La cantante y actriz Natalia Oreiro, que esta mañana recibió el pasaporte que la convierte oficialmente en ciudadana rusa en una breve ceremonia en la Embajada de ese país en Buenos Aires, consideró que el gesto impulsado por el presidente Vladimir Putin significa «un puente cultural entre Rusia y el Río de la Plata».
«Estoy muy agradecida, emocionada, como pocas veces en mi vida. Siento que es un acto enorme de amor de ellos hacia mí, y de mí hacia ellos también, un acto de amor que lleva más de 20 años», resaltó Oreiro en una rueda de prensa que se realizó una vez firmados los documentos que la convirtieron a ella y a su hijo Merlín Atahualpa Mollo Oreiro, de 9 años, en ciudadanos rusos.
«Las personas que nos dedicamos al arte -agregó la intérprete nacida en Uruguay- atravesamos todas las barreras idiomáticas y culturales y creo que de eso se trata este día de hoy».
El otorgamiento de la ciudadanía es resultado de un vínculo entre Oreiro y el público ruso que lleva más de dos décadas, coronado por un comentario en broma que la artista hizo hace unos años durante un paso por un programa de la televisión de ese país: «No existe otra extranjera más rusa que yo. Me falta que Putin me dé el pasaporte».
Semanas después, afirmó en declaraciones a la agencia RIA Novosti que no iba a vivir en Rusia, pero buscaba la ciudadanía de este país como un «honor desde el punto de vista simbólico» y una «manera de agradecer (al pueblo ruso) por todo el amor» que le dan.
Aquel trámite que comenzó a fines de 2019 y se postergó por la pandemia, se materializó hoy pasadas las 10 de la mañana en la Embajada rusa, en el barrio de Recoleta.
Encabezado por el embajador Dmitry Feoktístov, la ceremonia contó con la presencia del marido de Oreiro, el músico Ricardo Mollo, y su hijo. Una vez que la actriz rubricó los papeles, leyó su compromiso con la ciudadanía en español y ruso (cuya dicción fue elogiada por el funcionario), recibió formalmente los pasaportes y el texto de la Constitución.
«Considero que esto es un acto simbólico más allá de que sea algo oficial, lo siento como un reconocimiento a este intercambio cultural que tenemos porque en Rusia me han conocido por todos los trabajos que realicé aquí en Argentina y aman nuestro arte, nuestras películas, nuestra televisión, nuestra música», destacó la actriz, de saco y pantalón blanco, ante una veintena de medios tanto locales como rusos.
Consultada sobre los comienzos de este potente vínculo que se plasmó en el documental «Nasha Natasha», que se estrenó en Netflix en agosto de 2020, y que hoy terminó de fundirse con la ciudadanía, Oreiro se remontó a los ´90, cuando gracias a la telenovela «Muñeca brava» (traducida en Rusia como «Ángel Salvaje») se hizo conocida allí.
«En esa época no existían las redes sociales ni internet: yo recibía cartas -recordó- y de solo pensar que alguien me escribía desde Siberia al salir de la escuela, me la enviaba, a mí me llegaban y luego yo podía poner una foto y enviarla por correo de vuelta, me parecía algo mágico».
Aquel vínculo trascendió las fronteras de lo analógico y epistolar en la primavera del año 2000, cuando Oreiro aterrizó en Moscú, fue a la Plaza Roja y «no daba crédito a la cantidad de personas que había» para saludarla.
«Todo eso fue creciendo -agregó- porque primero allá tenían un ideal de mí, de alguien que aparecía en la televisión, luego me empezaron a llamar ´Natasha´ que es un nombre muy común en Rusia y después me sintieron como una amiga, una vecina, y yo adopté ese rol con mucha satisfacción y responsabilidad».
«Las cosas que suceden en la infancia te marcan para siempre», sumó la actriz sobre aquella experiencia que comenzó 20 años atrás cuando ella, pero también el público ruso que la sigue, «eran unos niños».
Por eso, definió el hecho de que hayan hecho extensiva la ciudadanía a su hijo como «un acto inesperado de confianza, respeto y amor» y destacó, visiblemente emocionada: «Esto que nos está pasando hoy, que le está pasando a él en su infancia, también lo va a marcar».
«Desde el principio -aseguró- me sentí muy cómoda con la cultura, me llamó la atención que nos pareciéramos tanto; yo tenía un preconcepto de que eran personas distantes y la verdad es que siempre me abrazaron y besaron y estoy deseando que termine la pandemia para volver, porque eso es lo que más me gusta cada vez que viajo: el contacto».
Durante la conferencia también fue consultada sobre la responsabilidad que implica haberse convertido en una suerte de representante del Río de la Plata en Rusia: «Siento una gran responsabilidad porque es una confianza que se deposita en mí, considero que esto es un símbolo, no un privilegio. Nunca he tenido inconveniente para entrar en Rusia, siempre se me ha dado la visa sin problemas con lo cual esto no es un beneficio que estoy adquiriendo. Pero sí es la responsabilidad de seguir haciendo un trabajo en el intercambio cultural».
Por último, acerca de sus planes futuros en Rusia, deseó que «ojalá se puedan hacer coproducciones» y adelantó que -fin de la pandemia mediante- tiene previsto retomar la gira «20 años juntos» postergada en 2020 para «celebrar fin de año de 2022 en Rusia».