad de abstracción, para que uno después pueda aplicar el mismo razonamiento en la vida.
Es lo que buscamos los matemáticos. No todos los problemas resisten ser abstraídos, pero hay un grupo que sí y eso genera una teoría. Supongamos que miramos los ángulos producidos por la intersección de dos rectas (Paenza toma una lapicera del bolsillo delantero de su camisa y dibuja en una servilleta). Si pruebo muchas rectas que se cruzan de forma distinta, podré ver que, siempre, los ángulos que están opuestos por el vértice son iguales. Sería interesante llegar a eso probando muchísimas veces, pero en el colegio te dan el resultado antes de mostrarte el problema. Así es aburrido.
Pero en la vida cotidiana hay factores que escapan a los modelos y son difíciles de prever.
Hay variables que uno puede contemplar pero no manejar. Como cuando uno hace un edificio y analiza la posibilidad sísmica del lugar. Puede haber un terremoto, pero trato de buscar el lugar más seguro. En matemática, también. Yo estuve con la gente que hace las máquinas tragamonedas de Las Vegas: vos tenés que hacer un desarrollo de manera tal que la persona tiene que ganar en algún momento, porque si siempre ganara el casino, nadie jugaría. Es decir, yo tengo que dejarte ganar y hasta tengo que dejarte ganar mucho. Que los demás escuchen las moneditas cayendo. Y vos también tenés que ganar. Porque si estamos jugando al truco y vos descubrís que yo solo canto envido cuando tengo, entonces no me vas a aceptar más. Yo necesito que me descubras no teniendo, porque si me agarraste una vez, ya no sabés si la próxima voy a tener o no cuando cante. Entonces, tengo que jugar perdiendo alguna batalla para poder ganarte la guerra.
En otros años presentaste tus libros con Cristina, Kicillof o Víctor Hugo. Esta vez será solo, en la Feria del Libro de Berazategui.
Todos los años quise hacerlo en un lugar que fuera representativo de alguna manera. Y esta vez quiero hacerlo, con problemas, en el marco de una feria. Si llevara gente, ponele Víctor Hugo, eso inexorablemente concitaría un público que viene por Víctor Hugo, pero también hay otros autores presentando y no está bien para ellos.
Tu figura parece haber saltado la grieta que tantos declaman. ¿Cómo vivís la situación política actual?
Es inexorable que la gente me critique por lo que opino. Pero lo que se ve es lo que soy. Para mí esto es muy fácil: hay dos modelos. Uno tiene un Estado presente, regulador, que ocupa espacios que las empresas privadas no van a ocupar y que es inclusivo. Y hay otro, como el que tenemos ahora, en el que la ciencia es un estorbo, el Estado es un estorbo. Si pudiera ser todo privado, sería mejor. Y yo no estoy de acuerdo con eso. Pero no por mí, que no me falta nada. Sino por los demás. ¿Qué hace la gente si compramos todo hecho? Se queda sin trabajo. En ese país, la ciencia es redundante.
¿El gobierno anterior aplicó mal la teoría de los juegos en las elecciones?
Es muy presuntuoso pensar que hubo una lectura de la realidad equivocada. Yo no creo que haya podido predecir que fuera a ganar el macrismo. Y bueno, esta vez no hubo un golpe militar, esta vez hubo un golpe mediático, porque los medios de comunicación operaron muy fuertemente. Pero la gente eligió libremente. Perdimos. Perdió lo que yo quería que ganara, pero no es justo decir ahora que votó mal. Castigó cosas que a lo mejor fueron mal percibidas por alguno de los actores. Sirve para empezar a reflexionar, porque hay elecciones el año que viene. A lo mejor hay gente que votó y ahora está disconforme. Porque pasaron muchos años desde la última dictadura, porque el menemismo y la Alianza dejaron de existir en 2001 y hay mucha gente joven que no había votado antes. Estas son las medidas neoliberales: acordar con los fondos buitre, endeudarnos nuevamente, minimizar la existencia del Estado, relativizar la ciencia, no tener políticas públicas. Si vamos a producir vasos, es posible que la población argentina requiera 10 mil vasos, y los chinos van a hacer 100 millones de vasos y les va a salir más barato. Pero nosotros necesitamos darle trabajo a nuestra gente. Entonces tenemos que socializar, pagar entre todos un poco más, para que todo el mundo tenga trabajo. Cuando se manda el ARSAT al espacio, aparte de generarlo y pensarlo acá, hubo pymes que trabajaron para hacer las pequeñas piezas que fueron ahí adentro. Todo eso mancomunado genera un país, y tenemos que pensar qué país queremos. Si comprás las vacunas, te hacés dependiente de otro país, y si no podemos importar por algún motivo, sonamos. Si compramos el espacio de satélite de otro país y en algún momento nos lo cortan, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos sin televisión, sin Internet? Eso es soberanía también.
Siempre destacás la importancia de la educación pública. Este gabinete tiene un gran porcentaje de funcionarios egresados de la educación privada. ¿Cómo creés que influye eso?
Es raro. Sería interesante saber cuántos presidentes o ministros hubo en la historia egresados de la universidad privada. Pero también se ve en los subsidios a las escuelas religiosas. Y yo no discuto si hay escuelas que quieren enseñar religión, pero no tienen que estar subsidiadas por el Estado.
Sabrás que hay mucha preocupación entre los integrantes del Programa Raíces, que ha repatriado a cientos de científicos, por el futuro del proyecto.
Yo estaría preocupado. Porque si el porcentaje del presupuesto dedicado a la ciencia va a disminuir, en lugar de traer gente de afuera van a pagar los sueldos de acá. Pero esas son conjeturas. Hablemos de números entonces. La tarea ahora no la tiene Lino Barañao. La tienen los legisladores, que no tienen que aprobar este presupuesto. Pero además, si esta es la tendencia, lo que hay que hacer es cambiar el rumbo. Esto no es que les salió mal por error, ni es la pesada herencia. Es una decisión política. «
Se va de la Televisión Pública
«El programa de ciencia que vengo haciendo en la Televisión Pública hace 15 años no lo voy a hacer más», adelanta a Tiempo Adrián Paenza, el hombre que en 2014 fue reconocido como el mejor divulgador del mundo en matemática. «Voy a anunciarlo el martes, pero ellos ya lo saben. Se va a seguir viendo lo que está grabado pero no lo voy a hacer más. Y no es por ellos: la gente del canal se portó una barbaridad y me importa aclararlo para que no quede como que hay censura. Al contrario, el director artístico de Canal 7 quiere que siga. Pero la decisión es mía, porque en los últimos años hice un programa en el que discutíamos proyectos. Como la cantidad de dinero no era infinita, había que ver dónde lo poníamos: en nanotecnología, robótica, biogenética. Había que hacer una lista de prioridades, y eso es hacer política. Pero ahora estamos discutiendo los sueldos en lugar de subir el porcentaje de PBI para ciencia y tecnología.
Cuando subió Néstor estaba en el 0,4%; cuando se fue Cristina estaba en 0,75%, casi el doble. ¿Era suficiente? No, pero era una pendiente positiva con el objetivo de llegar al 1 por ciento. Macri promete el 1,5%, pero el primer proyecto de presupuesto que manda tiene un 0,59 por ciento. Frente a eso, yo tendría que hacer un programa tipo Día D pero científico. Vamos a estar hablando de que no alcanza para los subsidios, que la gente que regresó al país se quiere ir, que no hay nuevas posibilidades para becarios, que ahora hay una estampida de cerebros. Es un programa que habría que hacer, pero no es Científicos Industria Argentina. Yo tengo 67 años, y como la gente se sigue jubilando, es importante que haya nuevas voces. Así que van a venir otros y lo van a hacer mejor.»