Una de las mayores bases de la OTAN en Europa queda en Ramstein, cerca de Kaiserslautern, en la región alemana de Renania-Palatinado. Este viernes lo encontró allí a Luis Petri en plena emoción. Es que escucha los halagos que le prodigaba el actual secretario de Defensa de los Estados Unidos, Llyod Austin III, el mismo que fuera directivo de uno de los mayores contratistas del complejo militar-industrial norteamericano, Raython Technologies. Con Austin, Petri dijo compartir “la misma mirada sobre afianzar los esfuerzos compartidos en pos de alcanzar una paz justa en Ucrania”; “en la Argentina del presidente @JMilei, defendemos un orden internacional basado en los principios de libertad y soberanía”. Por supuesto, Luis Petri le afirmó al ministro de Defensa de Ucrania Rustem Umiérov la firmeza “en defensa de la Paz y la integridad territorial”, aunque por cierto no es la integridad territorial de la Argentina, sino la de Ucrania. Las Malvinas esperarán. Suponemos que ya estaban por los brindis. Quizás eso explique que Petri reflejara ese frenesí personal en tuits autocelebratorios, donde además logra confundir la ciudad del evento con Rammstein, una banda metalera germana. Un error de tipeo, sin duda. Por cierto, no reviste la misma gravedad que estampar la firma en nombre de la Argentina en la adhesión al “Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania”, cuya sigla “UCDG” significa “Ukraine Defense Contact Group”.

Es otro organismo derivado de la creatividad occidental que asigna nombres formales a organismos inexistentes en el orden internacional. Recuerda el “Grupo de Amigos de Libia” de 2011, cuyo logro fue la desintegración de aquel país, o el “Grupo de amigos de Siria”, de 2012, que fomentó la guerra civil contra Damasco. Ambos fueron creados para actuar fuera de los mandatos de las Naciones Unidas, siempre con objetivos definidos. Como lo expresa Petri, el UCDG es donde son decididas y planificadas las acciones a favor de Ucrania. Olvida mencionar que tales ayudas consisten en envío de tanques, aviones, municiones, misiles, drones, entrenamiento militar, provisión de inteligencia militar en tiempo real, preparación de ofensivas contra el ejército ruso y ayuda financiera. El propio Departamento de Defensa de Estados Unidos cita a Austin cuando en abril de este año afirmaba que 95.000 millones de dólares pasaron por la UCDG hacia Ucrania gracias al aporte de los países miembros, que son cerca de 50. 

Habida cuenta que en el ámbito nacional el régimen de Milei logra consumar una reforma constitucional de facto escondida en una “ley”, no vaya a ser cosa que la adhesión al UCDG signifique que la Argentina entra en guerra contra la Federación Rusa. Lejos estamos de la tradicional neutralidad en ambos conflictos mundiales, siempre decidida por conservadores y preservada por radicales en la primera y peronistas en la segunda. Si observamos con generosidad, Argentina ya es co-beligerante, sin que medie discusión pública ni debate parlamentario. Milei sigue la tradición de su máximo referente, que traicionó a Perú y traficó armas a Croacia (eso sí, en nombre de Estados Unidos). Ahora desdeñamos a quienes ayudaron en la guerra de Malvinas, no sólo con la posición del Sheffield. También puede estar contenta la vicepresidenta, cuya añorada dictadura mandó torturadores a Centroamérica en tiempos de sandinismo. Olvidamos así que la participación en la Guerra del Golfo sólo nos trajo los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, siempre encubiertos y aún impunes. En este contexto, si nos suceden otros estragos poco importará la identidad de los autores, ya que el culpable designado de antemano es Vladimir Putin. Con eso, Rusia quedará “iranizada” en Argentina, de modo tal que cualquier crítica o posicionamiento nacional será considerado apoyo al “terrorismo”. Pareciera que desean aprovechar la ocasión para disciplinar el frente interno. Llegamos a estas conclusiones ya que no existen razones en materia de defensa nacional que justifiquen la adhesión al UCDG. Por cierto, es un error hasta estratégico: Milei nos empuja a una guerra que la OTAN no puede ganar y que la Federación Rusa no puede perder.