Dos pasos adentro de la Sociedad Rural y entre el olor a bosta rancia y los admiradores de Patrón Costas asoma al frente del palco, la voz del presidente que lamentablemente tenemos en el país. No hace más que repetir consignas berretas, las mismas frases de ocasión que aprendió como loro para la campaña electoral y que lo empoderaron circunstancialmente al frente del gobierno. Recita el mismo verso, a sangre fría, escupe las mismas ideas, y se regocija en la crueldad. Del mismo modo, acaba de firmar un nuevo decreto de los tantos con que apunta y dispara contra la producción cinematográfica, atacando esta vez el fomento de la industria nacional, aquella misma que genera 600.000 puestos de trabajo directos, que ingresa y genera divisas al país a través de coproducciones, industria que crea trabajo genuino y cientos de miles de empleos en muchos rubros colaterales.
Este presidente surgido de los canales de tv ha elegido como blanco a la industria cultural que genera más de 5 puntos del PBI. Dispara contra cineastas, productorxs, técnicos y talentos artísticos; los desprecia, los insulta, los aborrece. No para de dinamitar el esfuerzo realizado por varias generaciones de argentinos para que nuestro país tenga su producción cinematográfica. Desfinancia el cine nacional, le destruye su cadena de valor, su sistema de producción, exhibición y recuperación económica, su ley que lo protege y lo regula. Este presidente ramplón mientras se mira en su espejito ha puesto en el timón del país a la casta brutal de siempre, casta que desde hace años lleva la economía nacional rumbo al abismo. Es una casta parasitaria educada para lamer botas, arrodillarse ante los invasores imperiales y cuyo mayor goce en la actualidad es regalar nuestra soberanía audiovisual a manos del poder concentrado de la producción estadounidense, aquella que busca engullirse sin pudor todas las pantallas del mundo, conquistando territorios, funcionarios, gobiernos, y todo lo que esté a su alcance para imponer su mirada del mundo mientras no le pongan límites.
Este hombrecito mal oliente acaba de firmar otro decreto a la medida de ese poder y se arrodilla ante sus amos ofreciendo en bandeja todas las salas de cine del país. Ha borrado ilegalmente con un decreto la «cuota de pantalla» que es parte de la Ley de Cine y que permite a una película argentina acceder para ser exhibida al menos una vez por semana a las salas cinematográficas. Se impide así que el público pueda tener la posibilidad de disfrutar un film nacional. Es otro golpe artero de los que vienen dándole a esta industria tal como limitar la cantidad de filmes que se realizan por año, no publicitar ni promover ni difundir el cine argentino, despedir trabajadores del INCAA a mansalva, elegir a dedo los jurados que determinan los filmes a producirse, censurar los temas que pueden realizarse o los artistas que aparezcan, congelar los presupuestos, impedir el funcionamiento de los órganos de cogobierno que dirigen el INCAA y que están integrados tanto por representantes de la industria como por los secretarios de cultura de las provincias. Quieren resucitar a Patrón Costas como en la Década Infame y evitar que el peronismo nazca de nuevo, como siempre lo hace, ya que esta derecha que hoy gobierna desprecia el Estado y su profundo carácter popular.
El pueblo siempre vuelve
Pero el Pueblo siempre vuelve, a pesar de los muchos funcionarios que en las últimas gestiones de gobierno incumplieron los mandatos con los cuales asumieron sus cargos y se olvidaron, fundamentalmente, que la vida es efímera y los cargos también lo son. Los errores en política se pagan caros cuando hay gobiernos de neto corte popular. Hemos visto en los últimos años como se han dilapidado las esperanzas de mejorar la producción, sumar más y mejor trabajo en todo el país, acrecentar el valor agregado que permita competir en los mercados internacionales o con producciones extranjeras. En el ámbito cinematográfico, casi todo el sector hemos pujado por cobrarles gravámenes a las OTT (plataformas audiovisuales) tal como a los demás exhibidores, pero una banda de funcionarios inoperantes o desleales, un ministerio de cultura sin norte claro, una Cámara de Representantes acomodaticia sin proyecto de país soberano y gremios que se miran el ombligo, han impedido ese cobro de gravámenes para multiplicar con esos recursos genuinos lo que permitiría dar un salto en calidad a los filmes que se realizan, y también en conciencia, no sólo del público que disfruta el cine bien hecho, sino en quienes lo hacen o estudian para formarse en el manejo y la destreza del lenguaje audiovisual.
Hemos perdido un tiempo precioso que vamos a recuperar, sin dudas, cuando logremos volver a tomar las riendas y desarrollar las fuerzas productivas del país que hoy está paralizado, contra las cuerdas, aguantando como puede el día a día, en la resistencia. Y cuando llegue ese momento deberemos ser más audaces que nunca y hacer lo que debimos hacer para evitar confundir a los más jóvenes, para garantizar los derechos de los marginados, para empoderar como debe ser a los laburantes: el Pueblo debe volver al poder.
Ese momento no llegará solo. Será con organización, unidad y lucha que lo lograremos. Tal vez los cineastas no tiraremos la primera piedra contra este modelo hambreador que nos quieren imponer pero estaremos allí de pie, registrando, unidos solidariamente a nuestro Pueblo cuando se levante para poner en caja a esta banda de traidores, cipayos y vendepatria de hoy, de ayer y de siempre.
* Documentalista / Grupo Favio