Pablo de Muner cambia el agua, acomoda las flores, y recibe propinas. A veces 50 pesos, otras apenas dos. Al chico le servirán para comprarse botines, aunque no piensa en ser futbolista a mediados de los 90. Comparte “un tiempo exclusivo” con Antonio, su padre, cuidador en el cementerio de Flores. Y, dice ahora De Muner, aprende “la cultura del trabajo, el esfuerzo que hacen los padres”. A los 43 años, después de haber dirigido a Independiente Rivadavia y a San Martín de Tucumán en el Nacional y a All Boys en la B Metro y de experiencias en Chile (O’Higgins), Paraguay (Guaraní) y Perú (Melgar), De Muner alcanzó la Primera de Argentina: es el entrenador de Defensa y Justicia, que debutará el jueves en el Apertura ante Banfield en Florencia Varela, y que en 2025 jugará la Copa Sudamericana (octavo año seguido en copas continentales). “Tomate” De Muner, formado como defensor en Argentinos Juniors, quería retirarse joven para andar el camino como DT: a los 27 años empezó el curso, pero se retiró a los 36 en Barracas Central.
-¿Cómo se moldea a un futbolista?
-Les digo mucho a los profesionales que nunca tenemos que perder el corazón amateur, lo que nos llevó a ser futbolistas. Les pregunto: “¿Por qué empezaron a jugar al fútbol?”. Todos dicen: “Porque me gustaba”. “Eso no lo podemos perder”. Después, ese corazón amateur se choca con el profesionalismo, que es importante, pero no la esencia. La esencia siempre es el corazón amateur, lo que te mantiene vivo. La vas perdiendo por culpa de los entrenadores, de los representantes, de los dirigentes. Esa esencia del futbolista, a veces, cambia por las presiones y el contexto, a veces de manera positiva, también. Pero otras de manera negativa, y te aleja del disfrutar donde estás. Cada tanto hay que pararse y mirar hacia atrás, valorar dónde estamos. Nosotros todo el tiempo miramos hacia arriba y hacia dónde queremos ir, proyectamos. Eso muchas veces no te deja enfocarte en el día a día.
-¿El entrenador asfixia al futbolista de tanta exigencia?
–El entrenador quiere dominar todo por su propia tranquilidad. Quiere expresar todo para decirle después al futbolista: “Te dije todo y pasó esto”. Y a veces es confiar en lo que se hace, estar seguro de la metodología, de lo estratégico, lo táctico, lo humano, de la gestión. Tenés que confiar más y no estar sobremarcando todo el tiempo. A todos nos pasa. Es como cuando querés preparar una cena especial para alguien y que no te falte nada, y estás todo el tiempo pendiente de esto, de lo otro, que ningún detalle se te vaya. A veces nos sobrepasamos y terminamos asfixiando al futbolista. Hay mucha información, datos, imágenes. Hay que mecharlas bien, en qué momento hacerlo. Y hay distintos planteles, jerarquías, ligas. Hoy el futbolista argentino comprende mucho más, enseguida, sólo con ver tres minutos alguna imagen o en una charla.
-“Los entrenadores no mandamos dentro del campo: el que manda es el juego”, dijiste.
-¿Cómo aprende el futbolista? Jugando. Cuanto más juegue, hará el contexto de ese jugar. Es tarea de los entrenadores prepararlo en los entrenamientos lo más similar a lo que te haga jugar o te lleve a tener un crecimiento en lo que buscás. Tratar de no ser repetitivo, de incentivar todo el tiempo a ese juego, ir de lo más simple a lo más complejo para que el jugador gane en confianza, para que crea, y después enlazar ese rulo, un pedacito de cómo trabajamos en un entrenamiento con un pedacito del partido, y desarrollarlo para que saquemos ventaja comparándolo. Cuando encontrás en el partido esa secuencia del juego que ensayaste y dio resultado, ya está, tenés cosas ganadas. Las secuencias de juego que podés llegar a ver son infinitas. Enlazarlas es una forma de desmenuzarlas y que el jugador comprenda ese jugar. Y ahí hacemos un rulo, ya sea para algo positivo o negativo, en el sentido de corregir. Y creamos hábitos de acuerdo a las variantes del juego.
–Existe un debate entre “posicionismo” y “relacionismo”.
-El fútbol, en la fase defensiva, evolucionó muchísimo. Es mucho más precisa que la ofensiva. Y es abismal la diferencia, claro. Pero en la defensiva, si tenés precisión en los movimientos, en los corrimientos, en la tensión, en la concentración, en cómo trabajar ese bloque, tanto bajo como medio, es muy difícil no tener un equipo sólido. Cuanto más preciso seas, más efectivo vas a ser. La parte ofensiva es infinita. Ahí, cuanto más juguemos, más libertades tengamos, más riesgos asumamos, mejor nos va a ir, más posibilidades vamos a encontrar, más variantes vamos a descubrir. El tema está en acertar en la toma de decisiones en cada momento, lo más difícil del fútbol. Ahí veo un cambio. Argentina salió campeón del mundo volviendo a las raíces. Volver a jugar con mediocampistas y no con tantos wines nos dio lo que todos queríamos. Y lo hizo jugando a veces con un mediocampista a la derecha, con un extremo del otro lado. Fue variando, a veces no tan posicional, con jugadores entrando y saliendo de las posiciones, sin pisárselas. En estos cuatros meses en Defensa implementé algo de eso y encontramos nuestra mejor versión en base a eso. No es “posicionismo” o “relacionismo”. Pueden ir de la mano. A veces nos peleamos, discutimos solo para ver quién tiene razón. Es un gran problema no sólo en el fútbol, sino en la vida en sociedad. El “relacionismo” lo veo como una evolución en la parte ofensiva.
-Dirigiste en un partido a la Primera de Defensa tras la salida de Hernán Crespo en 2021, cuando eras el DT de la Reserva. Minuto 75, 2-2 ante Huracán. Entran Tomás Martínez y Gabriel Hachen. Minuto 76, combinan y gol, el 3-2 final. Muchos dijeron: “La mano del DT”.
–El fútbol es de los futbolistas: lo fue, lo es y lo será. Hay muy buenos entrenadores, pero no existe un entrenador más importante que un futbolista. A los futbolistas los invito a crecer. Y más en esta plataforma ideal que es Defensa. Si ellos mejoran, mejoro como entrenador, y no viceversa. La mejora del entrenador va por sus futbolistas. Pero si el futbolista no tiene intenciones reales de entrar en ese día a día, como entrenador estás frito. Igual si no encontrás incentivarlo. Es difícil que un jugador te diga: “No tengo ganas de mejorar”. Pero el deseo primero tiene que estar en ellos, porque en ese proceso de aprendizaje te vas a encontrar situaciones incómodas y dolorosas. Hay jugadores que su comprensión del juego es inicial. Hay otros que ya comprenden el juego. Es lo más difícil para el futbolista. Empecé a comprender el fútbol jugando casi a los 33 años. Me agarró el Gato (Salvador) Daniele en Barracas Central y me enseñó a perfilar. Perfiles defensivos, cómo poner el pecho en relación a la pelota, si está “cubierta” o “descubierta”, si hay presión o no sobre la pelota. No los sabía. Hoy los vuelvo locos a los defensores con los perfiles. Tienen que entrar perfilados al ascensor.
Don Pablo De Muner 🫡 pic.twitter.com/uHMuAGh6fL
— Defensa y Justicia (@ClubDefensayJus) December 4, 2024
-Durante la pandemia, con el plantel de la Reserva de Defensa armaron un campeonato de monografías. En San Martín de Tucumán abrieron una biblioteca en la pensión del club. ¿Leer hace también a un futbolista “inteligente”?
-Sí. Vengo de una familia de clase media-baja. A nivel cultural, muy poco. Me gustaría saber mucho más de lo que sé. A veces reniego con todo ese conocimiento. Pero me tocó descubrirlo de grande, con la gente que me fue rodeando en la formación, que me incentivó. Pero es difícil hacerlo un hábito. Y también me pasa que, a la hora de leer, los pensamientos que me trae ese leer me llevan a lugares o me surgen ideas y necesito anotarlas, y cuando me quiero dar cuenta, leí poco. Lo que nosotros hacíamos en otros clubes, también, era meter una nota semanal de interés, sobre todo del fútbol argentino. Alguna historia de vida, sobre el cuidado personal, del juego, de algún referente. La imprimíamos y la poníamos a disposición de los chicos para incentivar ese espacio. En pandemia hicimos miles de cosas extraordinarias con la Reserva de Defensa. Charlamos temas que en mi casa eran tabú, como la dictadura, Malvinas, el racismo. Los descubrimos con los chicos.
-A veces nos olvidamos de que tratamos con personas. Se avanzó bastante a nivel social. La gente, los entrenadores y los dirigentes lo comprenden más. El contexto del futbolista es bravo, sobre todo en la preparación. Hablo mucho con Marcelo Roffé, psicólogo deportivo: “Escribiste un montón de libros, ¿por qué no escribiste un libro de los futbolistas que no llegaron?”. Nos olvidamos. Todos los clubes te preparan para llegar y resulta que uno de cada 100 se hace profesional y hay 99 que no. Los clubes hacen, pero deberían hacer mucho más en ese sentido. Defensa dejó libre a (Lautaro) Vargas, el 4 que hoy está jugando en Unión, y de muy buena manera. El chico por ahí necesitaba hacer ese clic para después desarrollarse, darse cuenta de que si no cambiaba actitudes iba a ser muy difícil ser profesional. Las cambió, las entendió y tuvo su oportunidad. Pero la mayoría de las veces no la tenés.
-Jugaste en Unión San Felipe y dirigiste a O’Higgins. ¿Qué son los clubes sociedades anónimas en Chile y, a partir de esa experiencia, cómo ves lo que se plantea en Argentina?
–Veo que todo se vuelve mucho más frío, mucho más para lo que estamos acostumbrados los argentinos. En Argentina es bastante difícil por la relación que hay con la gente, con el socio. El socio hace muchas cosas en silencio, ayuda a los clubes desde distintos lugares. En Defensa, Valentina Lemme, hija de Diego (el presidente), no te imaginás las cosas que hace, y el club no las publica. Está cerca de los chicos de la pensión, hace talleres de violencia de género, invita a los veteranos de Malvinas para que den una charla, y otros clubes, como Argentinos, también lo hacen. Algunos invierten plata ahí, pero otros lo hacen desde la gestión, y no digo que se puede llegar a perder eso, pero esa cercanía del socio, poniendo su granito de arena para que su club crezca, es algo que no podemos perder. Después, a nivel instalaciones y estructura, hoy la mayoría de los clubes de Primera tiene su predio y su complejo y su inversión en inferiores. Esa formación no se apaga nunca; al contrario. Con una sociedad anónima se podría llegar a perder, que es un poco lo que dicen los chilenos que les pasó. Por lo que estamos acostumbrados, hoy las veo muy difíciles. En Argentina siento que siempre van a haber futbolistas, pero no sé si van a estar tan incentivados como lo están ahora. Hoy en el fútbol argentino se valoran hasta los planteles de Reserva. Hace cinco años no se valoraban. Por el 9 de River, de Racing, de Defensa, te llaman clubes de Primera o del Nacional para que se los prestés. Lo mismo con el jugador del Ascenso, que es común que pegue el salto.
💚💛💚 ¡Bienvenido a tu casa, Pablo! pic.twitter.com/IauZyLwSST
— Defensa y Justicia (@ClubDefensayJus) August 28, 2024
-En Defensa, el empresario Christian Bragarnik, dueño del Elche de España, incide. Sin embargo, Bragarnik dijo: “Los clubes tienen una importancia sociocultural muy importante, con colegios y disciplinas. Cualquier SAD que pueda incorporarse va a querer sacar esas actividades y ahí entrás en un choque cultural”.
-Es evidente la relación de Christian con Defensa, con la familia Lemme. Pero Defensa va más allá de la ayuda de Christian en gestiones. Tiene que ver con la manera en que administra la plata, cómo arma su plantel, los entrenadores que lleva. No se mueve del presupuesto. No va a gastar más porque vendió por 12 millones. Esa plata la va a tener, a invertir, a hacer obras, pero no va a aumentar el presupuesto el 50%. Entonces ves que a (Santiago) Ramos Mingo lo contrataron por un mensaje de Instagram cuando ni siquiera jugaba en Bélgica (Leuven) y lo acaban de vender en 8 millones de dólares (al City Group), venta más cara de la historia del club. Y después está el ADN de Defensa, con entrenadores con una metodología parecida, con matices, pero con un modelo de juego. Y, cuanto más entiendas los pilares del modelo, más beneficio vas a tener. No digo que comprendas todo de manera consciente, porque hay muchos jugadores que inconsciente lo hacen muy bien y tampoco queremos sacarle lo natural, sino tratar de agregarle. La característica de los jugadores que llegan a Defensa es que desde lo técnico son generalmente buenos. Tienen ese cariño por la pelota, esa apreciación por el pase y el control, por la ubicación. Y después, llegás para jugar, no te hace falta nada. Y el desarrollo te puede depositar en lugares inesperados. Pasó con Lisandro Martínez, con Enzo Fernández, ahora con Ramos Mingo.
-En los últimos cuatro años, 32 clubes jugaron en Primera: el 60% estuvo a tres partidos de salir campeón. ¿La “competitividad” del fútbol argentino menosprecia el bajo nivel?
-El fútbol argentino, con 20 o 30 equipos, va a ser competitivo. Es la naturaleza nuestra. Ser competitivo no significa que sea atractivo. Hay partidos muy buenos, que te sentás y ves los 90 minutos, como muchos de los del Racing de Costas, que ataca con mucha gente, que hace y le convierten goles. Hay partidos “tácticos”, no tan atractivos, pero sí para los entrenadores por el planteo, los detalles. Y después hay otros que no podés mirar, te aburrís, sabés que si te perdés 15 minutos nada va a cambiar. Pero el futbolista argentino es súper buscado. Las inferiores no paran y hoy el proceso se aceleró muchísimo: un futbolista, con seis meses en Primera -no un año, dos-, se va. Por todo ese contexto es muy difícil decir que el fútbol argentino no es atractivo; a veces es un poquito más, otras menos.
-No todo es saludable en esa “naturaleza” competitiva.
-El futbolista, desde el primer día que rueda la pelota en una escuelita, compite. Te enseñan a competir todo el tiempo. Hoy no podés ir a ver un partido de baby. El negocio se volvió tan grande que un nene de 14 años es jefe de familia y cobra un viático y gana más que el padre y toma decisiones. Tenemos que mejorar: no podemos competir por quién tiene el mejor auto, el perfume, la zapatilla. Como futbolista, renegaba. Iba por otra corriente, no estaba de acuerdo con posturas de mis compañeros. Ir a un restaurante y, por ser futbolista, tener el privilegio de sentarte en la mesa y que no te quieran cobrar. Me doy vuelta y me voy. Me da mucho pudor; lo ponen en una situación al futbolista que muchos la aprovechan y está bien, pero no debería ser así, no me gusta nada.