Supersex, la biopic del actor porno Rocco Siffredi, presenta una interesante y original dualidad. Por un lado, es el desborde de escenas sexuales y erotismo soft que se espera de una serie de estas características. Pero, por otro lado –y allí radica su novedad– es principalmente un lacrimógeno melodrama y un intento de reflexión sobre las fragilidades y disfuncionalidades de aquellas masculinidades que devienen hegemónicas –y frecuentemente violentas– en los sistemas patriarcales.
Este último punto está asegurado porque la guionista es Francesca Manieri, escritora conocida por su activismo feminista y por centrar su arte en las voces y los derechos de las mujeres. Así, entre tantos ejemplos, en la serie Luna Nera narra la historia de una adolescente del siglo XVII que es acusada de practicar brujería por el padre de su novio y se une a un sororo grupo de supuestas «hechiceras» como ella. O, en película La inmensidad, retrata a una esposa víctima de un matrimonio conflictivo (interpretada por Penélope Cruz) y madre de una adolescente en transición en la Roma de los años setenta.
El hecho de tomar a uno de los íconos de la cultura pop, quizás el más famoso de los actores de sexo explícito europeo no casualmente denominado «el semental de la Fuensanta» le permite a Manieri invertir la lógica del erotismo más tradicional. Es decir, el objeto sexual de la serie es el varón y, por tanto, es el cuerpo de Rocco (Alessandro Borghi) –y el de otros varones– el que este puesto al servicio del goce sensual del público a través de una cámara obsesiva que se centra en su carne. Pero lo que más le interesa a la guionista es mostrar el lado b del sex symbol italiano.
Porno y pobreza
La dualidad de la serie se manifiesta en la doble identidad de su protagonista: por un lado, Rocco Antonio Tano, un ser inseguro, vulnerable y carente de afecto (interpretado por Marco Fiori cuando niño y por Saul Nanni cuando joven) que crece en una familia numerosa pobre y atravesada por la tragedia y la violencia en el pueblo italiano de Ortona; y, por otro lado Rocco Siffredi , la estrella dura del porno que hizo alarde del tamaño de su miembro, de su brusquedad y de su supuesta maestría en la cama en más de 1500 películas XXX.
Pero, a contrapelo de otras series del género –como la reciente biopic del sex porno español Nacho Vidal– la mayor parte de la narración se focaliza en Rocco Tano, en su niñez marcada por la prematura muerte de Claudio, su hermano con discapacidad, y a la sombra del carismático Tomasso (Francesco Pellegrino en la juventud y Adriano Giannini en la madurez), su medio hermano mayor y modelo a seguir de hipermasculinidad, libertad y rebeldía. Que el lema de vida de Tomasso sea «Los hombres y las mujeres tienen dinamita entre las piernas. Quien controla eso controla todo…» y que se lo diga a un jovencísimo Rocco dice mucho del destino del futuro porno star. De hecho, el mismo Tomasso convence a Rocco de que tiene el pene más grande del mundo.
La deficiente educación sexual del niño se complementa con Supersex, un comic para adultos cuyo protagonista es un extraterrestre proveniente del planeta Eros que se metamorfoseaba en la Tierra en un superhéroe con poderes sexuales. Con estos antecedentes, no parece casual que casi al final de los siete episodios de la miniserie una mujer afirme sobre Rocco que, aunque haya penetrado a incontables féminas apenas haya aprendido a cojer y para nada a hacer el amor.
Con su miembro viril como bandera y principal capital, el derrotero de Rocco sigue el camino tradicional de abandonar el pueblo y marchar a las grandes ciudades en busca de fama y dinero fácil. Sin embargo, por más lejos que vaya, por más que se transforme en la superestrella sexual deseada y envidiada en cantidades que se contabilizan en centenares miles a nivel mundial, no puede abandonar las heridas del pasado, ni dejar de buscar el cariño de su mamma, ni de querer ser Tomasso. Esta obsesión por su hermano lo lleva incluso a desear hasta el cansancio y enamorarse locamente de la esposa y amor de la vida de Tomasso: Lucía (Jasmine Trinca).
Si bien Siffredi tomó su apodo artístico en homenaje el gangster homónimo interpretado por Alain Delon en la película Borsalino (Deray, 1970), Supersex tiene como referencia fundamental otra película protagonizada por Delon: Rocco y sus hermanos (Visconti, 1960). Si este Rocco de Delon quiere huir de la miseria –y de su costos emocionales– a través del boxeo, Siffredi quiere hacer lo propio a través del sexo. Ambos personajes de sendas ficciones se asemejan también en sus sueños de triunfo, en el inevitable y doloroso peso de las familias de origen en sus vidas y también padecen de deseo mimético con sus respectivos hermanos en un conflicto triangular amoroso que parece que sólo podría resolverse con una tragedia. Es decir, sólo termina con la muerte de alguno de ellos (en este caso, Rocco, Tomasso o Lucía).
Quien se asome a esta versión ficcionalizada de la vida de Rocco Siffredi con ánimos concupiscentes y onanistas puede sentirse defraudado porque, tal como se anuncia desde el título del último episodio, «La verga puede esperar». Por el contrario, se encontrará con un agudo drama –muy bien interpretado y con una destacada banda musical– que intenta diseccionar el corazón salvaje de la masculinidad a partir de la exploración de uno de los géneros epítome de manifestación de la dominación masculina. A su vez, hay una clara intención política de desentrañar los orígenes de la violencia patriarcal como condición para desestabilizarla. De manera análoga a Rita Segato, Supersex parece afirmar que la masculinidad está más disponible para la crueldad porque la vida social, la socialización y el entrenamiento para la vida de los varones lo obligan a desarrollar –desde los juegos infantiles hasta sus relaciones juveniles con las bandas de amigos y rivales– una afinidad de significados entre masculinidad y competencia, entre masculinidad y alto rendimiento sexual (medido en cantidad de mujeres y en el tamaño del pene), entre masculinidad y crueldad, entre masculinidad y baja empatía. En ese mundo «viril» eminentemente violento –que los propios varones padecen– y donde parece no haber lugar para la ternura ni el amor, las mujeres son empujadas al rol de objeto disponible y desechable. «
Supersex
Creada y escrita por Francesca Manieri. Dirección: Matteo Rovere, Francesco Carrozzini y Francesca Mazzoleni. Con Alessandro Borghi, Jazmine Trinca, Adriano Giannini y Saul Nanni. Disponible en Netfix.