Las recientes denuncias de Fabiola Yañez contra el ex presidente Alberto Fernández por violencia de género nos llenan de bronca e indignación a quienes apostamos a un proyecto con ansias de ser transformador en un sentido de justicia social e igualitario.
Como hemos manifestado en reiteradas oportunidades el machismo es moneda corriente en la lógica política, no distingue color partidario y es repudiable en todos los casos, cuando los violentos son de este o de cualquier otro lado.
Quienes provenimos de la militancia política hemos atravesado un sin fin de discriminaciones y violencias (simbólica, psicológica, económica, sexual y física) por el solo hecho de ser mujeres, estas violencias persisten bajo las desiguales relaciones de poder que existen en nuestra sociedad machista y patriarcal.
Los pactos de varones haciendo la vista gorda y minimizando las violencias de género no han hecho más que promover el fortalecimiento de los feminismos y es desde allí que seguimos dando la discusión. La resistencia a la mayor participación de mujeres y LGBtIQ+ en las conducciones partidarias, sindicales, y en las instituciones estatales son una muestra clara del temor que tienen de perder sus privilegios.
Ni el voto femenino, ni el cupo del 30% y luego la paridad en los cargos electivos, ni la ley de divorcio, ni la patria potestad compartida, ni las leyes de ampliación de derechos de las últimas décadas, entre las que se destacan la ley de matrimonio igualitario, ley de identidad de género, ley 26485 de prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres en todos los ámbitos donde desarrollen sus relaciones interpersonales; mucho menos la ley de legalización del aborto y de los 1000 días hubieran sido posibles sin un robusto movimiento feminista y de las diversidades sexo genéricas en nuestro país.
Las feministas construimos el #NiUnaMenos en 2015 y nuestro grito conmovió al conjunto de la población que se movilizó para exigir que dejen de matarnos, agitamos la marea verde que conquistó la ley de aborto legal para evitar que las mujeres pobres sigan muriendo en consultorios clandestinos o atravesadas por una aguja de tejer en el intento de interrumpir un embarazo no deseado.
Nuestra lucha fue, es y será una lucha por la libertad, la igualdad en la diversidad y la felicidad del conjunto.
Por esto no vamos a caer en las provocaciones y especulaciones políticas frente a un hecho repudiable como la violencia ejercida por el ex presidente a quien fuera su compañera durante su mandato presidencial. Siempre vamos a estar con las víctimas, respetando sus tiempos y apoyándolas.
Quienes hoy pretenden denostar nuestras luchas son quienes niegan las brechas y desigualdades de género y han desfinanciado los programas de prevención y asistencia a las víctimas, poco creíble que ahora los conmueva lo que le ocurrió a Fabiola Yañez.
Nos queda por delante la enorme tarea de seguir cuestionando todo, de transformar desde adentro las organizaciones, caiga quien caiga, y de persistir en el intento de ser nosotras quienes podamos poner en jaque al patriarcado porque sin mujeres y diversidades no hay transformación real posible.