Robert Francis Kennedy era uno de los hermanos menores de John Fitzgerald y el hombre de más confianza en su círculo íntimo. Heredero de una dinastía política regenteada desde las sombras por Rose Fitzgerald Kennedy y un poco menos por Joseph Kennedy, los padres del primer presidente católico en la historia de Estados Unidos, fue asesor de su hermano y luego, cuando JFK llegó a la Casa Blanca, Fiscal General de los Estados Unidos, lo que para los argentinos sería el Procurador de Justicia. JFK fue baleado, como se sabe, en una gira por Dallas en circunstancias por demás controvertidas, el 22 de noviembre de 1963.
Los hermanos fueron claves al maniobrar la Crisis de los Misiles, que estuvo a punto de llevar a una guerra de imprevisibles consecuencias con la Unión Soviética en 1962, que había llevado armamento de alcance medio R-6 en Cuba. RFK también, fue el que llevó adelante la transición del gobierno hacia el vicepresidente, Lyndon Johnson, cuando JFK fue declarado muerto, y se mantuvo por nueve meses en la nueva gestión.
Johnson fue reelecto en 1964 y RFK renunció a la fiscalía pare ser senador por Nueva York. Luego, en 1968, se postuló para las primarias de los demócratas. A la sazón tenía 43 años, la misma edad que JFK cuando se convirtió en candidato, en 1960.
Como Fiscal General había firmado la orden de vigilancia sobre los movimientos por los derechos de los negros, entre los cuales estaba Martin Luther King. La disculpa que ofrecen los historiadores que lo querían bien es que se limitó a aceptar el pedido del jefe del FBI, Edgard Hoover, un notorio anticomunista que veía revolucionarios por todas partes.
Pero no hay constancia de que RFK hiciera algún resguardo sobre la privacidad del líder religioso o evaluara qué tipo de seguimiento estaba permitiendo.
El 4 de abril de 1968 Martin Luther King fue baleado cuando se asomaba a un balcón en un hotel de Memphis, Tennessee, por un presunto asesino solitario. 32 días más tarde, el propio Robert Kennedy caería bajo las balas de un criminal que dejaría más sospechas que certezas. Igual había ocurrido 1657 días antes cuando su hermano resultaría malherido en la cabeza por los disparos que se le atribuyeron a Lee Harvey Oswald.
En el caso de RFK, unas horas antes había ganado la nominación para la candidatura a presidente y caminaba por los pasillos del hotel Ambassador, de Los Angeles hacia la cocina del edificio, entre una multitud, cuando recibió varios disparos de revólver calibre 22.
Fue apresado en el lugar un joven de 24 años, Sirhan Bishara Sirhan, de origen palestino.
Sirhan confesó el homicidio y fue condenado a cadena perpetua. Todavía vive y presentó varios pedidos de revisión de su caso para salir en libertad condicional. La última vez que se lo negaron fue hace dos años.
En una sociedad propensa a las teorías conspirativas, pero donde las conspiraciones existen, son muchos los que le ven un papel secundario a Sirhan en el asesinato de RFK. Es así que en la audiencia de febrero de 2016 Paul Schrade, un amigo íntimo de los Kennedy que estaba al lado de RFK aquella trágica noche, aseguró que el disparo que él mismo recibió provenía del arma que empuñaba Sirhan. Pero que precisamente por eso está convencido de que al Robert Kennedy no lo mató el palestino.
Schrade declaró (tras mostrarse arrepentido de haber esperado 48 años) que: El Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) y la Oficina del Fiscal del Condado de Los Ángeles (LADA), sabían dos horas después del disparo fatal de Robert Kennedy que este había sido efectuado por un segundo pistolero y tenían pruebas concluyentes de que Sirhan Bishara Sirhan no pudo hacerlo y no lo hizo. El acta oficial muestra que la fiscalía nunca tuvo un solo testigo -ni evidencias físicas ni balísticas- para probar que Sirhan disparó a Robert Kennedy. Las evidencias, guardadas bajo llave durante 20 años, muestran que el LAPD destruyó las pruebas físicas y escondió las evidencias balísticas que exoneraban a Sirhan, encubriendo la existencia de un segundo pistolero, que fue el que hirió fatalmente a Robert Kennedy.
En una investigación de Shane O’Shullivan en el libro ¿Quién mató a Bobby, se explica que la autopsia de RFK mostró cuatro balazos, uno mortal en la cabeza. Pero además hubo otras cinco personas heridas por distintos proyectiles.
Como había pasado cuatro años y medio antes, el problema a explicar era el derrotero de una de las balas. Porque se computaron 9 disparos de un arma que solo carga 8 plomos. Entonces, en un arranque de creatividad balística, el investigador del caso, Deawayne Wolfer, dijo que el proyectil que impactó en Schrade en la frente había atravesado antes la hombrera de la chaqueta de Kennedy y subió en un ángulo de 80 grados hacia arriba.
El problema es que hay testigos que dijeron que Schrade cayó antes que RFK. Y sobre todo Scharede, afirma que vio cuando Sirhan le disparaba.