Delgadez, canas y un bronceado anaranjado. Esto devolvieron las primeras imágenes que retrataron la reaparición pública de Sergio Tomás Massa, el hombre que hasta hace un puñado de meses supo ser ministro de Economía, candidato a presidente y pulmotor de los últimos dos años de gestión del fallido Frente de Todos. Fuera del centro de la escena que por mucho tiempo disfrutó protagonizar, el líder del Frente Renovador reconstruye desde abajo su espacio optando por hacer base en dos territorios en disputa.
La semana pasada el tigrense reunió a su tropa de intendentes, diputados nacionales, legisladores y funcionarios en Roque Pérez, localidad del interior agrario de la provincia de Buenos Aires, donde dio luz verde para avanzar en la construcción del volumen propio del espacio fundado en 2013, bajo la condición de no romper las alianzas estratégicas dentro del peronismo que lo trajeron hasta aquí.
El inminente nombramiento de la extitular de AYSA y esposa del líder renovador, Malena Galmarini, como titular del grupo BAPRO funcionará como garantía de la unión con el gobernador Axel Kicillof. A la par, el propio Massa continuará regando la relación con el líder del PJ bonaerense, Máximo Kirchner y su madre y ex vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, con quienes, nunca perdió el contacto.
Para el exministro es fundamental que su espacio vuelva a ser la inmediata referencia de la clase media que en 2015 encontró en su propuesta una veta para escapar de la riña Kirchner-Macri. Para ello, no sólo se apalancará con un discurso crítico a la gestión económica de Javier Milei, sino que también lanzará en los próximos días la Fundación Encuentro, un think tank desde donde presentará propuestas para combatir la crisis, mientras trabaja para el fondo de inversión estadounidense Greylock Capital Management y termina su libro autobiográfico en el que retratará sus días como miembro del gobierno de Alberto Fernández. El camino, sin embargo, no terminará en las rutas bonaerenses.
Córdoba: en la búsqueda del voto delasotista
El jueves pasado Massa recibió en sus oficinas porteñas al legislador provincial Federico Alesandri, la exlegisladora Tania Kyshakevych, y al exfuncionario del INAES, Javier Taborda, referentes de la primera ola del cordobesismo comandado por el fallecido gobernador José Manuel de la Sota. Del encuentro, en el que se hizo un balance sobre la gestión nacional que encabeza el libertario, se obtuvo una resolución común: trabajar para instalar el Frente Renovador en Córdoba.
El foco del excandidato estará puesto en las elecciones de medio término en las que aspira a conseguir una mayor representación legislativa en la provincia. Es en esta construcción en la que Alesandri cumplirá un rol clave. El exintendente de El Embalse conduce un monobloque en una legislatura sin mayoría para el oficialismo provincial, lo que no sólo lo convierte en una banca cotizada para alcanzar el quorum, sino que además estará a cargo de tejer redes para el tigrense desde el palacio cordobés.
La elección de los dirigentes, claro, no fue casual. Kyshakevych y Alesandri fueron los primeros en despegarse del ala de Juan Schiaretti durante la campaña presidencial para apoyar abiertamente al tigrense. Con una posición crítica del gobierno de Martín Llaryora, ambos estarán a cargo del armado massista en su provincia, donde creen que puede existir un lugar para instalar el discurso del FR entre los sectores productivos, principal motor de la economía cordobesa y público objetivo del legado delasotista. Para los legisladores, el excandidato puede cosechar buenos brotes en la provincia sojera, pero sólo lo logrará si cumple con una innegociable condición: hacer caso a quienes conocen el terreno.
Durante la campaña del balotaje, Sergio Massa buscó aterrizar en la provincia mediterránea para recoger votos delasotistas, pese a las advertencias que sus propios armadores le hicieron respecto al profundo antikirchnerismo que pregona el territorio. Sin involucrarse públicamente, el entonces electo gobernador Martín Llaryora dio rienda suelta a sus alfiles para trabajar en favor del tigrense, un mecanismo que no logró hacer frente al poderoso aparato del saliente Schiaretti, quien en aquel momento sacó a relucir su vieja rivalidad con el extitular de Hacienda cercando la provincia para evitar su desembarco. El resultado de aquella riña ya es historia, pero el massismo trabajará para ganarse un lugar en el futuro.
El primer paso de la travesía cordobesa del tigrense será la apertura de una sede de la Fundación Encuentro en la provincia. Desde allí, se buscará ampliar al Frente Renovador mediterráneo y competir abiertamente por el liderazgo del justicialismo provincial con el neonato llaryorismo que aspira comandar al peronismo cordobés para saltar a las ligas nacionales. Todavía sin nombres propios de peso entre sus aliados, desde la provincia especulan con un posible acercamiento con Natalia de la Sota, heredera del poderoso apellido y a quien por algunas semanas durante el vertiginoso cierre de listas se llegó a mencionar como posible candidata a vice del tigrense. Sin confirmar ni desmentir esta versión, la diputada sigue aferrada a su pertenencia al espacio cordobés. «