El paro de la CGT y el inicio del Foro Económico Mundial para América Latina (conocido como el Davos Latinoamericano) evidencian el contraste entre los dos modelos de país que están en debate.
Por un lado, quienes desean una economía con mayor empleo, mayor poder adquisitivo de las clases populares, mayores salarios, más educación y salud: son los trabajadores y los sectores medios, las pymes, los comerciantes, en definitiva, los que se benefician con el desarrollo del mercado interno.
Por otro lado, quienes promueven la valorización financiera, una reconversión productiva que lleva a la reprimarización de la producción, con salarios reales bajos y menor empleo, menores impuestos a las grandes rentas, menor gasto público, todo ello en aras de generar una supuesta «competitividad».
La mayoría de los medios se empecinaron en destacar una frase del discurso de Mauricio Macri en el Foro: «Qué bueno que estemos todos acá trabajando», en alusión al paro gremial de actividades (en esta oportunidad con gran apoyo de las pymes). Los presentes en el Foro pertenecen a una clase que no realiza paros, sino lockout patronales. Más allá de la ironía de la frase, es un intento por desvirtuar el paro en un mundo neoliberal para el que, en su armado teórico, no existen las clases sociales, sino sólo «actores económicos». Esta tesis se comprueba en otra frase de Macri: «Queda claro que lo que comenzó hace 15 meses en nuestro país es mucho más profundo que un cambio económico. Es un cambio cultural». Un cambio cultural muy similar al que permitió implantar las políticas de los noventa, y que primero intentó imponer la dictadura cívico-militar en los setenta.
Lo discutido y escuchado en el Davos Latinoamericano no es más que una colección de dogmas del neoliberalismo: flexibilización laboral, loas a la liberalización y desregulación total. Estas condiciones, que generan mayor volatilidad, y por lo tanto mayor riesgo, fueron no obstante aplaudidas por las primeras líneas de los organismos financieros internacionales y las calificadoras de riesgo.
Una comprobación inapelable del compromiso del gobierno con estos principios, en especial con la primacía de la valorización financiera, se encuentra en otra frase de Macri en el Foro. Comentó que el objetivo de las medidas tomadas por su gobierno fue posibilitar «que aquellos que vengan a invertir en nuestro país sepan que se pueden llevar el dinero cuando lo decidan». Una definición que pone al inversor y sus intereses como la esencia del funcionamiento económico. Proyectos estatales, necesidades sociales y desarrollo productivo en segundo o último plano respecto de las decisiones de los capitales financieros.
Una línea de acción que destaca Carlos Pagni (La Nación, 07.04.17) cuando expresa respecto a Macri: «Su administración se basa en restituir al inversor privado en el centro de la escena», para luego enfatizar: «Pero su tarea más desafiante es reducir los costos. Entre ellos, el laboral. Sobre este horizonte se recorta el vínculo con los distintos sectores del gremialismo.»
En este enfoque, muchos funcionarios y grandes empresarios criticaron el paro porque significaba un día menos de producción, lo cual es una gran falacia: el resultado productivo no es tan simple, es una sumatoria de factores en los cuales inciden principalmente las políticas económicas del gobierno. Y contra esas políticas económicas se expresó enfáticamente el paro.
El gobierno observa especialmente al Foro Económico Mundial como un entorno en el cual conseguir inversiones. Una visión bastante opinable. Según Alejandro Werner, economista jefe para el Hemisferio Occidental del FMI: «La inversión tardará más tiempo en reaccionar de lo que anticipó el gobierno. Somos menos optimistas que el gobierno en cuanto a la rapidez en la que llegará la inversión privada. Son procesos lentos.»
¿Será por esta falta de reacción que las promesas hechas en el Foro en materia laboral fueron decepcionantes? Según una encuesta de Deloitte, los empresarios presentes en el evento estimaron que sus compañías incorporarán más de 7000 trabajadores durante los próximos 12 meses, un 5% de su dotación actual. Una expectativa que no mueve el amperímetro de la ocupación. Esta nimiedad es lo que ofreció el Foro en la materia.
La economía no arranca
Para el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, «el mercado laboral sigue bien y los salarios se siguen recuperando». A partir de estas discutibles aseveraciones, sostuvo que no hay una caída general del consumo.
Sin embargo, los datos se empecinan en contradecirlo. La consultora CCR informó que el consumo masivo cayó en febrero un 5,7% con relación al mismo mes de 2016. En los canales de hipermercados, supermercados y cercanía (en los que cayeron todas las categorías de productos excepto golosinas), se evidenció una contracción del 6,1%, mientras que los autoservicios y almacenes retrocedieron un 5,3 por ciento.
La industria tampoco logra apartarse de la recesión. La utilización de capacidad instalada en toda la industria en el mes de febrero cayó a su peor nivel en 14 años según cifras del Indec. Si comparamos el promedio del primer bimestre de 2016 (63,6%), con el 60,3% del primer bimestre de 2017, se observa una reducción del 5,1 por ciento. Nada de brotes verdes, la industria se sigue marchitando.
En términos desagregados, bajas dignas de mencionar se produjeron en el bloque de alimentos y bebidas, uno de los sectores más importantes, cuya utilización apenas supera el promedio general, y evidenció una reducción del 5,7% entre 2016 y 2017, siempre considerando el primer bimestre de cada año. En el caso del sector textil, pasó del 69,6% en 2016 a sólo el 55,7% en 2017, una reducción en el uso de la capacidad instalada del 20 por ciento.
Los datos correspondientes a marzo del sector automotriz reflejan crudamente la situación de muchas ramas de la industria. Según ADEFA, mientras las ventas aumentaron un 13,6% comparadas con igual mes del año anterior, la producción cayó un 13,2 por ciento. La diferencia, clara y preocupante, se debe al fuerte crecimiento de los autos importados y a una débil exportación. Espejo de un modelo de total apertura.
La culpa es de la oposición
En el Davos Latinoamericano la mayoría de los analistas e inversores agregaron una nueva condición para la llegada de inversiones, que se suma a las habituales de liberalización y desregulación, baja de costos, etcétera. Algunos se refieren a esta nueva condición como la «situación política», la «continuidad del modelo», o la «previsibilidad». Todas estas últimas hacen mención indirectamente a la necesidad de una victoria del macrismo en las elecciones de este año y la consolidación del «cambio cultural». Bajo su mirada, todo lo que desvirtúe el triunfo del oficialismo va en contra de la llegada de inversiones y empobrece al país. Una evidente presión, absolutamente inaceptable, sobre la contienda electoral.
Los funcionarios del gobierno nacional también adhieren a esta perspectiva. Ante una realidad que no encaja en el discurso oficial, Dujovne expresó: «En este año electoral la oposición se volvió más agresiva, pero no existe debacle aunque quieren convencer a la sociedad de que la hay» y además sostuvo que «la confrontación política pudo haber afectado este año el desarrollo de la economía».
En definitiva, la mejor herramienta electoral que ha encontrado el macrismo para ofrecer no son sus logros, sino la justificación de sus fracasos, transfiriendo tal responsabilidad a la oposición. Un importante pilar más en la construcción del relato de Cambiemos. «