Mientras se juegue la Copa América, Lionel Messi cumplirá 37 años. Ya lo vimos hacer todo y, sin embargo, seguimos acá esperando una nueva función, que en su caso siempre es la posibilidad de una sorpresa. Messi se encargó en este tiempo, una vida, de guardar siempre un nuevo truco. Sacó conejos de su galera de mago futbolístico hasta conseguir lo que quiso, un Mundial. Pero después de que bajara ese telón llegó el momento de los bises. El público quiere que el artista repita la obra.
Messi saldrá a la cancha con Canadá el próximo jueves en Atlanta bajo esa misma premisa, o al menos con ese mandato. Más aliviado, es cierto, después de que hace tres años ganó con la selección argentina la Copa América en Brasil y, mucho más, después de haber levantado la Copa del Mundo.
La victoria en el Maracaná activó un estado de liberación para Messi y el equipo. Habían pasado 28 años sin títulos de la selección mayor. La acumulación de frustraciones sobrecargó las espaldas de las últimas selecciones. Pero el que más llevó el peso fue Messi. Por eso este que comienza es el primer torneo al que el capitán llega sin lastre. Porque incluso a Qatar, aún ya suelto después de la Copa América, viajó con la obsesión por el Mundial.
El imperativo de ganar algo con la selección ya quedó atrás. Ahora el asunto es otro: cuánto más se puede perdurar. Ya la sensación que prevaleció en cada partido que jugó en Qatar, a partir de los octavos de final, fue que cada uno de ellos podría ser el último. Se pareció a una despedida que se fue alargando hasta llegar al éxtasis. En cada ocasión que salió a la cancha, Messi siempre mostró alguna genialidad. Un gol, una gambeta, un momento para que la tribuna le dedicara su reverencia, hasta la resistencia para no dejar caer su cuerpo después del empate francés durante la final.
Esa idea de que podíamos estar ante el último Messi hizo que cada partido se disfrutara más. Los argentinos podían sufrir, el resto podía contemplar, agasajarse con su fútbol. Y eso se extendió al año pasado, cuando cada encuentro fue una fiesta, incluso los que se jugaron por eliminatorias, con el paréntesis de la derrota ante Uruguay.
¿A qué asistimos en esta Copa América? A la defensa del título por parte de la Argentina. A la despedida de Ángel Di María. Quizá a la despedida de un equipo tal como lo conocimos, o a su eventual reconversión. También a la confirmación -la continuidad- de una época, la que se inició casi seis años atrás con el ciclo de Lionel Scaloni. ¿Asistimos a la última gran función de Messi con la selección? No lo sabemos. La zanahoria de un próximo Mundial -durante el cual cumpliría 39 años- todavía aparece en el horizonte como una esperanza.
El gesto de “ya está” a su familia apenas después de ganar la Copa del Mundo en Qatar, mostró el alivio de Messi. Pero nadie lo entendió como un final, al menos cercano, sino como la posibilidad de seguir un tramo más de este camino sin tanto equipaje.
“Ya está” es el título que eligió el escritor José Santamarina para su nuevo libro, una edición bellísima de Vinilo. “Variaciones sobre Messi” es el subtítulo. En ese recorrido, que inevitablemente termina con la conquista del Lusail pero que en una ruptura cronológica obvia comienza con Messi vistiéndose de rosa, el color del Inter Miami, Santamarina ensaya una idea sobre la longevidad del genio, sus dos décadas de fútbol premium. “Lo más difícil de sostener ese registro quizá haya sido bancarse las miradas de los millones de personas que durante tanto tiempo estuvieron ahí para ver qué hacía. Y tanto si hacía bien como si hacía mal, enseguida la fascinación se disolvía en la pregunta de qué iba a hacer la vez siguiente, cuando la suerte de recibir la pelota le desatara la costumbre de ser alguien o de ser alien, y del peso del universo”.
Algo de esto sucede por estas horas. No sólo por lo que hará Messi en la Copa América sino también -ser hincha es ser ansioso- qué hará después. Pero ya sabemos que después de Qatar, incluso con la decisión de una vida confortable en Miami, lejos de las grandes competiciones, todo lo que vino luego -lo que vendrá luego- es un extra. Messi dijo en estos días a ESPN que no está preparado para dejar el fútbol. Hay un pueblo que tampoco está preparado para que lo deje. Los bises en los recitales, como las escenas post créditos en las películas, funcionan de esa manera. El show ya se disfrutó, nada va a cambiar lo que pasó hasta ahí, pero se puede estirar un poco más el estado de placer. Sin exigir más, es lo que queda por estas horas y las que vengan.