¿La naturaleza es una creación literaria? “No fui una niña naturalista. Soy más bien analfabeta de los espacios verdes. En mi casa de la infancia no había huertas ni animales domésticos y de los gusanitos de seda que presuntamente crie en un garaje sólo recuerdo el olor penetrante que dejaban las orugas mientras comían las hojas de morera y tejían sus capullos”, dice María Negroni en la nota preliminar de La idea natural (Acantilado).

Y agrega: “Por eso tal vez la `idea verde`, a pesar de la urgencia y justicia de sus reclamos, no sea el motor de este libro. Me interesa más bien registrar los discursos elaborados sobre la naturaleza, sumergirme en los datos de una naturaleza escrita”.

Es así que la autora, que en cada uno de sus libros es la vez idéntica y diferente, vuelve a sorprender con un texto que muestra lo natural como elaborada creación literaria y que es, sin duda, uno de los grandes libros que nos dejó 2024. Es así que invierte la ecuación del ser humano como parte de la naturaleza para postular la naturaleza como invención humana a través de la escritura.

La idea natural es un viaje que abarca  desde el siglo I a.C hasta el siglo XX ya que culmina con el escritor nacido en Estados Unidos en 1974 y criado en Argentina y en Chile.

Como lo indica la propia autora en la nota preliminar, a pesar de que se trata de un libro sobre la idea de la naturaleza, en su recorrido no sólo incluye a científicos y naturalistas, sino también a “fotógrafos, pintores, ilustradoras, cineastas, alquimistas, escultoras, filósofos, revolucionarias, compositores, poetas y novelistas (y hasta un emperador y un taxidermista) que se dejaron seducir por el templo natural y su fiesta hermética.”

En su amplio recorrido, figuran ejemplos de Europa y Estados Unidos, pero también algunos de Argentina.

Es preciso aclarar que este recorrido no es  un mero pasaje por distintas estaciones, sino de un recorrido poético en que la autora, que se confiesa citadina a ultranza, amante del ruido de la ciudad, de sus transeúntes apurados, de sus bares y de su ritmo febril, parece coleccionar  breves referencias a la naturaleza que pasan por su singular escritura transformadas en pequeñas joyas de la escritura.

Cautivada por las figuras que como Baudelaire o Poe “fueron coleccionistas de imágenes, verdaderos del capital imaginario escondido en la ciudad”, Negroni  también roba a su manera el capital imaginario que se esconde en las referencias escritas a la naturaleza.

El alfabeto de la naturaleza

Dicen que la filosofía nace del asombro. De la escritura de Negroni podría decirse exactamente lo mismo con el añadido que es de  su propio asombro que nace el asombro del lector.

Varias veces ha declarado en entrevistas que es renuente a visitar las mesas de novedades de las librerías. Sus lecturas preferidas llegan sólo a las primeras décadas del siglo XX. En esto recuerda en algo a Noé que se rehusaba a leer “fenómenos editoriales”.

Negroni crea así su propio sistema ecológico-literario que permanece incontaminado de modas, gestos repetidos y guiños al mercado. Con la distancia que genera el  extenso pasado a su disposición, ella sabe encontrar la matriz literaria de los discursos que en su época se pretendieron no literarios sino científicos. ¿No será la ciencia en su pretensión de objetividad y  exactitud también una rama de la literatura?

¿No son acaso, las obsesivas clasificaciones de Lineo, un botánico que figura en La idea Natural, una forma de ordenar el caos del mundo, el torrente incesante de la vida?  Negroni dice que le debemos a él el Systema Naturae que es “un himno a las taxonomías” y una celebración del Siglo de las Luces. Un “himno a las taxonomías” es además una creación literaria, una forma de leer el mundo.

Foto: Mariano Martino

Es difícil elegir entre las cincuenta referencias a autores que se ocuparon de escribir la naturaleza. Son todas breves creaciones literarias escritas sobre escrituras de lo natural, valga la redundancia.

Algunas, como la que habla de Rosa Luxemburgo, cuyo título es “Un herbario político”, marca el costado menos frecuentado de esta teórica del marxismo que “nunca dejó de herborizar en sus `jardines de paso` enumerando y clasificando las muestras que obtenía”.

Otras, en cambio, trabajan sobre aficiones conocidas como la  de Vladimir Nabocov por  las mariposas, uns forma de amor a la naturaleza que no lograron borrar ni los cimbronazos de la Revolución de Octubre.

Por su parte, Clemente Onelli, director del Jardín Zoológico de Buenos Aires una suerte de antología de animales de todo el mundo creó, según la autora, un manual tan inclasificable como enternecedor de los animalitos del Jardín, vistos como personas afrancesadas expuestas a todas las miserias y arrogancias humanas”.

La idea natural es  un libro que habla de la naturaleza como hecho literario y lo hace con tal maestría poética que hace que el lector vea bajo una óptica distinta.