PERDER Y DESPUÉS DE PERDER
(22 de noviembre -Argentina 1-Arabia Saudita 2)
1) Aunque los expertos en su obra aseguran que jamás le dio bola al fútbol y que, muchos menos, imaginó que alguna vez habría un Mundial en Qatar, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche ya avisó en 1881 y en «Aurora. reflexiones sobre los prejuicios morales: «Las cosas más simples son las más complicadas, por mucho que ello nos asombre».
2) Aunque despotricó contra el fútbol como si se tratara de un enemigo y a pesar de que su inquietud por lo árabe estuvo bastante más ligada a las magias de «Las mil y una noches» que a los equipos que obtenían victorias asombrosas, Jorge Luis Borges anticipó el extraño comienzo de martes argentino en una línea: «Sentí, como otras veces, la tristeza y la sorpresa de comprender que somos como un sueño».
3) Aunque parecía dominar cada secreto de los partidos y lo demostró en centenares de episodios como entrenador del Real Madrid o de la selección yugoslava, el serbio Vujadin Boskov nunca dijo que el suyo era un conocimiento idéntico al de la ciencias exactas y por eso parió la más célebre de sus frases: «Fútbol es fútbol».
4) Aunque le tocó respirar y también morir en una edad llena de espantos y de desencantos -espantos y desencantos más bravos que un mal debut en un Mundial-, al francés Antoine de Saint-Exupery nada lo hizo desmentirse de una expresión que le permitió esquivar la tentación de rendirse y que puede ayudar cuando el pasto huele a derrota: «Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde un pozo de agua».
5) Aunque construyó sus libros sin interrumpir la escritura para jugarse un picadito, el portugués José Saramago marcó un camino acaso útil para las horas en que se pierden duelos claves y se fugan series invictas: «La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva».
6) Aunque a veces cueste todo porque la existencia y el fútbol desafinan y aunque perder en una cancha frente a Arabia Saudita transparente déficits y no figure en ningún plan celeste y blanco, hay ocasiones en las que, tanto en la vida como en el césped, no queda otro remedio que abrazarse al Flaco Spinetta y pelear por lo que habita al futuro: «Mañana es mejor».
ECUADOR
(20 de noviembre – Qatar 0-Ecuador 2)
1) El 19 de julio de 2000, con los ojos gobernados por un partido entre Argentina y Ecuador, Roberto Fontanarrosa redactó: «Los ecuatorianos son gente sencilla. Basta observar que, para bautizar a su país, tomaron el nombre de una simple línea geográfica que pasaba por ahí. Si el país hubiera estado un poco más al sur o un poco más al norte, se habría llamado Capricornio o, lo que es peor, Cáncer. Y eso habría conferido una monotonía étnica a la población, ya que, de ser unánimemente capricornianos, según el horóscopo, hubieran sido todos amables, tercos, fogosos, afortunados en el Bingo, con una marcada tendencia a las artes plásticas y hubieran conocido a alguien interesante».
2) El 10 de julio de 2014, el narrador ecuatoriano Jaime Galarza Zavala -alguna vez preso político, alguna vez preso político visitado en la cárcel por su colega Julio Cortázar- anotó entre las conmociones que le despabilaba el Mundial de Brasil: «Lo único importante es el fútbol, y lo es a tal punto que una alegre propaganda mercantil divulga un nuevo principio científico: el mundo no gira alrededor del sol sino de la pelota de fútbol».
3) El 20 de noviembre de 2022, mientras más de media humanidad lo miraba, el futbolista ecuatoriano Enner Valencia metió dos goles frente a Qatar en la inauguración del Mundial que se juega en esa tierra. Uno para evidenciar que Fontanarrosa estaba en lo cierto. El otro, para comprobar que Galarza Zavala, también.
FIESTA
(18 de diciembre – Argentina campeón)
1) Mientras el cuerpo no le cabe en el cuerpo, mientras el lenguaje lo desampara porque ni siquiera la palabra «campeón» es suficiente para contar lo tanto que le sucede, mientras un piba que es un poco un mar y un poco una piba lo mira diez veces y le dice diez veces «campeón, te quiero», mientras localiza en la tele al Cuti Romero aferrado a la Copa del modo en que alguien se aferra a un tronco sano en un río bravo, él se da cuenta de que la escalera para subir a esa cúspide del corazón es retornar a un consejo de Janis Joplin: «Aquí estoy, amigo, para celebrar una fiesta, la mejor posible mientras viva en la tierra. Creo que ese es también tu deber».
2) Mientras ve a la vecina gritarle a la otra vecina que hace veinte veranos que la ama, mientras oye lo que queda de la garganta de otro vecino que hace trescientos minutos sólo pronuncia «Argentina», mientras un vecino más sacude las patas en un rock infinito apretando con la diestra una foto de Angelito Di María como si Angelito Di María fuera su socio para el rock, mientras un vecino del vecino anuncia de cara a las paredes que este es un día para empezar a imaginar a una hija y también a un hijo, mientras desde el auto de un vecino alguien proclama que en el barrio esta noche sólo habrá sueños pero ni una cabeza se apoyará en una almohada, él decide que por algo es capaz de reiterar sin errores apenas una oración del Quijote y de Cervantes: «Los días eran todos de fiesta y de regocijo en mi calle, las noches no dejaban dormir a nadie las músicas».
3) Mientras la bisabuela Tamara se desentiende de haber muerto hace un año y sonríe como cuando esperaba a sus críos en la puerta del colegio, mientras los compañeros de unas vacaciones libres que ahora abundan artritis se las arreglan para regenerar su juventud y se desviven por una pelota en un partido de playa, mientras los besos de su amor más largo le arden en cada fiebre de los labios, mientras Maradona no está pero igual está deshilachando ingleses y saltando entre la multitud contenta, mientras Messi se acuerda de que siempre quiso ser campeón del mundo y de que siempre lo hizo atravesado por la memoria de su abuela, mientras las veredas son un carnaval de club en el que al final actúa Sandro o un pogo inabarcable en el que todos los vientos llevan la voz del Indio, mientras el pasado le guiña el ojo al presente, él comprueba que hay cumbres como esta cumbre durante las que las felicidades viejas e irrompibles se reúnen para volverse una sola felicidad y para darle la bienvenida a las felicidades nuevas por lo que resumió Cesare Pavese: «Por aquel entonces siempre era fiesta».
4) Mientras se calza una chomba celeste y blanca como jamás hace, mientras se golpea el pecho como jamás hace, mientras abraza músculos desconocidos de seres desconocidos como jamás hace, mientras se descubre dueño del tiempo como jamás le ocurre, mientras camina en la ciudad semimuda de cada jornada que en esta jornada se torna una ciudad de canciones, mientras descifra si ese cielo de verdad es idéntico al cielo cotidiano o si la forma de la noche es de verdad gemela a la de cualquier otra noche, mientras se pregunta si no habrá llegado la hora de mandar a la mierda a tanta rutina, mientras se tienta con empezar a vivir para construir lo extraordinario y no para sostener lo ordinario, mientras llora porque Scaloni llora junto con Paredes que llora, mientras llora porque el Huevo Acuña llora en su Qatar con las lágrimas con las que también se llora en su Zapala, mientras llora y se ríe porque sabe que en cuanto alce a sus nietos va a reír y va a llorar porque ellos lloran y ríen, mientras se promete ser un árbol que tendrá hojas hermosas en las cuatro estaciones, él se repite que de ese momento único lo único que le jode es que sea único o que la vida no sea así en cada suspiro, por lo que se permite, en la ciudad de canciones, sin que nadie lo escuche pero sí escuchándose, recitar la poesía de Federico García Lorca, que además de poesía es una explicación: «Los días abandonan/ su piel como las culebras,/ con la sola excepción/ de los días de fiesta».
5) Mientras ruega que esto no se acabe nunca, mientras ni duda de que lo mismo están rogando la sonrisa de Tagliafico y los botines de Molina y el cuerpazo de Armani y los ojos mojados de Lisandro Martínez y el asombro sin maquillaje de Lautaro Martínez, mientras se interroga alrededor de por qué el fútbol provoca lo que nada provoca, mientras acepta que en este instante le importa un carajo desembocar en la respuesta a ese interrogante, mientras se saludan un garca y un mendigo, mientras una amiga lo llama y le pone en los tímpanos los compases de «Fiesta» y de Serrat, mientras las avenidas se convierten en ríos de personas y los ríos argentinos seguro brindan como campeones porque ni los ríos quieren perderse esta alegría, él tararea, inevitable, la Fiesta de Serrat y se plantea, por un segundo, si en diez años, o en veinte, o en cinco mil, será posible narrar este escenario y, mientras de nuevo ruega que esto no se acabe, se le suben a la lengua los versos de Diana Bellessi porque así probablemente será esa narración: «Algo de aquel fuego quema todavía./ La luz del sol móvil sobre la copa de lo árboles/ y mi corazón desbocado, de deseo./ Afuera, al alcance de mi mano/ la fiesta».
6) Mientras se agota la luz y manda la madrugada, mientras en la madrugada una muchacha amasa una pelota de papel y grita «soy Montiel, soy Montiel en el último penal» al impactarla de derecha y mandarla al lado de un arco formado por dos semáforos de una calle que ya no es de los coches y sí del pueblo, mientras otra muchacha de esa madrugada ve ese penal y besa en la boca a la goleadora y le brama «sos Montiel, sos Montiel», mientras un muchacho ve el penal y las ve a las dos y se les arrima y las besa en las bocas y las despega del suelo como si las fuera enviar al espacio y les ratifica «son Montiel, son Montiel», mientras en la madrugada ese penal y esa muchachada constituyen uno entre un millón de encuentros, él resuelve que ciertos penales y ciertos besos y ciertas circunstancias que carecen de nombre son lo más hermoso de la vida a causa de, bah, es difícil argumentar esas causas y es preferible que se ocupe Haroldo Conti: «La noche crece sobre sus cabezas, se enciende como la carpa de un circo, se colma de brillos y desmesuras, vida liviana, vagorosa, tanteo, tibio corazoncito del mundo, fiesta».
7) Mientras se insulta porque los párpados no lo ayudan a atrapar todo lo que lo rodea, mientras se enoja porque no encuentra cómo almacenar todos los horizontes que se le aparecen, mientras determina que si dispusiera de diez nacimientos reclamaría que los diez le garantizaran ser un rato campeón del mundo, mientras la efigie del joven que le camina al costado se le mezcla con la estampa desbordada de Otamendi sobre un banco en el vestuario, mientras se confiesa que le gustaría aprenderse el apellido de cada viejita que lo saluda para incorporarla a las páginas de historia argentina que se escribirán de aquí en adelante, mientras calcula que no le darán los huesos para husmear en estas calles cuando llegue el invierno lejano en el que esa adolescente que le golpea las manos -«campeón, chocá los cinco»- le detalle a su nietitud cómo fue aquella vez en la que a un coro de millones le bastó afinar la palabra «Messi» para sintetizar el goce, él acude a las letras de Irene Gruss porque consiguen contar la irrealidad tan real que lo envuelve: “Por fin, ahora todos bailan y dan vueltas como en una película; yo miro a cada uno, casi de lejos, como si lo que pasara fuera de veras mi fiesta, un espectáculo raro y en colores, extrañísimo”.
8) Mientras una cerveza le conquista el paladar, mientras una pareja que comenta «qué jovencito es Enzo Fernández» le conquista el alma o algo que merece llamarse alma, mientras una fuerza pariente de las fuerzas de la Selección en la adversidad le conquista las rodillas y lo ayuda a continuar andando, mientras una lucidez como la de Mac Allister en el pase del segundo gol de la final le conquista las neuronas y lo empuja hacia dónde derrama transpiraciones un grupo hecho de cuerpos que danzan descalzos, mientras una audacia digna de Julián Álvarez le conquista la energía y lo pone a danzar descalzo con esos cuerpos que danzan, él deja que lo conquiste la certeza de que ser feliz es precioso y de que ser feliz con gente feliz es todavía mejor y por eso, descalzo y feliz, danza a Los Gardelitos: «Y aunque en mí yo sé que todo esto es un juego/ al menos esta noche no quiero pensar/ solo la sombra de lunes puede mi fiesta arruinar/ solo la sombra de lunes puede tu fiesta arruinar».
9) Y mientras eso pasa, y mientras mucho más que eso pasa, la fiesta sigue y él sigue de fiesta.
El autor
Ariel Scher es buen tipo desde que nació en 1962 y periodista, profesor y escritor desde los ’80. Da clases en DeporTea (Política y deporte y Taller de redacción II) desde 1991. Trabajó en El Handball, La Razón, Sur, Interdiarios, revista Noticias y Clarín, entre otros; en CLACSO y en CISEA. Cubrió Mundiales de fútbol, JJ OO y otros eventos. Escribió, entre otros, «Fútbol, pasión de multitudes y de élites» (CISEA, con Héctor Palomino); «La patria deportista» (Planeta); «Wing izquierdo, el enamorado» (Al Arco); «La pasión según Valdano» (Capital Intelec.); «¿La pelota no dobla? «(ensayos filosóficos sobre del fútbol, con César Torres y Daniel Campos, El Zorzal); Pelotas chicas, pelotas grandes” (Colihue); «Apuntes sobre fútbol de los tíos y las tías» (GES). Premio Konex 2007.