En 2019 escribió una obra que anticipaba con precisión impactante (y con mucho más humor e imaginación) lo que sucedería un año después. “Se llama Ucronía -cuenta la actriz y dramaturga Mónica Cabrera-: la gente tenía una peste, se ponía mascarillas de esas que te pones cuando lijás la pared para pintar y se refugiaban en el subte porque ahí el virus no entraba, y se saqueaban farmacias y se organizaban en grupos de unos contra otros.”
Pero la pandemia se la impidió estrenar. Suele suceder con aquellos que tienen razón: sufren por agoreros cuando profetizan, padecen cuando la profecía se concreta porque pasó la novedad y ya nadie les reditúa en reconocimiento, y menos económicamente. “Creo que está todo en el aire”, dice sin quitarse mérito. “No sé conceptualizar, por eso no soy política, creo. Pero es como dicen las madres: ese tipo no me gusta para vos”, ríe.
Ahora estrena Mondo roto, una obra que asegura que “pasa rápido” y que está “pensada para un público promedio de 8 años, y no lo digo con desprecio”. Detalla: “Me parece que hay que mantener la sonrisa, y además como es denso de lo que habla, está toda con fragmentos que la hacen muy dinámica, con canciones de mi autoría, las actrices que bailan, cantan: pasa rápido, es muy movidita”.
Que ahora se le dé lo que aquella vez con la pandemia no, no la inquieta. Para eso, para inquieta, está ella misma. “Soy medio melancólica, creo que por eso me balancea bien el teatro, y el humor, que me revitaliza. No me tengo que enganchar ahí porque la melancolía te deja mirando para arriba.” Sin embargo, sus obras tienen más pensamientos de lo que suponen la gracia -y las gracias- que provocan. “Esta la empecé a escribir en enero del 2023”, corrobora lo del humor y lo del pensamiento: por su actualidad la obra parece escrita el mes pasado, pero Cabrera goza de un olfato fino o muy entrenado (es cocinera), como se prefiera. “La verdad es que no tengo idea de cómo es el proceso. Tenía un grupo de cinco actrices y estaba escribiendo para ellas que me convocaron para el proyecto. Las conozco porque son mujeres que entrenan conmigo desde hace un tiempo y estaba trabajando sobre los elementos que ellas tienen, concentrada en lo que sí pueden hacer y desarrollarlo. Entonces el material que salía tenía coherencia. Y el resto de la escritura fue bastante espontánea. No sé todo el mundo pero yo lo que escribo es lo que me da risa a mí. Y en general me da risa lo que no puedo solucionar: o sea que es sobre los problemas que veía y la catástrofe que veía y que veo. Es como hacer chistes sobre el terremoto mientras se está moviendo el piso y se te caen las casas.” La alegoría puede no parecer graciosa, pero en la voz y la gramática de Cabrera se puede asegurar que sí.
Porque eso, la gracia antes que la reflexión -a la que no renuncia- es lo que ejercita Cabrera cuando se pone a escribir una obra. “El teatro independiente siempre está pensando en ofrecer algo que sea amable con el espectador para que ese espectador salga a convocar a otra gente. Hacer algo revolucionario, transgresor, que rompa con bla bla bla y vayan tres personas es morir murmurando la verdad absoluta: el secreto de la vida lo murmuro y muero. Esas son las pautas centrales de algunas personas que trabajamos sobre el arte pop, el teatro independiente esperando poder hacer la obra en la cancha de Racing.” Sí, es hincha de Racing -al que nombrará tres veces más- más allá que el Cilindro le permite el contraste que busca con “el sótano” en el que no quiere trabajar: “Te estoy invitando a un lugar, te estoy sacando la plata, te estoy sacando el tiempo, te estoy prometiendo cosas, así que después no te puedo dar una comida croata que por ahí no te gusta y la escupís.”
Así que la información sobre la obra reza que todo empieza como una guía en un museo de historia argentina, que hay una invasión, que se cuelan médicas y maestras, que existe riesgo cierto de destrucción del mundo (o exterminio), pero que aparece una Pobre (siempre hay una), heredera de la Esclava Eslava y las Brujas Cantarinas; bueno, el asunto es que no hay charla TED y lo mejor para saber qué pasa es comprar una entrada. “Toda elaboración posterior para explicar la obra es mentira, es algo tipo: qué puedo poner para atraer al público, con lo cual sería mentira que me pusiera a conceptualizar sobre la obra. Mejor decir: Una mayonesa que va a llevar a tu cabeza un sabor afrodisíaco. Puse mayonesa porque la gente consume mucha mayonesa, pero tampoco es mayonesa.”
-Y ponés afrodisíaco porque convocás mucho.
-¡Claro! Viste que la gente no coge pero habla todo el día de coger. Pero puedo hablar del asunto (dice tras las carcajadas), sino como voy a invitar a nadie. Tengo que hablar de la obra como una publicista pero al mismo tiempo tengo que ser honesta porque después la gente sale y dice: “Como me engrupió esta mina”.
Y si algo no puede hacer Cabrera es engrupir: “Aunque quiera ser una persona común que hace las cosas como corresponde, no me sale. Pero no quiero escandalizar, no me quiero hacer la pelotuda ni cambiar el teatro. Sólo quiero ser real.” Que no es lo mismo que auténtica (adjetivo tan publicitario). “No tengo más remedio que casarme con el pobre, porque el otro, que es el príncipe, no me gusta. Y se nota que no me gusta. Pero no lo hago para hacerme la viva sino que el príncipe me aburre, me duermo. No para hacerme la proletaria, sino porque lo soy. Me crié en la miseria y naturalmente iba a salir la persona creadora o la persona que hace teatro que soy. Eso es todo.” Como si fuera poco. Aunque tampoco lo dice así, lo hace con el aplomo de quien hace un tiempo descubrió la verdad de su cuerpo y su espíritu y despejó su cabeza de veleidades. “Es lindo no hacer nada y a los 20 años te tomás un año en la Costa Amalfitana a ver qué querés hacer. No, yo creo que me cagó el príncipe, que se quedó con mi riqueza. Tengo una mirada clasista y no quiero estar en los márgenes, no quiero ser alternativa. Me puso en este lugar la organización social que tenemos.”
Mondo roto
Libro: Mónica Cabrera. Dirección: Mónica Cabrera. Asistencia de dirección: Sofía Herrera Kurtz. Elenco: Marila Ducca, Viviana Galichini, Irene Intebi, Susana Martins, Mercedes Savall. Asistente: Sofía Herrera. Domingos de abril en Abasto Social Club, Yatay 666 (Capital Federal).