Aunque le costó una postergación que minó su credibilidad, en menos de 24 horas Javier Milei tuvo su baño de patriotismo y sin pasar por encima del prime time televisivo de la Copa América. La atención que concentra la selección nacional podría haber puesto a la agenda del presidente en un lugar secundario. El exarquero de futbol y economista de ultraderecha, junto a su asesor estrella, Santiago Caputo, se las ingeniaron para evitarlo y ensamblar la saga irresuelta del dilatado Pacto de Mayo con el regreso de la tradición castrense por excelencia: un ambicioso desfile militar para el Día de la Independencia.

Algunos creen que la elección del momento para la ceremonia fue numerología y misticismo. Otros que sólo fue un tema de timing y manejos de los tiempos comunicacionales. La firma del pacto que estaba previsto para el 25 de mayo se concretó cuando pasaron los primeros minutos de la conmemoración de la Declaración de la Independencia del 9 de Julio de 1816, en el mismo lugar donde fue rubricada hace 208 años.

Fue luego de la hora cero de un imaginario año nuevo libertario. La escena de medianoche, en pleno invierno, buscó retomar la narrativa refundacional que Milei construye desde que asumió. Una noción de país que se remite a sus origenes postcoloniales y preconstitucionales con Juan Bautista Alberdi y Julio A Roca como las únicas dos superaciones reivindicables de la etapa posterior a la Carta Magna de 1853 y a la generación del 80. Aunque el presidente se aferra a la idea de gestionar con Inteligencia Artificial, en su idea de patria casi no hay rastros del siglo XX.

«¿Y ahora? Y ahora volvemos a nuestras provincias como estábamos, pero parece que al menos van a dejar de tratarnos como a (el gobernador bonaerense Axel) Kicillof», confió un alto funcionario provincial que se animó a contar el clima que respiraban los invitados de Juntos por el Cambio. La marca está rota a nivel nacional, pero sigue funcionando en las diez provincias gobernadas por radicales, macristas y sus dos aliados cuyanos. Todos estuvieron presentes y se reunieron con anticipación para mostrarse unidos en el evento.

La escena en grupo fue útil para el más delicado de los invitados de la oposición dialoguista. El gobernador correntino, Gustavo Valdés, transita una de las peores crisis de su carrera. Este 9 de julio se cumplieron 25 días desde que desapareció el niño Loan Peña, de 5 años, y el mandatario radical se la jugó hace diez días para anunciar un giro en la causa. Fue para respaldar a una testigo. En tribunales aseguró que al nene lo habían atropellado. La mujer ahora esta detenida, acusada de encubrimiento. Valdés le creyó y la Justicia Federal no. Los investigadores indagan sobre los motivos que los llevaron a plantar semejante pista falta. Todavía resuenan las declaraciones de Milei que no dejan de incomodar al poder correntino, desde el Ejecutivo hasta la policía: «Ayudamos hasta donde nos dejaron», sostuvo y se despegó del caso que sigue a diario. Tanta es la tensión sobre el caso (y el desgaste que provoca la espera sin novedades) que hasta anoche se especuló con el faltazo de Valdés a San Miguel.

Para todos los pelajes políticos que estuvieron anoche en Tucumán sobrevoló la misma sensación. Cada uno de los gobernadores que asistió mantiene una tirante relación económica y financiera con la Nación, sin recibir fondos federales de distintas partidas que fueron drásticamente cortadas desde principios de año. El contexto político de la ceremonia es un drástico ajuste, con territorios donde comenzaron a sentirse con mucha fuerza el aumento del desempleo y de la pobreza. Los dos fantasmas que reaparecen y recrudecen con fuerza en todo el país cuando la inflación deja de cosechar la máxima preocupación.

Costados ásperos del brete que cada gobernador tuvo que recorrer antes de llegar a la sala de la Casa de Tucumán donde algunos vivieron el pacto como la rúbrica de un gesto confianza para el futuro. Los que rechazaron la idea de firmar una capitulación y eligieron pensarse como dadores de gobernabilidad, le dedicaron buenos deseos y venturas al presidente con tal de reducir el ahogamiento financiero y no quedar a la intemperie.

Si la versión original del pacto estaba prevista para el 25 de Mayo en Córdoba, el repechaje del 9 de Julio rindió dividendos similares a la Casa Rosada.  Tucumán, una provincia gobernada por el peronista Osvaldo Jaldo, resultó funcional al objetivo de abrochar a un sector del PJ en la foto de familia que iba a cerrar la firma del Pacto de Mayo.

El faltazo tuvo costados previsibles y algunas sorpresas de último momento. El riojano Ricardo Quintela y el bonaerense Kicillof habían sido los primeros en bajarse de la convocatoria. El formoseño Gildo Insfran se había corrido con anticipación y el fueguino Gustavo Melella se había plegado a los primeros rechazos. El santiagueño Gerardo Zamora no se decidió hasta último momento y anoche apareció cuando ya estaba la escena lista para recibirlo. El mandatario de origen radical y larga confianza con el kirchnerismo también se sumó a la foto de familia y confirmó que el Gobierno rasguñó de donde pudo para garantizar la mayor cantidad de asistentes a la fiesta que le habían preparado al presidente. Pero los oficios del jefe de Gabinete Guillermo Francos tuvieron sus fallas: el santacruceño Claudio Vidal, que viene de un duro tironeo por la Ley Bases, finalmente se quedó en su provincia y dejó vacía otra de las sillas que estaban reservadas para los mandatarios patagónicos. La excusa oficial fue la emergencia climática de su provincia, con temperaturas heladas como en toda la Patagonia esta semana.

Paradójicamente, el jefe de Gabinete Guillermo Francos -constructor de los consensos para llegar al pacto- no estuvo en la rúbrica. En cambio, la hermana de Milei y secretaria General de la Presidencia, estampó su firma antes que los propios gobernadores. La escena tuvo un adentro y un afuera. Frente a la Casa de Tucumán estaba todo el Gabinete y los invitados del Congreso. Estaban casi todos. El objetivo era que estuviera toda la línea sucesoria en el acto, pero la vicepresidenta Victoria Villarruel decidió no viajar a último momento. Sus voceros hablan de una fuerte gripe que le impidió el viaje, pero pocas horas después la titular del Senado se mostró imperturbable y de buen talante en el Te Deum que se realizó  esta mañana en la Catedral Metropolitana. El cuadro gripal tampoco le impidió a Villarruel estar en el palco de autoridades del desfile militar y mostrarse eufórica por la final concreción de un reclamo tradicional de las Fuerzas Armadas que ella quería realizar el 2 de abril, para conmemorar el comienzo de la Guerra de Malvinas.

En el lugar de Villaruel estuvo el presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala. El hueco que dejó dio mucho para hablar en la medianoche tucumana. Según pudo reconstruir Tiempo, en el entorno del presidente no le dan crédito a la gripe y no ocultan el malestar que le provocó a Milei la ausencia de su vice. Algunas fuentes arriesgan que transcurre con sigilo otra etapa de la relación inestable, no menos tirante que las anteriores.

Lo cierto es que Villarruel no fue al acto que hacía meses venía preparando el presidente. Por el contrario, Milei sí estuvo en la parada militar, donde concretó el baño de patriorismo que el presidente anarcocapitalista busca mostrar en el arranque de su segundo semestre. Ambos son aliados de una fuerza de ultraderecha que llegó al poder, pero representan a sectores distintos. Villarruel al ultranacionalismo conservador, con histórica raiz antiperonista y una desembozada reivindicación de la dictadura. Milei comparte una parte de esa trama, pero se abraza a la ultraderecha internacional que aspira a representar, mientras construye un lazo de dependencia política con los sectores más conservadores de Estados Unidos e Israel. Una parte de ese libreto no le cae en gracia a la vicepresidenta. Mucho menos cuando el presidente elogia a la expremier británica Margaret Tatcher, reconoce la victoria británica sobre Malvinas y ofende a los excombatientes. Tensiones que siguen latiendo dentro del tinglado del Gobierno, aunque quedaron debajo de la alfombra este martes de desfile castrense. Villarruel tuvo su desfile y, hasta ahora, no pagó ningún costo por dejar sólo al presidente en la firma del pacto de medianoche.

Convidados de piedra

Afuera de la Casa de Tucumán quedaron incluso los expresidentes. De todos los convidados, sólo estuvieron Adolfo Rodríguez Saá, que fue presidente provisorio por una semana en 2001 y Mauricio Macri. El magnate estaba en Wimbledon, Inglaterra, viendo el torneo de tenis y voló rápido a San Miguel para que el distanciamiento no huela a ruptura. El exmandatario conduce el PRO hace más de un mes y mantiene una guerra abierta con Patricia Bullrich. Los dos estaban anoche en las primeras filas de invitados. Dicen que ni siquiera se miraron cuando compartieron locación, pero la presencia de ambos también tiene un valor simbólico residual para la medianoche tucumana. Los dirigentes de los dos sectores en que podría romperse el PRO estaban con la ñata contra el vidrio de la foto de familia, donde sólo había lugar para Karina, una de las figuras que rodean a Milei que más critica Macri.

El presidente del bloque del PRO, Cristian Ritondo, tampoco fue. En su entorno sostienen que este 8 de julio tenía un festejo familiar muy importante y zafó del vuelo a última hora. La ausencia quedó relegada ante la llegada de Macri, su actual jefe. El calabrés, en silencio, saludó flemático cuando llegó, se sentó en primera fila, se bancó el frío y después escuchó el discurso que ofreció Milei. Quizás le trajo saudades, porque el presidente estaba tan nervioso que leyó aun peor que cuando Macri lo hacía en situaciones similares.

Para el magnate anoche se cerró una etapa. La clausuró de cuerpo presente. Por la mañana el Boletín Oficial publicó la Ley Bases y abrió la previa del acto casi litúrgico. Se acabó el alineamiento automático que le prometió a Milei para colaborar en la gobernabilidad. No haber asistido, dicen en el PRO, hubiese sido un gesto innecesario por parte de Macri. «Si hay venganza, mejor que no se note», bromeó un exégeta del expresidente.