Hoy se cumple el 50 aniversario de la muerte del General Juan Domingo Perón. La noticia me conmovió, como al conjunto el pueblo argentino. Las caras eran de tristeza, de incomprensión. Era imposible que su líder más querido y el más odiado por la oligarquía, hubiera fallecido. Hacía poco tiempo que había asumido su tercer gobierno. El “Viejo” ya estaba cansado y mal de salud, después de una larga lucha.  Primero fue la resistencia y luego la lucha por el retorno.

Perón se había convertido en el máximo referente de los trabajadores, los descamisados…. Bajo ningún gobierno anterior los sectores más humildes de la sociedad argentina habían sido los auténticos protagonistas de su historia.

Por aquellos años yo militaba en la Federación Juvenil Comunista y el partido, en una resolución interna, llamó a sus afiliados a acompañar el dolor del pueblo argentino frente a la muerte del presidente. En aquel momento comenzaba a militar en la facultad de Filosofía y Letras, era miembro del la directiva del Centro de Estudiantes en representación del MOR.

Desde la dirección de la “Fede” nos indican que debíamos concéntranos en la Facultad de Medicina y en la de Odontología para preparar un operativo de ayuda y de solidaridad hacia los cientos de miles de ciudadanos que se trasladaban de todo el país para hacer las interminables colas en su deseo de despedir al General.

Nuestro trabajo consistía en llevar café  o mate cocido bien caliente a los que soportaban el frio y la lluvia, en aquellas emocionadas y desgarradoras colas. Entre el grupo de compañeros que nos pusimos a trabajar en esta tarea recuerdo al  “Negro” Cochen, que no se cansaba de hablar de la unidad con la JP, del “Gato” Aulicino, el “Tigre” Luis Valentino, de Daniel Filmus que era el dirigente máximo de “Filo”,  de Gustavo Braguisnki, del “Negro” Padula, del “Bube” y de un sinfín de compañeros/as del sector universitario.

Muchos de aquellos compañeros peronistas terminaban desmayándose en las colas por hipotermia. Algunos de ellos eran trasladados hasta la propia facultad, donde eran atendidos por nuestros compañeros que estudiaban medicina.

Como era lógico, yo no era peronista, mejor dicho un poco “gorila”. Por aquel entonces era bastante crítico con el General y por afinidad ideológica, coincidía con las críticas que le realizaban las Juventudes Peronistas Regionales y Montoneros. Pero su muerte trascendía los debates políticos. Era todo un pueblo el que lloraba a su líder. Mientras, el frio y la lluvia parecían calar aun más en el dolor popular.

Luego de varios días de velatorio en el Congreso, con un grupo de compañeros  de la FJC nos acercamos hasta el Edificio del Congreso para presenciar la salida de sus restos mortuorios, por las escalinatas principales de aquel hermoso y monumental edificio. La escena fue conmovedora. A pocos metros pude presenciar un hecho histórico que marcó para siempre al pueblo argentino. El féretro del General era subido por los Granaderos de San Martín en un carro militar. Al lado, la multitud y todos le dábamos el último adiós sin decir palabra.

Con grandes aciertos y también errores el General Juan Domingo Perón ha quedado para siempre en la historia de la Patria Grande latinoamericana. Luego comenzaría a perfilarse una de las etapas más dramáticas de la historia argentina.