Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría y uno de los invitados de honor a la asunción de Javier Milei a la presidencia argentina en aquel caluroso 10 de diciembre pasado, se convirtió para los líderes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en el enemigo público Nº1. Y todo porque desde que asumió la presidencia pro témpore del Consejo de la Unión Europea, el 1 de julio, se propuso emprender, por las suyas ciertamente, una ronda de encuentros con los jefes de estado de Ucrania, Rusia y China para lograr una salida pacífica a la guerra en el este europeo. Para colmo, aprovechó la cumbre por los 75 años de la OTAN en Washington y mantuvo un encuentro con Donald Trump donde también hablaron de ese tema. En su cruzada, también puso en la mira de los más belicosos dentro de la alianza atlántica al mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, que dijo estar dispuesto a favorecer una nueva mesa de diálogo como la que pudo terminar con el conflicto hace dos años y fue frustrada por el entonces premier británico Boris Johnson.
Orbán, un ultraconservador que en abril pasado ganó por un poquito más del 54% de los votos su quinto periodo consecutivo, inició su gira en Kiev, donde se reunió con Volodimir Zelenski un día después de asumir el cargo rotatorio en la UE y le propuso declarar un alto el fuego para facilitar conversaciones con los rusos. El presidente (MC) ucraniano respondió unos días más tarde que la tarea de mediador le correspondería a alguna potencia mundial, como China o EE UU. En Moscú, el húngaro declaró que «la guerra Rusia-Ucrania, además de la pérdida de vidas y una terrible destrucción, amenaza con volver a dividir el mundo en bloques» y agregó que a Hungría «le interesa mantener relaciones económicas abiertas, pacíficas y dinámicas con todos los países del mundo».
La primera en poner el grito en el cielo esa vez fue la primera ministra estonia Kaja Kallas, quien aseguró que Orbán no representa a la UE. Luego salieron a pegarle en fila desde la líder del partido Socialdemócrata sueco, Magdalena Andersson, hasta el vocero del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, Sebastian Fischer, quien coincidió en la necesidad de derrocar a Orbán de la UE por el “gran daño” que ya ha causado “en 12 días” a la organización.
Es que al tiempo que en el documento final de la cumbre otanista pone en la mira a China por su rol de “facilitador decisivo de la guerra de Rusia contra Ucrania a través de su llamada asociación ‘sin límites’ y su apoyo a gran escala a la base industrial de defensa de Rusia”, Orbán se reunía en Beijing con Xi Jinping. El presidente chino declaró a la tevé de un modo si se quiere naïf, que «a todas las partes les interesa buscar una solución política mediante un pronto alto el fuego». Un mensaje que contrasta no sólo con el texto que firmaron los jefes de estado de la OTAN sino con la irritación que causa la tarea que se propuso el ultraconservador.
Orbán, a todo esto, subió un video a su cuenta de Facebook en el que afirmó: «La OTAN fue constituida hace 75 años para proteger la seguridad de sus miembros. Sin embargo, ahora parece haber abandonado su objetivo original, comportándose cada día más como una organización de guerra». En Telegram y X, en tanto, celebró su reunión con el candidato republicano en su residencia veraniega. «Misión de paz 5.0. Ha sido un honor visitar hoy al presidente Trump en Mar-a-Lago (Florida). Hemos hablado sobre las formas de hacer la paz. La buena noticia del día: ¡Lo va a solucionar!».
El compromiso de la OTAN de mayor inversión en la industria bélica y continuar sosteniendo a Ucrania con otros 40.000 millones de dólares parece haber preocupado a las cúpulas militares y los titulares de la cartera de defensa de Estados Unidos y de Rusia, Lloyd Austin y Andréi Bieloúsov, mantuvieron una conversación telefónica en la que, señala la agencia Sputnik, «discutieron cómo prevenir las amenazas a la seguridad y reducir el riesgo de una posible escalada». Un cable de Europapress informa que la portavoz adjunta del Pentágono, Sabrina Singh, confirmó la charla al destacar la importancia de «mantener las líneas de comunicación» abiertas en una situación como la actual. El líder turco, por su parte, declaró tras su intervención en la capital estadounidense, que si bien apoya la integridad territorial y la soberanía ucraniana, “he hecho hincapié en que no debe excluirse la diplomacia y que las negociaciones no significan rendición”, ratificando su postura de que “nunca se debe permitir que la OTAN se convierta en parte de la guerra” en Ucrania. Y volvió a ofrecer Estambul como sede para una nueva mesa de negociaciones.