Para la ministra de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Argentina, todos los chinos son iguales. Se entiende que para el Partido Comunista de China también, pero cuesta creer que la canciller vernácula se haya querido referir a eso. Tan dogmático es el gobierno de Javier Milei, contra toda lógica diplomática, que Mondino tuvo que salir a calmar el frente externo luego de haber fustigado a Lula da Silva y a la RPCh, una nación con la que Argentina entabló relaciones en febrero de 1972, cuando todavía estaba en el poder la dictadura del general Alejandro Agustín Lanusse, que se avino a los tiempos inaugurados por Richard Nixon meses antes al reunirse con Mao Zedong en Beijing. Todos ellos «zurdos de mierda», según el pensamiento del actual inquilino de la Quinta de Olivos.
Como de aquellos polvos vienen estos lodos, ahora resulta que los dos principales socios comerciales de Argentina son Brasil y China y que además el país necesita no sólo de las inversiones que puedan llegar desde el gigante asiático sino que le perdonen la vida con los 5000 millones de dólares en swaps que vencen en junio. Tanto cacarear para esto, dirían en el barrio.
Con Brasil la cosa pinta parecida pero el líder metalúrgico –válgame Dios con la democracia– todavía no dio señales de haber leído la carta que le hizo llegar Milei días atrás. Debe estar muy ocupado, quién sabe.
Por estos días anduvo por China otro cercano al presidente argentino, su nuevo amigo el magnate sudafricano-estadounidense Elon Musk. Suele replicar posteos de Milei en la red de su propiedad, X, y celebra sus discursos anti-zurdos y pro empresa privada. Lo recibió en su anterior viaje a Estados Unidos como un héroe y se sacó una foto con él, con los pulgares para arriba y la trompita haciendo puchero, un gesto tan característico del «fenómeno barrial».
Pero si algo sabe Musk es que no es recomendable comer vidrio. Sucede que el hombre es propietario de una de las fortunas más grandes del planeta. Eso suele variar por cotizaciones de bolsa y ese tipo de minucias, de manera que no conviene entrar en detalles pero siempre está entre los tres del podio. Y entre sus empresas figura Tesla Inc., que fabrica autos eléctricos.
El domingo pasado, Musk viajó sorpresivamente para entrevistarse con el primer ministro Li Qiang, dice el portal Bloomberg, el principal de la economía y las finanzas internacionales. Necesitaba la aprobación para desplegar las funciones más avanzadas del manejo autónomo de sus vehículos en ese colosal mercado.
El director del Centro de Regulación y Gobernanza Global de la Universidad China de Hong Kong-Shenzhen dijo que este encuentro se inscribe en «un panorama más amplio en el que el Gobierno de Beijing y los gobiernos locales quieren abrirse más a la inversión extranjera», reporta Bloomberg.
El medio agrega que la relación con Musk es óptima. «Tesla fue el primer fabricante internacional de automóviles en operar sin tener que formar una empresa conjunta con un fabricante local, una excepción que no se concedió a empresas como Volkswagen AG o General Motors Co. (GM)», agrega el portal. ¿Será que Elon Musk es otro zurdito despreciable? Si es así no se entiende por qué pidió verlo mañana en Los Ángeles.