Mientras las fuerzas de derecha y ultraderecha afianzaron su poderío en buena parte de la Unión Europea tras las elecciones del Parlamento del bloque, América Latina sigue demostrando que es la región con mayor resistencia a la avanzada conservadora global y donde la variopinta corriente progresista, aun con sus vaivenes y claudicaciones, se mantiene de pie.
El caso mexicano es hoy, sin dudas, el de mayor fortaleza. Luego de cinco años y medio de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con la pandemia de por medio y sin la posibilidad constitucional de la reelección, el proyecto bautizado como “la Cuarta Transformación” logró una victoria demoledora. Claudia Sheinbaum —primera mujer en llegar a la presidencia mexicana— le sacó más de 32 puntos a Xóchitl Gálvez, la candidata de la partidocracia tradicional unificada. Además, el oficialismo ganó 7 de las 9 gobernaciones en juego (incluída la estratégica capital del país), con lo que pasará a controlar 24 de los 32 estados, y logró amplia mayoría en ambas cámaras del Congreso.
La derecha autóctona, aun confluyendo el histórico PRI, el PAN y lo que quedó del PRD, quedó hecha trizas y, más allá de algún personaje marginal, tampoco despuntó una expresión de extrema derecha.
Sheinbaum asumirá con un panorama latinoamericano mucho más favorable que AMLO en 2018, cuando predominaban los aires reaccionarios de los Bolsonaro, Macri, Piñera, Duque, el Grupo de Lima y luego el golpismo en Bolivia y el fantasma Guaidó en Venezuela. Ahora, el mapa regional luce bien distinto, con liderazgos de peso como Lula y Gustavo Petro, y con el progresismo manteniéndose también en Chile (en su versión más decepcionante), Bolivia (con feroz interna y futuro incierto), Honduras y Guatemala. Habrá una parada clave a fin de julio en Venezuela para revalidar a Maduro y el Frente Amplio uruguayo tiene buenas chances de regresar en las elecciones de octubre. Además de Cuba, siempre aliada estratégica de esta corriente, y con la que AMLO ha tenido valiosos gestos.
Los puntos de conflicto de Sheinbaum en la región serán con el Ecuador de Daniel Noboa, con quien aseguró esta semana que no se reanudarán las relaciones diplomáticas tras la ruptura por el asalto a la embajada en Quito, y con el Perú de Dina Boluarte, a quien México no reconoce y en cambio dio asilo a la familia de Pedro Castillo.
También serán una incógnita los vínculos con Javier Milei y Nayib Bukele, las estrellas del contrapeso regional y niños mimados de la maquinaria mediática mundial. Aunque la mandataria electa seguramente proyecte un perfil internacional más bajo que AMLO, México será un actor clave en una América Latina en disputa, en el marco de un ciclo de alta volatilidad, inestabilidad política y sin un bloque hegemónico claro.
Al norte del Río Bravo
En esa línea de continuidad con su predecesor, pareciera que irá a transcurrir la siempre compleja relación con el vecino del norte, con quien AMLO ha sostenido un diálogo cordial estando Joe Biden o —incluso mejor— con Donald Trump.
En su primera reunión de carácter internacional, Sheinbaum recibió este martes a Elizabeth Sherwood-Randall, asesora para Seguridad Nacional de Estados Unidos y al embajador norteamericano Ken Salazar. El encuentro duró cerca de una hora y, según precisó la próxima presidenta, “hablamos en general, sencillamente una plática informal, sobre temas de comercio, seguridad, migración, y temas que también nos interesan como la entrada de armas de EE.UU. a México”.
Dos días después, Sheinbaum recibió la llamada de la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, quien la felicitó por su victoria y reiteró “la importancia de mantener una sólida asociación y amistad con México”, según comunicó la Casa Blanca.
A comienzos de año, México superó a China y se consolidó como el principal socio comercial de EE.UU. al alcanzar una cifra récord de exportaciones, alentado principalmente por el llamado “nearshoring” o relocalización de empresas, que beneficia a México por su cercanía a través de inversiones directas, desarrollo de infraestructura y la generación de miles de empleos.
Los más de tres mil kilómetros de frontera, y la cada vez más creciente migración latinoamericana que atraviesa el territorio mexicano rumbo al norte, sumado a que EE.UU. sigue siendo el principal exportador de armas y consumidor de drogas, aparecen como el talón de Aquiles de esa relación, en la que el país latinoamericano suele quedar en un lugar de subordinación ante las políticas de Washington.
Primeros pasos y desafíos
En febrero, AMLO presentó un paquete de 18 reformas constitucionales, tal vez como legado biográfico ya que, según dijo, se retirará de la política luego del traspaso de mando el 1° de octubre.
En el inicio de la transición, AMLO y Sheinbaum acordaron darle prioridad a algunas de ellas cuando asuma el nuevo Congreso un mes antes, el 1° de septiembre, donde el oficialismo tendría la necesaria mayoría calificada de dos tercios en Diputados pero no en el Senado.
La primera batalla será por la reforma judicial, con la que buscan que magistrados y miembros de la Corte sean elegidos por voto popular. Para instalar el tema, el partido de gobierno realiza este fin de semana una encuesta domiciliaria y una campaña para contrarrestar la desinformación mediática.
También en sintonía con las intensas políticas sociales del presidente saliente, Sheinbaum anunció esta semana una beca universal para niños, niñas y adolescentes y una pensión para mujeres de 60 a 64 años.
Con una economía estable y sin mayores turbulencias políticas, sin dudas el principal desafío de Sheinbaum será encarar con mayor eficacia la dramática espiral de violencia e inseguridad que provoca la todopoderosa estructura del crimen organizado. La disputa entre cárteles, multiplicados tras la fallida “guerra contra el narco” de Felipe Calderón, el alto grado de impunidad y la complicidad con esferas políticas, empresariales y policiales sobre todo a nivel local, muestran un México que se desangra con más de 110 mil personas desaparecidas y más de 180 mil homicidios registrados en el último sexenio.
Tal vez el mayor poderío institucional que tendrá Morena y la robusta legitimidad social con la que asume Sheinbaum aporten luz para trastocar las reglas de juego y desandar esta verdadera tragedia humanitaria.
A comienzos de año, México superó a China y se consolidó como el principal socio comercial de EE UU al alcanzar una cifra récord de exportaciones, alentado principalmente por el llamado nearshoring o relocalización de empresas, que beneficia a México por su cercanía a través de inversiones directas, desarrollo de infraestructura y la generación de miles de empleos. Los más de 3000 kilómetros de frontera, y la cada vez más creciente migración latinoamericana que atraviesa el territorio mexicano rumbo al norte, sumado a que EE UU sigue siendo el principal exportador de armas y consumidor de drogas, aparecen como el talón de Aquiles de esa relación, en la que el país latinoamericano suele quedar en un lugar de subordinación ante las políticas de Washington.
Primeros pasos y desafíos
En febrero, AMLO presentó un paquete de 18 reformas constitucionales, tal vez como legado biográfico ya que, según dijo, se retirará de la política luego del traspaso de mando el 1° de octubre. En el inicio de la transición, AMLO y Sheinbaum acordaron darle prioridad a algunas de ellas cuando asuma el nuevo Congreso un mes antes, el 1 de septiembre. El oficialismo tendrá la necesaria mayoría calificada de 2/3 en Diputados pero no en el Senado.
La primera batalla será por la reforma judicial, con la que buscan que magistrados y miembros de la Corte sean elegidos por voto popular. También en sintonía con las intensas políticas sociales del presidente saliente, Sheinbaum anunció esta semana una beca universal para niños, niñas y adolescentes y una pensión para mujeres de 60 a 64 años.
Con una economía estable y sin mayores turbulencias políticas, el principal desafío de Sheinbaum será encarar con mayor eficacia la dramática espiral de violencia e inseguridad que provoca la todopoderosa estructura del crimen organizado. La disputa entre cárteles, multiplicados tras la fallida “guerra contra el narco” de Felipe Calderón, el alto grado de impunidad y la complicidad política, empresarial y policial sobre todo a nivel local, muestran un México que se desangra con más de 110 mil desaparecidos y más de 180 mil homicidios registrados en el último sexenio.
Tal vez el mayor poderío institucional que tendrá Morena y la robusta legitimidad social con la que asume Sheinbaum aporten luz para trastocar las reglas de juego y desandar esta verdadera tragedia humanitaria.