En el peor momento de nuestra economía, que se observó durante la crisis de fines del 2001, la sociedad presenció la aparición de una serie de experiencias que desarrollaron una economía de subsistencia de los sectores populares. Sin lugar a dudas, la cooperativa de trabajo fue la más generalizada y viable de estas experiencias. La más sólida que pudo permanecer en el tiempo.
En realidad, el cooperativismo de trabajo existía desde hacía medio siglo y, para el año 2000, ya habían comenzado a desarrollarse recuperaciones de empresas por parte de los trabajadores. Sin embargo, fue en ese momento que la sociedad lo descubrió como alternativa concreta a los tremendos problemas de desempleo y exclusión que la economía neoliberal generaba.
Años después, los índices de desempleo alcanzaban el 22% y los bolsones de pobreza, marginación y miseria determinaban el principal problema a resolver en la Argentina y quizás el peor de todos: la desaparición de la cultura del trabajo en nuestra población.
Fue entonces que, desde el propio Estado, se iniciaron políticas de reactivación de la economía a partir de la demanda pública y la inyección de recursos para fomento del mercado interno. Dentro de esas medidas, estuvo contemplado el inicio de programas que conformaban cooperativas con trabajadores desempleados que, luego de la capacitación necesaria, se encargaban de la construcción de obras de menor a mayor envergadura.
Este hecho presentó una polémica ideológica que aún hoy subsiste. Algunos sectores de la sociedad descreyeron y negaron estas cooperativas, argumentando que no habían sido creadas por propia iniciativa de sus integrantes y que tendrían dependencia total de las contrataciones del Estado. Mientras que otros consideraron despectivamente a estos trabajadoresdiciéndoles planeros, que eran para ellos una especie de vagos subsidiados.
Sin embargo, y aun a pesar de estas conceptualizaciones, las cooperativas no solo pudieron mantenerse en el tiempo y superar sus problemas iniciales, sino que además se profesionalizaron, aumentando su capacidad técnica y organizativa pudiendo verse a lo largo y ancho del país miles de obras realizadas, aunque los medios de prensa no les dediquen ni siquiera algún párrafo.
Muchas veces se argumenta en contra de la dependencia del Estado, pero la realidad es que todo el sector de la construcción la tiene. No podríamos imaginar la construcción de un camino o una obra hidráulica sin el Estado como contratante. En este sentido, las cooperativas de construcción no son una excepción.
Es justo reconocer que en estos años hubo que trabajar mucho para deshacer concepciones que distorsionaron el funcionamiento de los programas. Existieron gobiernos locales que participaron en la ejecución, que no dieron a las cooperativas el rol que se había planificado. Como también hubo varias experiencias que fracasaron. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, se corrigió la mayor parte de los problemas.
Se construyeron miles de viviendas, muchas en condiciones que ninguna empresa comercial habría aceptado. Un claro ejemplo de esto son las obras que se llevaron a cabo en las comunidades de pueblos originarios del norte argentino bajo circunstancias muy duras (ver contratapa). Además, se mejoraron edificios públicos, plazas, calles, obras de saneamiento. Las cooperativas pudieron equiparse con las herramientas suficientes para continuar trabajando y realizando obras privadas.
Miles de desempleados aprendieron oficios, a gestionar su cooperativa, recibieron capacitación en temas como seguridad laboral y salud. Pero lo más importante es que ellos y sus familias se integraron a la sociedad y al mundo del trabajo.
Existen también muchas experiencias en que las cooperativas más pequeñas se organizan con otras constituyendo agrupaciones o federaciones, y de esta manera comparten las herramientas, maquinarias y técnicos, logrando así la posibilidad de encarar obras de mayor magnitud.
Siguiendo esta línea y para potenciar una articulación que permita la competencia dentro del mercado, desde la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo se instrumentó una Red de Construcción Cooperativa que ha realizado importantes obras como las refacciones del edificio del Congreso de la Nación y su anexo, la construcción del polo industrial y la reconstrucción del centro recreativo nacional de Ezeiza, el reacondicionamiento del complejo hotelero de Embalse Río Tercero, reacondicionamiento del Hospital Español de La Plata, además de la construcción de barrios de viviendas, cordón cuneta, obras de agua y cloacas a lo largo y a lo ancho de todo el territorio nacional.
Durante los últimos años, las cooperativas de trabajo han participado de diversos programas financiados por el Estado nacional, enmarcados dentro del Programa de Ingreso Social con Trabajo del Ministerio de Desarrollo Social que fomenta la demanda de obras, bienes y servicios por parte de la sociedad que se canalizan hacia las cooperativas de trabajo.
Uno de los más importantes es el programa de integración socio-comunitario (ex Emergencia Habitacional) que, además de la construcción de vivienda, apuntó al mejoramiento urbano de barrios periféricos y ha logrado mejorar a lo largo de los años, adaptándose a las diferencias y necesidades de cada territorio provincial.
No se debe olvidar la responsabilidad social que cada trabajador cooperativista toma con su trabajo, razón por la cual todas las obras comprometidas se han terminado en tiempo y forma sobrepasando todas dificultades planteadas. Porque además de un trabajo, ser cooperativista significa tener un compromiso con la comunidad.
Parecería que estamos hablando de un pasado en el que todo fue mejor, porque lamentablemente, estos programas no han sido contemplados por el actual gobierno. Estamos ante el dilema de que las autoridades reconozcan esas capacidades y el importante efecto que tienen en la distribución de la riqueza y en la justicia social, liberando las decisiones de prejuicios e intereses sectoriales.
Las cooperativas de construcción no han sido tenidas en cuenta por la prensa, ni tampoco consideradas por investigadores y estudiosos con la misma intensidad que tuvieron otras experiencias de la economía social. Sin embargo, son las que están liderando la toma de conciencia de una vocación transformadora, de organización e integración. Pero por sobre todo, el entendimiento de que solamente con una lucha colectiva y con solidaridad se pueden mejorar las condiciones de vida del conjunto.