“En El ombligo del mundo, (La Crujía) Julia Coria se mete en la discusión acerca de la autoficción -dice Federico Jeanmaire en el prólogo del libro al que se refiere-. Muestra sus armas, se pelea con los dichos de otros, pero siempre desde un lugar no definitivo. Duda, sigue adelante, da ejemplos y conrtaejemplos, vuelve sobre sus pasos. Discute. Julia Coria discute. Y no lo hace a los gritos. Utiliza para ello su aventura personal con la escritura. También la aventura de muchos otros escritores y escritoras.”
Sin duda, se trata de una muy lograda síntesis de El ombligo del mundo, un libro que más que dar una respuesta tajante y cerrada de lo que es la autoficción muestra al desnudo un proceso de pensamiento que no se vuelve pétreo al pasar a la escritura.
Con el boom de las llamadas escrituras del yo se ha producido un boom paralelo: el de los detractores de ese tipo de escrituras que hacen de sus críticas una verdadera cruzada de tintes casi morales a favor de lo que entienden por buena literatura. La virulencia de los ataques es coherente con un espíritu de época que promueve más la destrucción que la construcción y para el que las posiciones literarias diferentes no son posiciones distintas, sino enemigas.
Si bien el subtítulo del libro es Notas para escribir autoficción y la propia autora dice que se trata de un texto más para escritores que para lectores, resulta interesante para ambos en la medida en que Coria interviene en una discusión literaria actual con una solvencia que no excluye las dudas y en la que no hay ningún atisbo de insolencia intelectual.
Julia Coria, la autoficción
-¿Es válida la categoría “autoficción” cuando es imposible escribir por fuera de nuestra propia experiencia?¿No hay autoficción en todo texto?
-Ese planteo me lo hacen a menudo, pero te puedo asegurar que son dos experiencias distintas. Una novela, un cuento, todo texto narrativo, por supuesto, se nutre de la experiencia de quien lo escribe, incluso a veces mucho más que en una autoficción. Pero la autoficción tiene características precisas. Una de ellas es la decisión inicial de remitir a un proceso que realmente ocurrió quizá con la ilusión de escribir lo que ocurrió, cosa que, como digo en el libro, es imposible.
Lo que se escribe es una versión que tiene que ver con la propia experiencia pero que de ninguna manera es lo que ocurrió. En El ombligo del mundo doy el ejemplo de La llamada de Leila Guerriero. Allí no es que se cuente una mentira, sino que se cuenta una experiencia que no es la mía ni la de otras. La materia prima de la autoficción es la memoria. Hay una partícula que tiene que ver con “lo auto” es decir con la experiencia propia, y la ficción tiene que ver con todo aquello con lo que vamos a jugar a partir de esa materia.
Creo que a mi libro Todo nos sale bien no le cambié una coma respecto de la experiencia que viví y que cuento en él, pero esa es una ilusión. ¿Cuánta verdad hay en Todo nos sale bien? Cien por ciento. Pero les levanté el volumen a ciertas características de algunos personajes, prioricé algunas situaciones sobre otras. A veces, escribir algo distinto de lo que realmente ocurrió es una búsqueda declarada. Tanto cuando se quiere ser absolutamente fiel a la realidad o cuando se busca despegarse, igual se está ficcionalizando.
–¿Entonces cuál es la diferencia entre autoficción y ficción a secas?
-Yo lo digo un poco “peleadoramente” y jugando: creo que hay que no haberlo intentado nunca para no advertir la diferencia. Cuando estás escribiendo sobre algo que efectivamente ocurrió, aunque vayas a priorizar algunas cosas sobre otras, aunque vayas a borrar un personaje, estás recurriendo a tu memoria, mediada, por supuesto por tu fantasía o tu imaginación.
Esto no sucede cuando escribís sobre algo que sólo está en tu imaginación. Cuando algo es verdad, ya tiene una validez dada por ese status de verdadero, pero el valor del texto narrativo nunca va a estar dado por lo que pasó verdaderamente, sino por tu trabajo con esa materia. Como digo en el libro, si tuviera que dar un consejo de escritura ese consejo sería “agarrá la pala” (risas). Quizá, podés escribir un texto sin esfuerzo que venda millones por lo que contás. Pero si me preguntás cómo se escribe un texto narrativo, te contesto que exige esfuerzo tanto si se trata de autoficción o de cualquier otro tipo de texto.
-Hablás de “un hecho que realmente ocurrió” pero la memoria es en sí misma ficcional. Los recuerdos no son instantáneas de un momento pasado, están “intervenidos” por nuestra propia creación.
-Exactamente.
– Por eso no creo que el concepto de verdad tenga algo que ver con la literatura. García Márquez dice que nuestra vida no son los hechos que nos ocurrieron, sino el relato que hacemos de ellos.
-Sí, es así. Pero lo que digo es que El ombligo del mundo no es un libro para lectores, es un libro para escritores. Al escribir una obra basada en tu propia experiencia tenés que saber una serie de cosas. Una de ellas es que lo que vas a narrar es una reconstrucción basada en tu propia experiencia, mediatizada por tu propia experiencia que, además, puede ser ficcionalizada deliberadamente.
Y esto es algo sobre lo que arengo mucho cuando digo que no tenés ninguna clase de compromiso con la verdad. Cuando escribí Todo nos sale bien ni me pregunté sobre estas cosas porque no sabía que existía el penar en esto. Fue a partir de ese libro que empecé a escuchar sobre estos temas.
-La autoficción tiene muchos detractores.
-Sí, hay quien dice autoficción no, pero crónica personal sí. Pero de ninguna manera una crónica ficcional es más digna que una autoficción que pretende serlo.
–En El ombligo del mundo decís que lo único que está más en boga que escribir autoficción es criticarla. ¿Por qué suponés que es tan criticada? -Creo que hay muchas razones. Algunas son corporativas. A los escritores y escritoras puede molestarnos bastante cuando llega al campo literario la actriz a la que el novio la dejó plantada en el altar o la empresaria que se quebró un brazo en determinada circunstancia.Molestan las historias excepcionales que escribe un outsider y con las que le va muy bien.
Vos decís, yo estoy acá laburando, con el culo en la silla como es mi mantra y viene alguien de afuera y la rompe de manera intuitiva. Esa es una razón corporativa para resistir eso como resistimos tantos otros embates quienes escribimos. En este último tiempo pensé mucho en que hay mucha energía puesta en criticar y en criticar de un modo muy virulento no sólo en el campo literario sino también en otros. Entonces decidí pararme en otro lado. Me pregunté si tengo que escuchar pasivamente todo eso.
No me considero una autora de autoficción. Escribí una autoficción y textos sobre escritura. La forma en que se habla de la autoficción es muy denigrante. Algunas críticas son de mucha agresividad.Yo estoy muy en las antípodas de este clima de época en el que hay una especie de regocijo en el hecho de ser virulento. Entonces decidí tomar los argumentos de esas críticas y conversar acerca de esos argumentos, ver en qué sentido tienen razón, en qué sentido están dejando de lado algunas cosas que son muy importantes para mencionar.
Mucha de la gente que berrea contra la autoficción hace la aclaración de que nunca leyó un libro de autoficción. Lo que hice no fue armar una definición, sino leer un corpus enorme de la literatura argentina actual que está circulando y comprobé que la presencia de la autoficción es abrumadora. A partir de ese corpus armé las cuatro o cinco características que definen, según lo que planteo en El ombligo del mundo, la autoficción en el campo literario argentino actual. También leí autoficción fuera del campo argentino.
Cuando decís que la autoficción es un oprobio te estás perdiendo de leer, por ejemplo, Patrimonio: una historia verdadera de Philip Roth, te estás perdiendo de leer Metafísica de los tubos de Amélie Nothomb. En el campo argentino te perdés un libro como Las malas de Camila Sosa Villada. En general, son diatribas al aire que no se confrontan con una lectura. Lo que yo intenté hacer es eso, confrontar con lecturas muy desde el lado “no estoy para este tipo de discusiones, no es lo mío”.
Ese es el espíritu de El ombligo del mundo. Suelen decirme que toda la literatura está preñada de la propia experiencia y es así. Pero si al estudiar un fenómeno buscamos lo que tiene de igual al resto, nos perdemos su particularidad. Soy socióloga y por eso sé que cuando se estudia un fenómeno en un momento particular de la historia también suele decirse “eso siempre ha sido así”. Lo que yo digo es “bueno pero contáme por qué ahora es así, qué tiene de particular, qué lo transforma en lo que es”. A mí me gusta ese juego.
Sí, es cierto, toda la literatura está nutrida de nuestra propia experiencia, pero qué estoy haciendo de distinto cuando escribo autoficción. Un poco por haber escrito Todo nos sale bien y otro poco por acompañar a autores y autoras que escriben sobre su propia experiencia -María Larrondo hizo el año pasado una clínica de obra conmigo y también trabajó conmigo, entre otros autores, Diego Tiseira- te puedo asegurar que las preguntas que te hacés cuando escribís sobre tu propia experiencia son muy distintas a las que te hacés cuando escribís otro tipo de narrativa.
Julia Coria, una escritora devota del policial
¡Que hermoso es Ecuador! Lo dije y, aunque Sonia me contestó que era ridículo opinar sin haber visto casi nada, a mí me parecía que sí, que era hermoso; o quizá lo había dicho de contenta porque me estallaba el corazón de alegría o a lo mejor ni siquiera, a lo mejor solamente por decir, esas cosas a las que los demás contestan ajá y listo.”
Así comienza la última novela de la prolífica Julia Coria publicada recientemente. Se trata de Familia serán ustedes (Tusquets) que continúa su novela anterior, La horda primitiva (Tusquets), un policial muy particular que transcurre en 2013. En él no hay un detective convencional, sino dos ancianas apasionadas del género policial que buscan la verdad. Es que la propia Coria es una lectora devota de ese género.
Estas dos ancianas investigan el caso para salvar a Sonia, hija de una de ellas, de una acusación de asesinato. Sonia es obstetra y, como tal, se encarga de traer niños al mundo. Ella misma ha traído varios propios concebidos en distintos matrimonios.
Cuatro años después de este hecho los miembros de la horda llevan una vida tranquila siempre bajo la atenta mirada de protección de la abuela. Pero, como no podía ser de otro modo, la calma dura poco.
Es en ese momento en que comienza Familia serán ustedes (Tusquets).
Sonia, que como se dijo, ya vivió varias historias de amor, esta vez se enamora de un médico ecuatoriano y decide probar si son realmente compatibles conviviendo con él un tiempo en Ecuador. Es así que viaja al país de su enamorado. La relación parece ir viento en popa y entonces, la horda decide unirse a la pareja durante unas vacaciones de verano. Pero no todo lo que relumbra es oro y la mansión en la que habita Sonia junto a su pareja, rodeada de un verdadero paraíso de selva y playa, oculta secretos. Los miembros de la horda comienzan a desaparecer uno a uno y nuevamente la maquinaria la novela anterior se pone en marcha. La resolución del nuevo caso requiere la valentía y la lealtad de todos. Una novela a la que no le faltan humor ni peripecias.