El gobierno de Javier Milei, desde que asumió la presidencia hace más de un año, ha recibido diversas caracterizaciones, y ninguna de ellas pesa más que otra ni se anulan entre sí. Todas coexisten. Casi todas son válidas. 

Es un gobierno que renunció y negocio su soberanía -entre otras cuestiones- en todos los planos: desde el reclamo histórico sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes hasta el reciente anuncio de la privatización del mantenimiento y la operación 8.500 kilómetros de rutas nacionales.

Para un sector importante de la sociedad todas estas decisiones políticas y estratégicas parecen distantes dado sus actuales problemas cotidianos como el alquiler, el trabajo o la alimentación. Como justificativo ante tanta indiferencia por las decisiones del gobierno de Milei se esgrime una muletilla, que incluso sectores del propio campo nacional y democrático repiten: son necesarias y hasta el ajuste es necesario.

Otra de las justificaciones es que Milei sabe: es economista, lo que decide es lo mejor, sabe de números y finanzas. Sin embargo, hasta que el presidente publicó el viernes en Instagram y en twitter un mensaje, que dejó un montón de certezas, abrió varios interrogantes y uno de ellos es, por ejemplo, si Milei no los estafó cuando afirmó que sabe lo que dice que sabe y parte del Pueblo cree que él sabe.

San Valentín

El tuit publicado por Milei, y fijado en su perfil de X para resaltar su importancia, promocionaba una criptomoneda denominada $LIBRA. En él, Milei escribió que el objetivo de dicha cripto era para “impulsar la economía financiando pequeños proyectos y negocios locales, apoyando a aquellos que buscan hacer crecer sus emprendimientos y contribuir al desarrollo del país”. Poco después de su publicación, cuentas y miembros reconocidos del gobierno de La Libertad Avanza, y hasta de su patota digital, respaldaron lo emitido por la cuenta oficial del presidente.

Así se observó,por ejemplo, a la diputada Lilia Lemoine; el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Martín Menem; Daniel Parisini, quien patotea digitalmente bajo el alias del Gordo Dan, y hasta el libertario youtuber devenido en runner, Fran Fijap, no solo avalar, difundir y respaldar lo promocionado por Milei sino hasta invertir en $LIBRA.

Mientras el tuit permanecía fijo, la cripto registraba operaciones de compra y venta; y a medida que pasaban las horas también transcurrían las especulaciones sobre si el mensaje del presidente era un hackeo, un error o si había sido escrito con premeditada intención.

A las 22 horas, ya se había desatado un sinfín de contenido en twitter que advertían sobre la estafa. El silencio que provenía de la Casa Rosada, en torno al tema, sólo alimentó la preocupación, porque si había algo claro desde el inicio con el mensaje de Lemoine era que no había habido hackeo. Finalmente, y pasada la medianoche, Milei volvió a publicar un tuit en el cual confirmó que no hubo hackeo y que el autor de la promoción de la cripto $LIBRA había sido él, pero con un pequeño gran detalle: no sabía lo que había publicado.

Borrar con el codo lo escrito con la mano

$LIBRA llegó a valer casi US$ 5 en menos de una hora desde su lanzamiento y luego cayó un 89%. A las 23:30 horas (6 horas después del tuit del presidente) valía menos de US$ 0,5.

Lo que ocurrió se lo categorizó como rug pull (o «estafa rug pull»), un término común en el mundo de las criptomonedas y los proyectos blockchain. Se refiere a una estafa en la que los desarrolladores de un proyecto, generalmente una criptomoneda o un token, atraen a inversores con promesas de altos rendimientos o un proyecto innovador, pero luego desaparecen con los fondos de los inversores, dejándolos con activos sin valor. 

También se lo denominó «Pump and dump», un esquema manipulado en el que el precio de un activo (como una acción o una criptomoneda) es inflado artificialmente («pump») para luego ser vendido masivamente («dump»), generando ganancias para los manipuladores y pérdidas para los inversores que compraron a precios altos.

Este esquema tiene 3 etapas:

  • Pump (inflar): Un grupo de personas o entidades coordina la compra masiva de un activo poco conocido o de baja liquidez, lo que hace que su precio suba rápidamente.
  • Promoción: Se difunde información falsa o exagerada sobre el activo (por ejemplo, en redes sociales, foros o correos electrónicos) para atraer a inversores desprevenidos.
  • Dump (vender): Una vez que el precio ha subido lo suficiente, los organizadores venden sus participaciones, causando una caída brusca del precio y dejando a los demás inversores con pérdidas.

Ambas categorías se ajustan sobradamente a lo acontecido.

Para el caso de $LIBRA, en el ínterin, entre la publicación y la baja de la misma, más de 44 mil inversores perdieron su dinero en tanto que solo unos pocos vivos se llenaron los bolsillos con ganancias de entre 80 y 100 millones de dólares.

Milei argumentó desconocer lo hecho, no sólo para despegarse de la estafa consumada sino del terrible papelón de lo que sucedió: dónde quedaba aquel economista experto en crecimiento económico con y sin dinero.

Después de esto, salió, en efecto, en cascada y de manera sincronizada, todo el ecosistema digital, mediático y político afín a Milei para reforzar la idea de que el presidente no era partícipe de la estafa.

Las excusas se publican

Jorge Grispo, abogado y especialista en Derecho Corporativo según infobae, trató de despegar a Milei bajo el rimbombante título de “Libertad de expresión y democracia: el derecho del Presidente a opinar”.

Allí señala que “el Presidente de la Nación, más allá de su investidura, no pierde su derecho constitucional a opinar, expresarse y manifestar su pensamiento” y que “pretender criminalizar una opinión, por el solo hecho de que provenga del Jefe de Estado, es un despropósito jurídico que atenta contra los principios más básicos de nuestro orden constitucional”.

Bueno, no.

No se pretende criminalizar la opinión de Milei, sino que siendo Milei efectivamente el Jefe de Estado, o sea el presidente de la Nación, su opinión y su palabra tienen un peso -más allá de representar a más de 47 millones de habitantes de nuestra Patria – que no es el de cualquier ciudadano argentino o argentina. El peso específico de su opinión tiene un valor diferencial, su investidura implica un respaldo institucional enorme al cual solo puede acceder un argentino o argentina sometiéndose a la democracia de las urnas.

De allí que se puede afirmar que sin el tuit presidencial, es decir sin su participación, la estafa no habría acontecido.Fue su promoción lo que selló, vaya ironía, el inicio de la estafa.

En otra parte del texto, Grispo señala: “El artículo 265 del Código Penal sanciona a los funcionarios públicos que se interesen, directa o indirectamente, en un contrato u operación en la que intervengan por razón de su cargo. Para que este delito se configure, es imprescindible demostrar que el Presidente tenía un interés personal y patrimonial en la criptomoneda, ya sea como inversor, beneficiario o a través de terceros. No hay evidencia de que Milei haya obtenido un beneficio económico ni que su publicación tuviera un fin especulativo”.

Grispo pretende unilateralmente cerrar el hecho constituyéndose en juez y parte, como si hubiera acontecido una investigación previa y concluyente sobre qué rol tuvo Milei en el tema, más allá de cómo operó a la luz de los hechos.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, con claras intenciones electorales, paradójicamente fue quien se arrojó sobre la granada y argumentó con un reduccionismo en el mismo sentido: «Es una cosa increíble pedir juicio político por un tuit».

«Este Presidente no es el Estado», «tiene libertad de expresión» y «fue una bomba atómica para intentar bajarlo», son otras barbaridades que afirmó durante una entrevista radial.

Sin embargo, y más allá de lo argumentativo, lo real es que $LIBRA perdió liquidez mucho antes de que Milei retirara el apoyo, es decir, Milei solo borró su escrito cuando ya se había consumado la estafa.

Y como si fuera poco, volvió a esgrimir un viejo argumento utilizado hasta el hartazgo por su compañero de alianza, el ex presidente Mauricio Macri: la culpa es del otro.

Regular y legislar

En este sentido, al hablar de regular sobre plataformas y redes sociales digitales, se evidencia la necesidad de hacerlo debido a los métodos dañinos –y peligrosos- que fomentan y proliferan en ellas.Pero a su vez, y sin dudas, también es necesario, regular y legislar sobre estos “nuevos métodos económicos” y financieros.

Cómo es posible que el argumento de que Milei “es el presidente porque lo eligió el 56%”, con el que el oficialismo pretende fortalecer y justificar sus barbaridades políticas e institucionales, repentinamente pasé a un reduccionismo tal como “Milei es solo un ciudadano más que tiene derecho a la libertad de expresión”.

Es claro que Milei, como millones de argentinos y argentinas, tienen ese derecho, pero lo que no puede suceder es que, escudándose en la Libertad de Expresión, se pretenda ocultar un delito o interferir en una investigación por la posible comisión de delitos, claramente tipificados en nuestro Código Penal.

Es como pretender que todo se dé por concluido –y olvidado- con solo decir «Volvamos a foja cero».

A la vista quedan los resultados: es necesario remarcar que solo 5 billeteras se llevaron una rentabilidad de entre 80 y 100 millones de dólares en pocas horas tras la promoción de Milei. No sólo la comunicación, con sus soportes, mensajes y modelo de negocios, ha cambiado, también lo ha hecho la economía.

Por todo esto, renunciar a nuestra soberanía y a la protección del país frente a estas cuestiones que no sólo achican la Nación sino que se constituye, como lo fueron anteriormente el EAM ’78, el Fondo Patriótico Nacional en el ‘82, el anuncio del salariazo y la revolución productiva de los ‘90, el “que depositó dólares recibirá dólares” en 2002 y el “Nadie va a perder lo que tiene» de Macri en 2015, en una nueva estafa a la confianza del Pueblo.