«Un par de zapatillas, si son usadas se pueden cambiar por cinco o seis productos; si son nuevas, entre ocho y diez; y si son originales, por 12 y hasta 15 productos, que es el tope que ponemos acá. Y se cambian por leche, aceite, azúcar, fideos, arroz, galletitas, productos de limpieza… Lo que más busca la gente es leche en polvo y pañales, que es lo que más cuesta», cuenta Emilce Bravo, y explica: una leche La Martona, por ejemplo, es un producto; un aceite de litro y medio equivale a tres productos; un maple de huevos, cuatro; y un paquete grande de pañales, cinco.

La matemática popular del trueque ocupa un territorio cada vez más vasto, en un clima de penuria económica que no da tregua. Como en 2001 y 2002, el intercambio de bienes sin dinero de por medio viene imponiéndose en plazas del Conurbano al ritmo de la crisis macrista. Según un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), casi la mitad de las personas que asisten regularmente a estas ferias llegó en los últimos tres años. «En este contexto, las ferias (y en muchos casos las plazas públicas) son ocupadas por grupos de nuevos desocupados/as, amas de casa, jubilados/as y pensionados/as, o simplemente trabajadores y trabajadoras que no llegan a fin de mes y buscan una salida a sus problemas económicos», describe el estudio (ver recuadro).

Pero el actual escenario de fuerte pérdida del poder adquisitivo le agrega al fenómeno características novedosas: hay cada vez más ferias dedicadas casi exclusivamente a cambiar prendas y objetos por comida. Nada extraño en un país en el que uno de cada tres habitantes sufre inseguridad alimentaria.

Las lluvias de jueves y viernes dejaron su pesada herencia de barro en la plaza detrás de la Unidad de Pronta Atención (UPA) de Villa Fiorito, en Recondo y Camino Negro, pero el sábado salió el sol y unas 300 personas animan una feria muy particular. Emy Bravo camina entre los que tiraron sus mantas en las partes secas. Es una de las administradoras de un grupo cerrado de Facebook que se llama «Trueque!! Sin dinero sólo x alimentos!! (Fiorito, Lomas de Zamora)», creado en abril de 2017, que ya tiene más de 78 mil miembros.

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(Foto: Eduardo Sarapura)


«Somos tres administradoras y cuatro moderadoras, todas mujeres», dice Emy, que tiene 31 años y vive sola con sus tres hijos, tres varones. En el actual marco de pérdida de empleo, el segmento de las mujeres jóvenes es el más perjudicado, con una tasa del 23% de desocupación. «Nosotras vamos contestando los comentarios y aprobamos las publicaciones, siempre que respeten las reglas».

Que son sencillas pero inflexibles. Nada se vende. No se intercambia alcohol ni medicación, tampoco celulares ni tablets, tampoco animales. Se publica la foto del artículo: ropa nueva o usada, utensilios de cocina, juguetes, electrodomésticos usados, etc. El primer comentario en Facebook, tras la publicación, tiene prioridad. Si no se arregla con el primero, se espera media hora para pasar al siguiente, siempre respetando el orden. No se arregla «por privado» ni se pasan números de teléfono, todo debe ser visible para el grupo. Por fin, el intercambio virtual se concreta cara a cara en el descampado atrás de la UPA, de lunes a sábado de 14 a 16:30, aunque los sábados es el día de mayor afluencia. El instructivo en la red social, con una manifiesta especificidad de género, cierra así: «Si dejan plantadas dos veces, serán eliminadas del grupo, y si se faltan el respeto en los comentarios, también. Si van a faltar a una entrega, hay que avisar con dos horas de anticipación. ¡Seamos compañeras, pero sobre todo, seamos responsables!».

Emi y sus compañeras monitorean las equivalencias de lo que se publica, es decir, la cantidad de productos alimenticios que vale cada objeto o prenda. «Esto lo empezó una chica que publicó en una página de compraventa. Yo me enganché y nos hicimos amigas. Empezamos siendo 15 personas en la plaza. Después ella se mudó a Laferrere y quedé a cargo, y el año pasado se me empezó a ir de las manos, empezó a caer gente de Moreno, de Varela, así que se sumó otro grupo de administradoras. Lo hacemos de corazón, no se cobra manta ni pedimos mercadería. El que intercambia en el grupo, bien, y si no puede venir y tirar manta lo mismo, con lo que tenga, pero con las mismas reglas».

Lo que se nota, dice, es la necesidad cada vez mayor de acceder a alimentos. «Y claro, vas al chino y con 500 pesos ya no te comprás nada: el aceite de litro y medio esta 120 pesos; la leche, 50. Entonces, sacan la ropa que no usan, un pantalón, una campera que se pusieron un par de veces y están casi nuevos, y es una manera de suplir la plata que no te alcanza en el súper. Lo triste es que acá viene gente que tenía un trabajo en blanco, y que le cerró la fábrica, y no les queda otra que hacer esto. Vienen muchas mujeres con criaturas chiquitas a buscar leche, pañales. Y esto crece. Ayer llovió, hoy está todo embarrado y vienen igual, porque claramente la necesidad está, hay que llevar algo a casa para comer».

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(Foto: Eduardo Sarapura)


Lucía Mora es una de las moderadoras del grupo, y además publica las pizzetas que prepara en su casa, y que lleva al trueque todos los sábados. Se dice sorprendida por los miles de nuevos miembros que sumó la cuenta en los últimos meses, y al mismo tiempo, preocupada. «Esto está creciendo demasiado. A nadie le alcanza la plata, y todos nos la tenemos que rebuscar de donde podamos». Cuenta que tiene 35 años y cuatro hijos, y que por suerte, su marido tiene trabajo, «pero lo que saca él no alcanza. A mí me despidieron el primer año de este gobierno». Lucía muestra dos bodies que consiguió, casi nuevos. «Los publiqué pidiendo a cambio cuatro productos: un champú, una crema de enjuague, una harina y un puré de tomate. Pero no arreglé. Así que los traje a ver qué saco hoy». Por lo pronto, acaba de cambiar un kilo de leche en polvo por una toallita con babita para su hija embarazada.

La plaza, a la que le quedan algunos juegos rotos donde se divierten los muchos chicos que acompañan a sus mamás, tiene una suerte de círculo central donde se encuentran los que arreglaron trocar por Facebook. Algunos se ponen un cartelito para que los identifiquen. Hasta hace poco las administradoras usaban un megáfono para convocar a los neófitos, si se perdían en el descampado, pero ya no hay pilas.

Vanesa Pérez tiene 41 años y cinco hijos. Tres viven con ella, y además cría a un nieto. El marido lava camiones en Cliba, pero su sueldo no alcanza. Todo lo que consigue, ropa usada o casi nueva, y lo que traen sus hijos cuando salen a cartonear, lo trae a la feria. Esta noche va a cenar fideos con salsa de tomate. «¿Qué pedís por el rayadito?», le preguntan. «¿El osito ese, el abrigadito? Es de varón. Pido dos productos». «¿Como qué?» «Un puré y un fideo». «Bueno, dale».  «

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(Foto: Eduardo Sarapura)


La mitad se sumó a la feria en los últimos tres años

Un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) relevó la actividad creciente de grupos de trueque en ferias populares y redes sociales durante el primer cuatrimestre de este año, para ilustrar las estrategias alternativas de los sectores más vulnerables para generar ingresos frente a la crisis.

El trabajo de campo se enfocó en cuatro ferias del trueque, dos en la Capital (las de Parque Patricios y Mataderos) y dos en el Conurbano (las de Florencio Varela y el Barrio Independencia, en José León Suárez) y mostró que casi la mitad (el 49%) de los encuestados se incorporó a la modalidad hace menos de tres años, el 15% llegó a la feria en los últimos seis meses y para el 8% era, en el momento de la encuesta, su primera vez en el trueque.

La caída en los ingresos y la falta de empleo son las variables que empujan a la mayoría al cuentapropismo informal de las ferias. El 44% está allí para complementar ingresos, y el 8% porque se quedó sin trabajo recientemente. Del total de respuestas que identifican a la crisis laboral como motor de su presencia en la feria, el 85% indicó que cuenta con otra fuente de ingresos, pero que esa actividad principal les resulta insuficiente para el sustento.

Además del relevamiento territorial, el informe del CEPA dio cuenta del fuerte desarrollo de los grupos de Facebook que organizan modalidades de intercambio a una escala creciente: unos 48 con más de mil participantes en el Área Metropolitana. Entre ellos, el de Villa Fiorito es el más concurrido. Un 43% están en la Zona Oeste del Conurbano y 40% en la Zona Sur.

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(Foto: Eduardo Sarapura)


La inseguridad alimentaria afecta a 14,2 millones

La inseguridad alimentaria ya afecta en la Argentina a 14,2 millones de personas. El dato, que ilustra la profunda crisis económica que vive el país y explica el auge de estas ferias de trueque de objetos por comida, surge del informe «El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2019», elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y publicado la semana pasada.

Esto significa que la falta de acceso continuado a alimentos la padecen 5,9 millones de personas más que en el período 2014-2016, cuando la inseguridad alimentaria moderada o grave afectaba a 8,3 millones. Del 19,1% del total de la población con déficit alimentario, en sólo dos años se pasó al 32,1 por ciento. Es uno de los incrementos más altos (71% en la comparación bianual) a nivel mundial, sólo comparable al que registraron países como Níger, Sierra Leona o Afganistán.

El informe explica que quienes «experimentan una inseguridad alimentaria moderada afrontan incertidumbres sobre su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a reducir la calidad o la cantidad de los alimentos que consumen debido a la falta de dinero u otros recursos». Esto disminuye la calidad de la dieta, altera los hábitos alimentarios normales y puede tener consecuencias negativas para la nutrición, la salud y el bienestar. Quienes afrontan una inseguridad alimentaria grave «presentan una alta probabilidad de haber experimentado hambre y, en las situaciones más extremas, haber pasado varios días sin comer». Según la FAO, en el país se duplicó el número de personas que padecen inseguridad alimentaria grave, pasando de 2,5 a 5 millones en sólo dos años.