No abundan gobiernos de ultraderecha que declaren por anticipado con tanto placer su capacidad de maldad.
Mondino, Milei y Caputo son los más expresivos en frases como estas.
«Si sos un jubilado arriba de no sé cuántos años es seguro que te vas a morir». (Diana Mondino)
«Hablamos de que una leche pase de valer 400 pesos a 60.000 pesos en el lapso de un año». (Toto Caputo)
«El Estado es el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”. (Javier Milei)
Milei se distingue porque embardurna sus frases con ideología. Nada más.
A los nuevos pobres los llama «caídos», como si fueran virutas, desperdicio, excrementos.
Nora Merlin supo denominar esa conducta extraviada con sutil inteligencia como El goce de la crueldad.
En una perspectiva paleo antropológica Milei y su grupo de poder son la anulación de la Empatía, esa condición homínida basada en la sociabilidad antropoide que permitió el paso a la humanización avanzada y produjo la civilizacion desde la Agricultura del neolítico hasta el smartphone que usan los trols de Milei .
La empatía explica lo que el paleobiólogo español Ignacio Mendizábal define como «el amor fosilizado», descubierto en los yacimientos de Atapuerca.
Milei no es malo ni está dañado por su naturaleza individual.
El es un resultado social simbiótico.
Su lugar en la cima del poder se produjo por una combinación desigual de factores diversos.
Muchos Argentinos de clase media angustiada se preguntan «qué hemos hecho para merecer esto?»
Aunque haya un sustrato de dudosa «argentinidad», las causas son más complejas y dolorosas.
Se pueden separar en tres planos jerarquizados.
El principal es el grupo social o clase que Milei supone salvará al país del paso de la conocida decadencia al desbarranco.
Esa clase o sector de clase tiene escala mundial y siente – como siente Milei- que son los elegidos para salvar un planeta que ya intuyen al borde del colapso.
El segundo es su formación intelectual y ética en las ideologías más oscurantistas y godas de los últimos 120 años.
El tercero es el favor advenedizo que le ofreció el sistema político previo de los últimos ocho años.
Ese favor se llama vacío.
Un furioso vacío dejado por sus oponentes actuales basado en la apatía y poco respeto a la capacidad transformadora del pueblo trabajador, además de un exceso de ilusiones en la capacidad resiliente de los tres poderes.
La facilidad con la que prendió una palabra/mensaje,casta, denominación vacía que mucha gente joven llenó con la imagen de lo conocido, es una contraprueba temprana.
No hay generación espontánea en Milei.
Steve Bannon, el gurú actual de la extrema derecha global, apuntó alto en 2021 cuando dijo que había que inventar «un Peron de derecha».
Milei es el monigote de ensayo de ese invento de Bannon.
Siempre ocurre más o menos igual con los líderes/fenómeno carismàticos.
Brotan de las fisuras y vacíos dejados por sus adversarios.
Así fue con Musolini y Hitler tras las derrotas del Bienio rojo de 1919 – 1921.
Igual ocurrió con Perón en 1945 o Chávez en 1992-1999.
Cuando el fenómeno surge por izquierda, la rebelión social es la protagonista. Cuando es por derecha predomina la confusión y el hastio.
Pero la mecánica de fuerzas motrices es similar en personajes tan opuestos como Milei, Chávez o Perón o cualquier otro del linaje de los carismáticos.
Son resultados, no causas. Al revés de Fidel o de Lenin.
La cuarta causa que explica la conducta de Milei es su historia personal y familiar, absolutamente distópica, anómala y averiada.
No se equivocan quienes lo perciben como una persona seriamente dañada por su familia.
Merlin y Cuneo aciertan en eso.
Otros dañados como él ganaron elecciones… Pero no llegaron a ser Milei. Macri, por ejemplo.