Mariana Sández lo sabía o lo descubrió escribiendo su última novela: la vida puede dar un giro radical incluso cuando se tienen 60 años. Incluso si se ha vivido hasta entonces a la sombra de un padre que es un pintor famoso trabajando como su secretaria sin poder desarrollar las potencialidades propias.
Eso, exactamente, es lo que le pasa a Dorothea Dodds, quien vivió en silencio casi sin que se la notara. Una circunstancia inesperada, sin embargo, hace que se aleje de su padre y comience una nueva vida.
La muerte de un familiar la lleva a Londres donde una prima le propone prolongar su estadía. Es entonces que se dedica a cuidar casas y mascotas ajenas.
Todo esto sucede en La vida en miniatura (Impedimenta) de la escritora argentina residente en Madrid Mariana Sández, quien en 2022 había publicado la novela Una casa llena de gente de muy buena acogida en el mundo del libro.
Dorothea comienza este viaje a través de Londres para habitar casas ajenas, «limpia de memoria antigua” como “una mujer sin biografía”. Es su modo de dejar de vivir una vida en miniatura.
Mariana Sández
-A leer tu novela la primera impresión que tuve es que no era una novela ligada a la literatura argentina, sino que incorporaba otra tradición. ¿Cómo argentina, vos identificás esa diferencia?
-Sí. Me gusta mucho la literatura argentina y latinoamericana, pero también es verdad que tengo una formación muy fuerte en literatura europea y norteamericana. Me gusta la literatura en general, pero es verdad que he leído mucho a los clásicos europeos y quizá esta novela más que mis otros libros es la que acusa esa influencia. También la vinculé mucho a las escritoras inglesas que menciono en ella y la enmarco en Inglaterra.
Además, Una casa llena de gente la escribí aquí y se me colaron algunos modismos y características de la lengua. La vida en miniatura, en cambio, la escribía en Madrid y creo que cuando migrás, si bien mantenés perfectamente tu lengua, en este caso, como estamos hablando del español, mantenés tu registro, comenzás a pararte en la preguntas sobre el lenguaje.
Yo iba a usar, por ejemplo, la palabra “colectivo” e inmediatamente me preguntaba quién iba a entender esta palabra aparte de los argentinos. Además, es una palabra que se puede prestar a confusión. Entonces puse “bus” que, al igual que “taxi”, es mucho más universal.
Creo que también esto saca un poco a la novela de lo argentino, si bien los personajes, cuando hablan en español, hablan como argentinos, incluso la mujer inglesa. Por otro lado, hoy en Argentina se escribe mucha autoficción y esta novela no responde a ese tipo de escritura.
Es una literatura más clásica, con personajes clásicos, la protagonista es una persona mayor, no hay heroísmo y está muy desanclada de la realidad argentina actual. Aunque haya redes y WahtsApp, eso parece como raro, como si la novela transcurriera en otra época.
Es una ficción muy abigarrada, mientras creo que hoy, en la Argentina, se está escribiendo, además de autoficción, una ficción muy ligada a la realidad nacional cotidiana. Creo que La vida en miniatura se sale de ese contexto.
-¿Y cómo nació La vida en miniatura?
-Nació hace 12 años, antes de Una casa llena de gente y de Algunas familias normales. Lo que pasó fue que comencé a trabajarla, no me gustó, la dejé y hace unos 5 años fui a Inglaterra por un tiempo por trabajo y ahí otra vez apareció el personaje de Dorothea y comencé a darle forma.
Pero la idea, sin embargo, siempre fue la misma, la de una mujer que llega a los 60 años, que para las mujeres es la edad de jubilarse en Argentina y se da cuenta de que nunca tuvo un trabajo formal, de que nunca se puso un traje para salir de su casa porque trabajaba con su padre dentro de la casa, siempre estuvo en versión doméstica.
Dorothea tenía la impresión de no haber dado nunca ese paso y, cuando intenta darlo, se le presenta la oportunidad de cuidar casas y mascotas cuando está circunstancialmente en Inglaterra. Ese allá es un tipo de trabajo que está muy extendido. Incluso hay gente que se pasa todo un año viajando de casa en casa por el Reino Unido porque allí lo caro es el alojamiento.
Entonces, te dan la casa, vos la cuidás ya sea con mascotas o sin ellas y quizá no te pagan, pero tenés la estadía gratis. Me pareció que eso le pegaba mucho al personaje porque la veía de una gran sensibilidad quizá más hacia la naturaleza que hacia su propia gente.
-¿Vivir en otras casas es un poco probar cómo son otras vidas?
-Exactamente, cómo son las vidas ajenas. En un momento ella dice que no debería sentir nostalgia por una vida que no le pertenece pero, sin embargo, esas vidas podrían ser vidas posibles para ella, como nos pasa a todos. Si yo no me hubiera ido a España, hoy tendría otra vida. Eso nos pasa a todos, todos podríamos haber tenido otras vidas posibles.
-En eso juega lo que uno decide, pero me parece que en la vida que uno finalmente tiene, hay más de azar que de decisión propia.
-Sí, estoy de acuerdo, una cree que va programando las cosas, pero te va llevando más la vida misma.
–Joaquín Sabina tiene una canción que habla de eso, de las múltiples vidas posible, pero tu historia está inspirada en un canción de The Beatles.
-Ahí hay un guiño. Cuando escuchás bien la letra de Eleonor Rigby te das cuenta de que a pesar de que es una letra muy concisa, tiene la profundidad de una novela, por lo menos para mí. Siempre pensé que esos dos personajes, Rigby y McKenzie, tienen mucha hondura y mucha y mucha soledad, que es lo que para mí tiene esta novela y aunque no son los mismos personajes, hay un guiño al tema.
-A pesar de que Dorothea se va trasladando de un lugar a otro, creo que se trata de una novela de interiores. El lector se sitúa inmediatamente en ellos.
-Sí. La casa donde viven en Buenos Aires la tomé de una casa del barrio de Belgrano que yo veía desde afuera. Me quedó grabada y la usé para anclar la imagen de dónde pasaban las cosas. Pero todo lo que tiene que ver con Inglaterra, sucedió cuando yo estaba allí. Entre eso y todo lo que vi en Internet fui configurando el resto, desde las casas hasta los viajes en tren y los olores.
Los interiores de casas los vi más por internet, estudié los estilos arquitectónicos de las diferentes épocas porque me gusta mucho.
-Eso es muy fuerte en la novela.
-Sí, los estudié porque me interesaban a mí y utilicé como excusa la novela.
-Es que tienen una gran eficacia en la novela, porque si vos hablás de una casa que tiene un empapelado con flores, ya te imaginás qué tipo de persona vive allí.
-Sí, por eso tardo tanto en escribir novelas. Corrijo mucho, dejo que las cosas decanten y, en el medio de la escritura de La vida en miniatura creo que fueron muy útiles los dos viajes que hice a Inglaterra.
-La novela tiene algo de fábula a pesar de todos los detalles y precisiones que tiene referidos a los espacios.
-Sí, si por fábula se entiende que a pesar de todos los detalles que la sitúan en Inglaterra en estos últimos años, la sensación que te da es que transcurre en un no tiempo, no lugar. Yo también la veo como fábula.
-Me refería a eso, sí.
-Eso no fue algo totalmente voluntario. Es decir, creo que debe de haber también algo inconsciente. Cuando empecé a escribir La vida en miniatura pensé en algunos personajes que me inspiraban, como el Bartleby de Melville, el Wakefield de Hawthorne, el Pereria de Sostiene Pereira (Tabucchi)…
-¿Por qué pensaste en este tipo de personaje?
-Porque son los que sostienen por sí mismos las novelas, son en sí mismos la historia. Te encariñás con el personaje o te te parece un enigma. Creo que esas dos cosas, lo encariñable y lo engimático se reunieron en los personajes de La vida en miniatura.
Creo que debe de haber algo voluntario en que la novela tenga eso de no tiempo no lugar, porque está muy centrada en esos personajes, sobre todo el personaje de Dorothea.
Yo quería lograr ese aire de fábula y quería hacerlo en una novela breve, porque podría haber sido larguísima. Y quería que fuera breve porque las fábulas, en general, es una característica de las fábulas.