Se suele señalar a Rapado, la película de Martín Rejtman estrenada en 1996, aunque filmada cinco años antes, como el punto de partida del “nuevo cine argentino”. Poco después, en 1999, volvió a producir una epifanía cinematográfica cuando presentó Silvia Prieto, película que por estos días podrá verse nuevamente en el cine Gaumont. Desde entonces Rejtman construyó un particular estilo de comedia, que tiene en su nueva obra La práctica una versión muy acabada, donde reviven las claves de su cine: diálogos veloces, movimiento constante y circularidad de las relaciones.
“Siempre estoy jugando con la noción de comedia en mis películas”, explicó Rejtman a Tiempo. “Lo que me propuse fue hacer una comedia lo más redonda posible. Dentro de un estilo y una forma de hacer las cosas, intenté que sea lo más cercana a lo que se entiende por este género, porque nunca hago comedia pura. Creo que el final, que prefiero no contar, le da algo más redondo al relato que en otras películas mías, en donde los finales no cierran nada, sino que la historia se va diluyendo”.
Pensar en el cine de Rejtman y la comedia obliga a entender urbanidad descentrada, con personajes jóvenes y de mediana edad, económicamente inestables y sin relaciones permanentes. Una comedia que cuenta un universo fluido, donde lo que sigue inmediatamente al momento presente puede deparar cualquier destino.
“Por mi formación fui viendo distintas cosas y me fui nutriendo de muchos momentos y de movimientos del cine, como de directores muy diferentes. Pero también siempre fui tomando muchos materiales de la vida cotidiana, de la gente que conozco, de cosas que me pasan, no solamente del cine. En el momento en que mis películas se volvieron comedia fue cuando empecé a usar más diálogos y empezaron a tomar un poco de velocidad. Rapado tiene pocos diálogos, pero ya con Silvia Prieto los diálogos empezaron a ser más importantes y el humor empezó a aparecer de una manera más patente. Mucho tiene que ver con observaciones de gente que me rodeaba, que yo a veces transcribía directamente en la película. La idea de hablar rápido y sin consecuencias, de que hablando rápido se puede decir cualquier cosa, tiene que ver con una tradición de comedia estadounidense de los ’30 y ’40, que me gusta mucho. Que las escenas transcurran rápidamente, que los diálogos sean ágiles, que uno dice una cosa y que el otro personaje le responde inmediatamente sin casi haber tenido tiempo de pensar lo que dijo el primero. Así se arman situaciones que me interesan y que le escapan apenas al realismo”.
Este desplazamiento leve sobre lo verosímil que aporta el realismo es uno de los mecanismos tradicionales del humor. En el cine de Rejtman es casi una constante en las relaciones que traban las personas. Una de las formas habituales que toma es que un personaje ocupe el lugar de otro sin demasiada explicación o que ante una situación imprevista nada se altere. Nunca ese procedimiento es tal que rompe lo posible, pero es suficientemente potente como para hacer funcionar la comedia
“En esta historia se acepta todo y hay disponibilidad para todo. Los personajes están siempre disponibles para lo que venga, porque en realidad lo que les importa es ir para adelante y no otra cosa. No piensan mucho, nunca hay una duda sobre eso. Siempre son asertivos”, explica Rejtman. “No se plantean las cosas de una manera psicológica, sino que lo que les importa es actuar, avanzar. La acción es lo que importa y no tanto lo que hay detrás. También eso muchas veces genera situaciones con los actores, que están acostumbrados a pensar en la motivación. ‘¿Por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo?’, se preguntan y me preguntan. En mis películas los personajes sienten el impulso de hacer algo y lo hacen. Con todos los que trabajé en Chile, que eran actores con quienes no nos conocíamos, fue todo un tema. Algunos lo tomaron de una manera natural, pero para otros era un desafío enorme, porque había que respetar cierto tono y exactitud en las palabras, el tiempo y la manera de decir los textos. No sé si eso era lo problemático o no tener tan clara la psicología de los personajes”.
Gustavo y Vanesa son profesores de yoga, que se están separando como pareja y como socios en el estudio donde daban clases. Gustavo es argentino viviendo en Chile, y a partir de esta situación se queda sin casa y sin otra contención que un mundo de relaciones líquidas con alumnos y exalumnos. La práctica del yoga parece cada vez más lejana y toda su vida es un devenir accidental. Parado inmutable ante eso, Esteban Bigliardi interpreta a Gustavo como si siempre hubiera estado preparado para actuar en una película de Rejtman.
“Escribí pensando en él, aunque no le había dicho nada, tuvimos que trabajar un montón, ensayamos muchísimo. Es ideal para ser el protagonista de la película porque se toma todo muy en serio y es súper comprometido, además de un gran compañero de los otros actores. Aunque era el actor ideal tuvo que hacer un gran esfuerzo, porque fue un trabajo de precisión, de tonos, de sacar intenciones y movimientos, lo que nos llevó mucho en los ensayos y en el rodaje”.
Por primera vez Rejtman filmó una película fuera de Buenos Aires y eso, más allá de las condiciones de la coproducción, tiene que ver con una búsqueda que se nota en el resultado final.
La película se filmó en Chile por cuestiones del financiamiento necesario para llevar adelante la producción. Aunque como señaló Rejtman, “No estaba siendo fácil conseguir dinero para filmar en la Argentina, ahora es un momento horrible y va a ser todavía más difícil, pero yo quería trabajar con actores nuevos en locaciones diferentes. Salir de las locaciones que conozco y de los modos de los actores que me son familiares, su forma de hablar, de moverse. Quería tener una mirada más inocente sobre eso. Filmar en un lugar que no conocés siempre aporta algo nuevo y todo lo que surge es más fresco. Siento que eso se ve en la película y suma a la comedia”. «
La práctica
Guion y dirección: Martín Rejtman. Música: Santiago Motorizado. Actúan: Esteban Bigliardi, Camila Hirane, Manuela Oyarzún, Amparo Noguera, Gabriel Cañas y Catalina Saavedra. Estreno: 5 de septiembre. En cines.