Cuesta encontrar en la rica historia de los Mundiales un jugador que se haya destacado tanto a los 19 años como lo acaba de hacer Mbappé. Su velocidad asombrosa, su gambeta impredecible, su trabajo incesante cuando el equipo necesita recuperar la pelota y el gol, claro, el gol, son las mayores virtudes de este pibe que nació en los suburbios parisinos, hijo de inmigrantes africanos, como su piel lo demuestra. Y coronó una Copa del Mundo brillante nada menos que con un gol en la final, un gol que llega en un ataque francés que no lo encontró haciendo un surco por la derecha sino entrando por el lugar que marca su camiseta, como un 10 clásico. Y tuvo la sangre fría necesaria como para parar la pelota, buscar el lugar justo y ponerla ahí donde el arquero croata no podía llegar nunca.
En un equipo efectivo y pragmático como el francés que salió campeón del mundo con un grupo de jugadores maravillosos pero un juego que siempre hizo lo justo como para ganar y nada más, Mbappé puso la fantasía, la magia, la gambeta, el desborde y el gol. Y asombró con su velocidad con pelota dominada. En la final apareció en forma intermitente. En este último partido en Moscú contra Croacia se destacó más Griezman y hasta quizás Pogbá. Pero cuando se recuerde este Mundial, Mbappé va a ser un punto insoslayable, el jugador que asombró al mundo.
Si alguien tuviera la famosa bola de cristal, podría hacer una proyección de la carrera de Mbappé con la precisión que no existe. Pero sin dudas el 10 de Francia parece destinado a ser una estrella del fútbol Mundial. Pelé hizo un gol en una final a los 17 años. Mbappé es el segundo más joven. Y nombrar a Pelé mientras se está haciendo referencia a un jugador de fútbol de 19 años ya es bastante mérito como para entender de qué se trata esto.