El Monumento al Izamiento de la Bandera, en el corazón de la Plaza Colombia, del barrio porteño de Barracas cambió su apariencia durante gran parte de este martes. Desde la tarde, banderas, carteles, folletos y fotos de Pamela Cobbas, Mercedes Figueroa y Andrea Amarante, le dieron forma y color a la base del mástil y a sus alrededores. A un año del triple lesbicidio, desde allí partieron cientos de personas, muchas de ellas integrantes de diferentes colectivos LGBT, hasta el hotel donde fueron quemadas vivas por un vecino que ya las había amenazado.

Cerca de las 17, el grupo Batuka dio inicio al homenaje a las víctimas de la denominada Masacre de Barracas. Desde el micrófono, una de las organizadoras, adelantó: “Estamos acá para mantener la memoria, para seguir diciendo lo que pasó y para no dejar que el silencio gane terreno. Juntarnos acá es una oportunidad para encontrarnos, compartir miradas, construir memoria colectiva y para que la violencia lesbodiante no quede invisibilizada”.
«Fue un hecho que escaló la crueldad»
En diálogo con Tiempo, la periodista y activista, Marta Dillon, advirtió que “el triple lesbicidio, fue un hecho que escaló la crueldad a niveles fuera de toda escala. Fue como una primera constatación de que la violencia simbólica que emana del Poder Ejecutivo, fundamentalmente de la figura del presidente, pero de todo su equipo de comunicación, diseminando discursos de odio que evidentemente después se vuelcan contra personas concretas”.
“Creemos que este es un gobierno fascista que impulsa el fascismo social y eso lo seguimos viendo. Después del discurso de Davos también hubo ataques a lesbianas y a otras personas cuyo género algunas personas no distinguen y entonces creen que tienen que disciplinarla”, continuó la referente de Columna Mostri, y analizó: “Este es un hecho muy significativo, sobre todo porque además no se reconoce ni que fue un lesbicidio, que las mataron por lesbianas, ni la justicia lo reconoce ni tampoco el gobierno lo reconoció en su momento. No quiso ni decir la palabra lesbiana cuando le preguntaron por este hecho. Estamos acá para denunciar la violencia simbólica del gobierno fascista”.
Aún con luz solar, las manifestantes se trasladaron por Montes de Oca unas dos cuadras y media, doblaron por Olavarría. Allí permanecieron unos minutos en las puertas del Hotel Canarias (Olavarría 1621), donde el 6 de mayo del año pasado Justo Fernando Barrientos arrojó una bomba molotov en la habitación donde estaban Pamela, Andrea, Mercedes y Sofía Castro Riglos, quien fue la única sobreviviente. Allí montaron un altar y prendieron velas.
Durante la recorrida, posiblemente envalentonados por el relato que el oficialismo, algunos transeúntes insultaron a las integrantes de la marcha que cantaban el típico: “¡Vecino, vecina, no sea indiferente: se matan a lesbianas en la cara de la gente!”.
“Es la gran marca de los discursos de odio, los efectos que traen, sostenidos por el Estado. La hostilidad en la calle se empieza a ver cada vez más. Recién nos tiraron agua, por cierto. Vecines, por favor, no se tira agua a las lesbianas”, ironizó Ani, una de las autoconvocadas a la marcha. “La importancia de poder contar con políticas públicas con perspectiva de género, con perspectiva de diversidad, porque después vemos cómo todo se desarma y cómo hay un caldo de cultivo para un lesbicidio y tantas cosas más también siguen pasando en el colectivo”, consideró.
La columna de personas se extendió por unos 200 metros, retomó por Isabel La Católica y volvió al centro de Plaza Colombia, donde hubo diferentes performances y eventos musicales. “Los discursos que están dando del gobierno claramente no favorecen a la situación de las personas del colectivo. Es importante que en las noticias y los medios se especifique que este atentado no fue un atentado cualquiera, random, sino que es un lesbicidio porque son lesbianas”, expresó Consu, otra de las manifestantes.
Tanto el gobierno como la justicia, consideran que no debería aplicarse el agravante de “crimen de odio” en el expediente judicial.

“Desde hace un año a esta parte todo cambió muchísimo. Cambió la posibilidad de caminar en la calle tranquila, cambió la posibilidad de llegar a fin de mes, cambió la posibilidad de conseguir un lugar donde vivir, porque también hay que decir que había tres lesbianas conviviendo en condiciones muy precarias en un hotel-pensión en el barrio de Barracas, porque hay una situación en la Ciudad de Buenos Aires muy grave respecto al acceso a la vivienda y, como siempre, las mujeres y las disidencias sexuales son quienes más padecen justamente estas políticas que fomentan la especulación inmobiliaria en cada vez más barrios de la ciudad”, comentó Ana.

En diálogo con este diario, la diputada nacional de Izquierda Socialista, Mercedes De Mendieta, sostuvo que la masacre ocurrió “en el marco de un gobierno de ultraderecha, negacionista, que viene impulsando discursos de odio hacia las disidencias. Desde el inicio el gobierno ha puesto al movimiento feminista y de disidencias como uno de sus grandes enemigos”.
“Venimos a decir que seguimos peleando por los derechos de Sofía, que es la única sobreviviente de este tremendo ataque, de este tremendo crimen de odio. Ella además se atiende en el Hospital Bonaparte, que es un hospital de salud mental que también está siendo atacado por este gobierno y que atiende a personas que son víctimas de trata, víctimas de violencia de género. Las cosas por su nombre. Esto fue un triple lesbicidio, un crimen de odio”, concluyó la legisladora.
La marcha fue convocada por Lesbianes Autoconvocadas por la Masacre de Barracas y otras organizaciones como Columna Mostri, integrada por Yo No Fui, No Tan Distintes, entre otres.