En Argentina la Libertad Avanza contra la República, dejando atrás la bravuconada anticasta para aliarse a ella y pasar la motosierra a los pobres de siempre. Casi como el apotegma hegeliano, la historia se repite dos veces, y su planteo marxista, una vez como tragedia y otra como farsa, se confirma con el avance del gobierno de Javier Milei, que sería la farsa del de Rafael Videla, en tanto que ahora intenta imponer una Dictadura del Mercado sin prohibir la Constitución, sino solo ignorándola.

No pareciera ser descabellado llamar dictador a Javier Milei: lo diríamos de Nicolás Maduro o Gustavo Petro si dispusieran la abolición de 300 leyes por decreto, pidieran delegación de poderes o mismo presionen al Parlamento para la sanción una Ley Ómnibus de 664 artículos. Sin embargo, es cierto que seudoliberales republicanos no juzgan igual cuando estás prácticas las hacen personajes como Jair Bolsonaro o Luis Lacalle Pou.

Lo que es manifiesto es que Javier Milei no cree en la democracia, menos en la regla de mayoría. Bajo el Teorema de Arrow, solo reconoce al mercado como única regla de asignación de recursos. Desconoce toda posibilidad de igualdad, incluso la de oportunidades, y sostiene la desigualdad estructural, como resultados de la oferta y la demanda, y solo acepta la igualdad legal que te asigna la lógica mercantil.

La dictadura del mercado fetichiza las reglas de juego de oferta y demanda, de manera abstracta, mientras que impone las condiciones de poder de compra de los monopolios, que resguardan sus intereses a través del Estado, al cual quieren solo para garantizar sus ganancias y proteger su propiedad privada.

Liberar al Estado de la dictadura del mercado es el gran desafío que tienen las grandes mayorías, que pueden expresarse a través de la democracia, algo que no se agota en la elección de un presidente. En ese sentido, es la capacidad de la misma la que podrá resistir embate del dictador, que no entiende ganar un ballotage no fue la delegación hobbsiana del poder, sino la asignación de responsabilidad de ejercer el Ejecutivo en una República para gobernar un Estado.

Y cabe aclarar que la base del Estado argentino es su Constitución Nacional. Que refleja pactos políticos preexistentes, implícitos de los representantes del pueblo, que además están configurados en provincias. En tal sentido, hay condicionamientos estructurales para el ejercicio del gobierno y es a lo que se enfrenta hoy Javier Milei, sencillamente con los límites para dictar normas.

En definitiva, está farsa requiere una articulación multipartidaria que bloqueé este atropello institucional que intenta imponer una Dictadura del Mercado y sostenga una democracia que evite retrotraer a Argentina una nación decimonónica caracterizada por ser un país rico, llenos de pobres que juegan su destino.