El conservadurismo recalcitrante de la Argentina está de fiesta. Una fiesta montada desde el Congreso de la Nación por senadores que traicionaron a la Patria, a sus votantes, pero sobre todo a los 40 años de construcción democrática del país.
Las imágenes de la feroz represión de miércoles 12 de junio mientras en el recinto se trataba la Ley Bases fueron de las más tristes de los últimos 20 años. También fueron la muestra más clara de que el gobierno de Javier Milei llegó para frenar la calidad institucional de nuestra democracia y entregar la soberanía del país. Y lo hace amparado en la ola conservadora, de derecha, negacionista y antiderechos que desde hace unos años se expande por el mundo.
La política de Derechos Humanos en la Argentina fue modelo en el mundo con los juicios de lesa humanidad, pero también por la creación de organismos y leyes que buscaron garantizar la igualdad, el respeto y la libertad. Es decir, para crear condiciones de vida por lo menos amables. Todo lo que hoy ataca Javier Milei junto a esos políticos y funcionarios judiciales que vienen construyendo y sosteniendo hace tiempo una suerte de resistencia antiprogresista.
En 2016, apenas asumido el macrismo, las postales de la Gendarmería, a cargo de Patricia Bullrich, abriéndose paso a los tiros en las calles de la Villa 1-11-14, la persecución a dirigentes sociales, la detención a Milagro Sala y la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado en 2017 pusieron en alerta a los organismos internacionales que hoy vuelven a mirar preocupados a la Argentina.
Esa construcción antidemocrática, paradójicamente tuvo su punto más alto en 2022 durante el gobierno de Alberto Fernández, con el intento de homicidio de la entonces vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Un atentado que tuvo la tibia condena por parte el mismo presidente, pero también de muchos dirigentes políticos, sumada a un polémico desempeño de la Justicia. Fueron entonces las dirigentas mujeres y las organizaciones feministas quienes salieron a denunciar la gravedad del hecho no sólo por su significancia, sino también porque la semilla de odio y violencia que se había plantado durante el macrismo crecía y atacaba, sobre todo a mujeres y diversidades.
Advirtieron en ese momento que esta violencia iba en crecimiento y que vulneraba la democracia. Y fue así, la situación hoy es peor. Tanto que el viernes se vio una inédita situación, según lo reconocieron los mismos trabajadores de Comodoro Py, cuando decenas de policías rodearon el edifico impidiendo el contacto de los abogados con los detenidos ilegítimamente durante la manifestación del miércoles. Otra acción ilegítima de las fuerzas de seguridad al mando de Bullrich.
Este fin de semana, Amnistía Internacional exhortó a los jefes de Estado que participan del G7 a que aborden los ataques a los Derechos Humanos y a la democracia por parte del presidente Javier Milei. Entre los retrocesos mencionan el ataque a la agenda de género por parte del gobierno. Algo que también fue advertido por el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, Convención de Belém do Pará” (MESECVI).
Los rasgos fascistas y la sed de entrega del Estado que caracterizan a Javier Milei generan todavía cierta fascinación internacional. Pero la fascinación se acaba. En la Argentina, la represión del miércoles marca un antes y un después en términos de tolerancia democrática. La advertencia de los organismos internacionales deberá ser atendida por el gobierno, como también el ataque a los derechos fundamentales. La historia de la Argentina demuestra que no es un pueblo que está dispuesto a renunciar a su democracia. «.