La vis cómica, la obra teatral multipremiada (cuatro ACE, incluyendo a Mejor Autor Argentino) que llega a su quinta temporada con cumbres de público, se centra en la compleja relación que los artistas tienen con el poder. Mauricio Kartun lo hace a través de una parábola ambientada en la época de la colonia. Así, en un marco que antecede inmediatamente a la creación de la nación, la obra puede ser leída como ficción fundante y orientadora de la Argentina. En el siglo XVIII, la compañía española de teatro de Angulo, el malo, desembarca en una Buenos Aires enlodada y propensa al contrabando. Entonces, lejos de poder montar una obra, se encuentra con que el monopolio del teatro lo tienen el pregonero, un colaboracionista adepto a los intereses del virrey. Cuando cambia el virrey, Angulo encuentra la oportunidad de hacerse con la plaza. Pero esto implicará ponerse al servicio del nuevo poder del turno.

Así como con la puesta en escena de la tragedia de Sacco y Vanzetti (1992) hablaba de la pérdida de derechos laborales y presagiaba los nuevos mártires como Norma Plá (1932-1996) en los ’90; así como en Terrenal (2014), la historia bíblica de Caín y Abel servían como metáfora de la mentada grieta argentina, en La vis cómica, Kartun lo hizo una vez más.

En tiempos en que, en nombre de la libertad, el Estado se desliga de sus funciones de fomento del arte y vacía de subsidios al cine y al teatro, en tiempos en que los pregoneros del poder parecen salidos de una farsa, Kartun pone en escena la obra teatral política paradigmática que da cuenta del presente histórico.   

-¿Cuál fue el punto de partida de la obra?

-Una convocatoria para una invitación de la Embajada de España para hacer algo sobre alguna de las “Novelas ejemplares” de Cervantes que no prosperó, pero que me hizo leerlas con voluntad creativa. Es muy raro y distinto cuando se lee por el placer mismo de la lectura o con intención de crear. En la segunda opción, a veces uno se pone más pirata, más en rol de bucanero saqueador. Mientras uno lee, piensa: “A ver qué me puedo robar”. Y en una de los de las “Novelas ejemplares”, en El coloquio de los perros encontré una mención a un perro llamado Berganza que había sido mascota de una compañía de teatro. Me resulta muy gracioso el punto de vista de un perro sobre la realidad. Sobre todo, sobre una realidad decadente.

-Uno de los temas principales de La vis cómica es la relación entre el teatro y el poder. ¿Cómo te parece que debería ser esa relación?

-La relación entre el teatro y el poder siempre será controvertida. Hay una paradoja.  La función del teatro en tanto arte siempre es la de una mirada desconcertante sobre la realidad. Desconcertante en el sentido de no aceptar la concertación con esa realidad. Siempre es una mirada crítica. Pero, el poder necesita el teatro como un medio de comunicación, no como un medio crítico. Lo que le pide es que o apoye al de adentro o ataque al de afuera. Y el arte como no está hecho para esa función opera siempre de manera controvertida. Inevitablemente choca siempre contra el poder, aun cuando vos coincidas con quien lo tiene en ese momento. Siempre la obra tendrá un costado crítico, punzante, no conciliador con la cúpula del poder del sistema en el que trabaja. Lo paradójico es que, por las condiciones de fenómeno cultural, el arte requiere muchas veces del apoyo del Estado, requiere de leyes que lo sostengan. Me parece que un Estado inteligente es el que acepta al teatro en su estado de rebeldía. Pasa como con los hijos. Intentar que los hijos se nos parezcan, piensen igual que nosotros, no discutan y acepten sin sometimiento las leyes de los padres produce todo lo contrario, produce un hijo rebelde.

Escena de La vis cómica.

-Incluso Eisenstein, el artista portavoz de la Revolución Rusa, terminó disgustando a Stalin.

-Son históricos los choques de los artistas que en un momento concilian con una idea política y en otro sus propias obras empiezan a chocar con la misma. Insisto, tiene que ver con la naturaleza, con no desnaturalizar la naturaleza del arte, con aceptar esa función, aun perdiendo el cariño de los que no están políticamente de acuerdo.

-¿Qué repercusiones y que actualidad cobró la obra en el contexto actual?

-El teatro es metamórfico porque la realidad es metamórfica. El teatro siempre plantea una lectura figurada de la realidad. En la medida que la realidad va cambiando, el sentido de las obras cambia también. En un momento se ponen más elocuentes y en otro momento  se pone menos pertinente. Este es un momento en que los temas que trata La vis cómica aparecen especialmente pertinentes en relación con la situación que la cultura está atravesando.  

-Entre tantos ejemplos, en la novela antisemita 666, Hugo Wast presagió el golpe militar de 1976. En la novela El examen (1950), Julio Cortázar imaginó los funerales de Eva Perón cuando Evita rebosaba salud. La vis cómica escrita en 2019 describe una realidad muy parecida a la actual. ¿Por qué te parece que la literatura a veces resulta profética?

Mauricio Kartun.

-A mí me parece que es el fenómeno de la metáfora propia del teatro. La metáfora en el teatro es una figura paciente y muy poderosa. Es como el huevo que se instala con toda la paciencia de ser empollado. Y hay un momento donde se produce la coincidencia o quizá no se produce nunca. Solo que nosotros opinamos sobre aquella en la que el fenómeno se ha producido. Pero no hay otra virtud, no hay otra metafísica que la del fenómeno de la metáfora. Lo que sucede es que las cosas, las realidades flotan en el aire y el arte las capta. Y buena parte del trabajo del artista es el de ponerse una antena satelital que, de alguna manera, esté registrando eso. Si no fuese así todas las escrituras operarían sobre la realidad más cruda y se transformarían en escrituras periodísticas. Perderían valor apenas la noticia deja de ser fresca. Por eso es que seguimos haciendo los clásicos, porque en esa condición metafórica siguen apresando a la realidad siglos después.

-Si no sos Rodolfo Walsh o Truman Capote, cuando la literatura se vuelve periodística pierde algo de su especificidad y su belleza.

-Uno de los grandes pecados del teatro es querer transformar al personaje en portavoz. Y así, los personajes son como Adorni: alguien que se para frente al público para decir cosas e informar. En cambio, hay que permitirle al personaje su condición más metafísica, más expresiva. El arte requiere profundidad, no se puede hacer arte con los Adorni de la vida. Yo empecé haciendo un teatro muy periodístico en los ’70. Mis comienzos fueron en un teatro muy basado en la expresión de la realidad. Tomar la realidad y ponerla en escena. Y, por cierto, el día que tuve que decidir donde hacía el corte de la publicación de mis obras, dejé afuera toda esa producción de los ’70, porque me parecía justamente que tenían un valor en ese momento, que lo perdían inmediatamente cuando la realidad era otra.

Foto: Patricio Vegezzi

-¿Incorporaste nuevas cuestiones a esta versión de la obra o sigue siendo la del 2019?

-No, no, no retocamos nada. Yo soy un fanático de no tocar nada justamente para que la obra conserve ese carácter de huevo. Dejar que sea la realidad la que empuje la obra y no que la obra vaya corriendo tras la realidad. Nos ha pasado en giras que vamos a algunos lugares donde, por ejemplo, algunas palabras no se entienden o donde hay algunas temáticas que resultan más complicadas. La obra, por ejemplo, tiene una mirada sobre la esclavitud y sobre la raza negra que tiene que ver con  nuestra condición histórica. Cuando vamos a países donde la cultura negra tiene una fuerza más grande cierta mirada de la obra puede chocar. Yo, sin embargo, les pido a los actores que no toquen nada, que no modifiquen, que no se dejen influenciar por la hipótesis de que hay una nueva lectura. Estoy haciendo esto y puede ser leído de esta manera. Que acepten a la obra de una manera más monolítica por llamarla de alguna manera. Me parece que si no caemos nuevamente en la hipótesis periodística, vamos a modificarla para que se ajuste a la noticia del momento. 

-¿Cuándo te parece que el teatro es político?

-El teatro inevitablemente es político. Por afirmación o por prescindencia. Un teatro que prescinde de mirar la realidad, la está edulcorando, la está decorando, la está idealizando.

La vis cómica

Libro y dirección: Mauricio Kartun. Elenco: Horacio Roca, Luis Campos, Cutuli y Stella Galazzi. Sábados a las 19.30 en la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.


El teatro como una plataforma del pensamiento

«No le podemos quitar al teatro ese placer inefable y a veces incomprensible que nos produce el contacto con el arte -reflexiona Kartun-. Leer una poesía, escuchar una canción y ponernos a llorar. Ir a ver una película y salir conmovido a tomar decisiones en tu vida. Pero hay algo en ir a ver una obra de teatro, después ir a comer con amigos y que durante toda la noche la obra de teatro sobrevuele la mesa de un lado para el otro. Hay por un lado un atractivo muy grande, una fuerza muy grande que nos lleva al placer artístico. Pero por el otro lado hay una modificación en el arte. Pero adentro tuyo, como hacen los alimentos, se transforma en otra cosa, una forma en calorías. El arte se transforma en idea. Nosotros hablamos de una idea-teatro. Ir a ver una obra y hablar de lo que vos leíste de La vis cómica y no simplemente con lo que disfrutaste del trabajo de los cómicos. Esa es la idea-teatro. Es entender al arte como un mecanismo analógico de pensamiento con discurso propio. Y con una capacidad de abstracción que no tiene el pensamiento concreto, que no tiene la palabra en función de análisis. La metáfora permite múltiples formas de lectura. Como decía mi vieja, “lo importante de la obra es que te deje algo”.
-¿Cuáles son las estrategias de resistencia en estos tiempos?
-Los tiempos son tan nuevos que ni siquiera han dado tiempo a construir estrategias inteligentes que se adapten a la nueva realidad. De la misma manera que creo que la nueva realidad no le ha dado maneras de crear medidas inteligentes al Estado, y me parece que todo en este momento es metamórfico y que la realidad se está creando sin modelos anteriores cada día. Se está instalando el chiste de «bueno, vamos a abrir el diario a ver qué nueva cagada tenemos hoy». Eso tiene que ver con enfrentar a un modelo diferente. No obstante, hay cierto estándar de resistencia que el trabajador ha creado desde hace siglos y es cómo reacción frente a la injusticia económica. Desde la manifestación en la calle a las huelgas o las opiniones públicas que hoy tienen medios de difusión muy fáciles en redes. A mí me parece que el todo es una herramental que está ahí disponible para esa resistencia.


Foto: Pedro Pérez

Sociedad, Estado e inversión

Es más que obvio que Maurio Kartun es una persona atenta a las cuestiones políticas. Una de sus preocupaciones de la realidad que hoy sacude a los argentinos es el rol del Estado.
“Hay una falacia que se viene instalando, que afirma que los estados son corruptos -señala-. Por lo tanto, todo reparto que haga el Estado estará condicionado por sus propios intereses partidarios y se los dará a alguien y no a otro. Y entonces, como yo no pienso como ese Estado, es que yo no recibo ni recibiré y por lo tanto me pongo en un lugar crítico. De esa manera, como diría Perón, se tira todo al agua con el chico adentro. Es decir, yo tiro absolutamente todo, vacío de subsidios y vacío de inversiones en cuestiones sociales, porque hay alguna corrupción, en lugar de crear un mecanismo eficiente que administre esa inversión. Porque nunca está de más volver a repetirlo, una y un millón de veces. Es una inversión”.