No es la primera vez que el público puede disfrutar del resultado artístico de la amistad de dos creadores como Mex Urtizberea y Pedro Saborido. El humor y la música son el condimento que hace varios años los identifica, aunque cada uno lo desarrolla con un matiz personal. Qué mundo idiota, la obra que encabeza Mex en el teatro El Picadero, tiene su semilla en los almuerzos y cenas que ambos sostuvieron durante varios meses. «Todo surgió charlando entre amigos, de un modo informal. Cuando salió Mua el segundo disco de Urtizberea, Pedro me preguntó por qué no hacíamos una obra juntos a partir del disco. Finalmente esa fue la excusa», cuenta Mex.
A este espectáculo, como a muchos de sus trabajos, es difícil encasillarlo en una definición. Mex se carga al hombro una variedad de géneros mestizados, del stand up al café concert, pasando por el sketch, con un guion que trata de los avatares de un artista que quiere presentar su disco en una gran compañía, que le impone una banda de música formada por sus gerentes. «Nos burlamos del sistema, del artista supervanidoso y de toda la discusión entre ser independiente o dependiente de una empresa», revela.
Estas etiquetas son algo que atraviesa la vida artística de Mex, que va y viene entre el mainstream y lo alternativo. «Yo salgo de la agrupación MIA, en los años ’70, cuando empieza fuerte el tema de producir de manera independiente. Los Vitale fueron pioneros y yo vengo de esa lucha. Con Pedro nos tomamos con humor toda esa huevada.» ¿Por qué huevada? «Porque el independiente cree que va a tener más libertad y a veces uno hace cosas con total libertad y lo bancan, porque funciona. Siempre hice lo que quise, trabajando para ESPN, en Cha cha cha o en el Parakultural. La clave es construir el lugar de libertad.»
El paso del tiempo deja huellas, permite cambios, el humor también muta. «Antes hacía cosas herméticas que sabía que no iba a entender nadie. Hoy eso me resulta soberbio. Entonces hago lo que me gusta, pero siempre para llegar a mayor cantidad de gente, sin defraudarme, claro.»
La obra no expresa un humor corrosivo, sino más bien juguetón, «naif y absurdo» lo llama Mex, que condensa el tema en la búsqueda de los sueños, «entre lo que uno quiere y lo que resulta. Mejor o peor, pero diferente». En esto lo respalda su propia experiencia: «Yo quería ser músico de free jazz y tocar en Europa. En 1985 me fui a Frankfurt y París, hasta que me quedé sin guita y volví. En el ’91 lo conocí a (Alfredo) Casero en el Parakultural, empezamos a hacer cosas juntos, un año después me lleva a De la cabeza, ahí empecé a aprender el lenguaje de la tele, la radio, qué sé yo, las cosas fueron para cualquier otro lado.»
Un Mex morocho, teñido para su personaje en Fanny, la fan, el programa que Telefe levantó del aire en medio de mucha polémica, afirma: «El lugar del artista no cambia, es construir y gestionar proyectos. Que hayan levantado el programa es ajeno a uno. No hay que dramatizar, pero sí debería haber más legislación que promueva la producción nacional. La cultura y el arte no están en la agenda del macrismo. No les interesa, no está en ellos. Hoy leí que publicaron cuánto cuesta el CCK por día. ¡Y bueno, ciérrenlo! Todo el día mostrando que es inútil y estúpido que se invierta en arte y cultura. Es terrible, hablan otro idioma. Son todos CEO que piensan en otra cosa, pero eso no significa que no haya que seguir peleando por una industria nacional.»
Ante la pregunta de cómo lo afecta esta coyuntura, Mex cuenta que le da mucha angustia una gran porción del país que la está pasando mal, pero reflexiona: «Si algo sucedió en los últimos años, es que la gente sale a la calle y se expresa, por más que los medios no estén y acompañen los intereses del gobierno. Te pueden oprimir y azotar, ¡pero minga! Vamos a hacer lo que queremos y nos vamos a burlar de eso». «