No hay justicia que condene violadores. Tenemos esa justicia en Jujuy y en otros lugares donde estos señores se creen dueños de la ley y del poder y de los cuerpos de las personas, se escucha una voz en asamblea de mujeres en San Pedro. Sigue habiendo Rominas, perseguidas, violentadas. Nadie planifica una tragedia. Aún siguen acusándola, no tienen la capacidad ni la sensibilidad de ponerse un poquito en el lugar de esas personas que sufren. Mi causa es la de todas las mujeres que fueron violadas y encarceladas injustamente, amplifica la voz de Mirta leyendo la carta de Romina, entre llantos y afectuosos aplausos.
Sus palabras llegan en eco al presente después de doce años, en una semana en que otra historia repercute en la escena política de calle y pantallas: el caso de Analía Higui de Jesús, la mujer que se defendió del violador Cristian Espósito provocando su muerte, este lunes logró la excarcelación, gracias a una intensa lucha feminista y lesbiana que viene gestándose desde hace años, con menor repercusión o adhesión internacional, pero suficiente intensidad activista para darle visibilidad y apoyo como lo fue la lucha por la liberación de Romina Tejerina.
Este jueves 15 se presenta el documental La Cena Blanca de Romina, producido por el Ojo Obrero, dirigida por Francisco Rizzi y Hernán Martín, con guión de Olga Viglieca, en el cine Gaumont a las 20. La paleta de discursos recolecta miradas a través de una cámara que observa las expresiones de vías muertas, perros de veredas y escenas de la vida pueblerina, en una serie de testimonios que cubre la gama de opiniones de todo el pueblo, alcanzando diversos estamentos y espacios: iglesia, estado, hospital, vida pública, privada, asambleas, peluquerías, paredes con graffities. Tal vez el cartel más sorprendente lo dé un puesto de almuerzo llamado «Comedor el macho del siglo», que espejará las voces de los amigos del agresor referido como «Pocho, un tipo ganador».
En su gacetilla de prensa, los realizadores explican tal como lo muestra el mismo film que hay una noche mágica para las chicas de San Pedro, en Jujuy. Una noche en la vida en que las chicas son princesas, una noche con glamour como en los cuentos maravillosos: es la Cena Blanca, la fiesta que se hace cuando terminan la secundaria con la presencia familiar, el cura del lugar y la música emitida por la banda policial. No pudo alcanzar esa ilusión que era lo máximo de la fantasía de Romina Tejerina, una de las mujeres más golpeadas de la sociedad jujeña: el día de su Cena Blanca estaba presa en el Servicio Penitenciario del lugar; había matado a la beba concebida tras una violación perpetrada por Eduardo Pocho Vargas, que quedó absuelto, en un juicio «fulminante» de 22 días.
En el film la paleta de miradas del pueblo son multifocales y dan un resultado muy fino con perspectiva política acerca de la tragedia. Por un lado, el pueblo celebra su vida nocturna pero mide el largo de las polleras de sus adolescentes; la omnipresencia de la Iglesia, el cura y sus fieles; las palabras del intendente Julio Carlos Moisés que asegura si mi hija me dice papá, me violaron, le contesto hija, tu papá no es tonto. El deber hacer, la violación tomada como práctica sexual y las demandas de derecho natural en voces de distintas generaciones y espacios efectúan un pico de tensión a cualquier espectador consciente, un logro indudable de registro del documental.
Por otra parte, es clave la voz de su abogada defensora, Mariana Vargas para entender el lugar de las mujeres agredidas, el comportamiento de la sociedad conservadora y patriarcal. En ese tono, La Casa de la Mujer María Conti también la defendió e ilumina en el film la importancia del aborto, la equidad económica y, cómo a pesar de las diferencias, las mujeres comenzaron con la lucha tomando el caso como propio: Nosotras habíamos sufrido violencia sexual de chicas o doméstica. Y decidimos que teníamos que hablarlo.
Este es un documental que se cuenta en tres momentos o escenas medulares: La cena blanca, Romina y La lucha. De cada segmentos, la mirada va ampliándose y extendiéndose para afinarse en una perspectiva política como lo definen sus realizadores. Para el movimiento de mujeres Tejerina es un ícono y sigue estando presente tanto tiempo después, manifestaron en la última marcha Ni una Menos, donde tomaron imágenes que evidencian que la «identidad está en la calle» y no en un banner promocional, cuando cada persona toma la primera persona también como causa: «Yo soy Romina Tejerina». «Todavía estamos en el 2016 y a las mujeres no nos escuchan», refuerza una voz que, indudablemente, desembocará en la última escena de la multitudinaria Ni una Menos con paraguas multicolores y lluvia torrencial. «El Estado es responsable, por lo que los carteles del final piden la separación del estado de la iglesia, la paridad económica, y el canto de una música que evidencia que las mujeres aliadas son las que aconsejan y apañan. «Mi cuerpo me pertenece, yo decido». «Las ricas abortan, las pobres mueren». Es un film que busca romper la cadena de lo indiferente y que cierra con una imagen de la lucha feminista con fuerte impronta.
La Cena Blanca de Romina, desde el jueves 15 de junio al 28 de junio, en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635). Estrena, jueves 15 a las 20.
Duración: 62 minutos Dirección: Francisco Rizzi y Hernán Martín Guión: Olga Viglieca Producción: Grupo Ojo Obrero.