Lejos de pacificar Siria, la caída de Bashar Al Assad y la instauración de un nuevo gobierno de transición islamista no detuvo la violencia en el país, que cumple estos días 14 años de luchas entre distintos grupos, con el registro de una nueva oleada de matanzas derivadas de enfrentamientos entre las actuales fuerzas de seguridad y leales al antiguo régimen derrocado el pasado diciembre.

El conflicto tiene tal resonancia que el viernes último el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se vio en la posición de instar a las autoridades de transición a proteger a todos los ciudadanos sirios, independientemente de su etnia o religión, y ha pedido que el proceso político en el país sea «inclusivo» y sea liderado por los propios sirios. De la misma forma, condenó la «violencia perpetrada en las provincias de Latakia y Tartús desde el 6 de marzo, que incluyeron matanzas masivas de civiles, particularmente de la comunidad alawí», vinculada al expresidente Al Assad.

«Expresa su profunda preocupación por el impacto de esta violencia en la escalada de tensiones entre las comunidades de Siria, y pide a todas las partes que cesen de inmediato toda violencia y actividades incendiarias y que garanticen la protección de todos los civiles, infraestructura civil y operaciones humanitarias», agregó el Consejo.

Finalmente, recordó a Siria su obligación de respetar los Derechos Humanos, mientras que ha instado a todas las partes a «garantizar el acceso humanitario pleno, seguro y sin trabas a los afectados» por el conflicto. Asimismo, ha pedido un «trato humano a todas las personas, incluyendo a aquellas que se hayan rendido o hayan depuesto las armas».

Esto se produce después de que el presidente de transición, Ahmed al Shara (conocido por su nombre de guerra Abu Mohamad al-Jolani), ratificara un texto constitucional que especifica que el islam es la religión del Estado. El documento mantiene la jurisprudencia islámica como «principal fuente de legislación». Asimismo contempla «la libertad de opinión, expresión, información publicación y prensa», así como el derecho de las mujeres a trabajar y recibir educación, entre otras cuestiones.

Al Shara-Al Golani es la figura principal del grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la liberación del Levante), que lideró la ofensiva contra Al Assad y logró derrocarlo en apenas dos semanas, y que luego de la toma de Damasco se instauró como Gobierno de Salvación.

Esas autoridades tuvieron en principio el visto bueno de algunas potencias, pese a su pertenencia original al grupo extremista Al Nusra, un desprendimiento de Al Qaeda, y a sus antecedentes vinculados con crímenes atroces. Es así que EE UU ahora revocó la recompensa de 10 millones de dólares que ofrecía por la captura de «Abu Mohammed al-Jolani». HTS ahora declara haberse distanciado de Al Nusra y también asegura que disolverá la milicia del HTS.

En tanto, las autoridades autónomas kurdas en el noreste de Siria no aceptan el gobierno transitorio porque no refleja la «diversidad» del pueblo sirio» e «incluye disposiciones y un estilo tradicional similar a los estándares y criterios seguidos» por el régimen de Al Assad.

La semana pasada se registraron enfrentamientos con milicianos leales a Al Assad en el oeste del país, en los que habrían muerto cerca de 1400 civiles, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, incluidos cientos de ejecutados por las fuerzas de seguridad sirias. Entre los muertos hay, según la organización, unos 745 civiles que habrían sido asesinados «a sangre fría» en unas 30 «masacres» sectarias dirigidas contra la minoría alawita.

Por el conflicto que se disparó en 2011 tras la represión a la llamada “primavera árabe”, Siria se convirtió en el país con mayor cantidad de desplazados en el mundo. Más de 5,5 millones de refugiados sirios residen en países vecinos, entre ellos Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. Alemania, que acoge a más de 850.000 sirios, se ha convertido en el mayor país de acogida de los refugiados que escaparon de Medio Oriente.

El conflicto interno se da en el marco de la lucha conjunta que el gobierno interino encaró junto con Irak contra el grupo terrorista Estado Islámico y mejorar así la «seguridad» a lo largo de la frontera entre los dos países.

Las nuevas autoridades de Siria apuestan a «reforzar la cooperación» con el Gobierno iraquí para impulsar la lucha, según declaró el ministro de Exteriores de Siria, Asaad al Shaibani, durante su visita a Irak, donde se reunió con su homólogo, Fuad Husein, al que garantizó que «una asociación fuerte entre Irak y Siria contribuirá a la reconstrucción de la región». «