En su último libro, Visceral (Paginas de EspunaI), la escritora nacida en Ecuador y residente en España María Fernanda Ampuero reúne una serie de textos que tienen que ver con las violencias y distintas opresiones que sufren las mujeres desde tiempos inmemoriales. Su militancia feminista se expresa de manera furiosa y descarnada en este libro en el que no teme exponerse ella misma como un aporte a la causa femenina.
“La furia mueve mi feminismo –dice María Fernanda Ampuero en Visceral– mi ecologismo mi antifascismo, mi antirracismo, mi absoluta repulsión por las homofobias, transfobias, xenofobias y todos esos odios enmascarados de valores o de tradición. ¿Por qué iba a unirme a una causa si no es porque me emputa lo que le hacen a la gente indefensa?”
Y añade: “Conozcan su ira, abrácenla y recuerden que las Furias de la mitología romana, las Erinias helénicas, eran fuerzas femeninas que se “ocupan, sobre todo, de vengar los crímenes, especialmente contra la familia. Se las representa con figuras de mujeres negras y aladas, con serpientes enroscadas en sus cabezas.”
“Por eso. Nos vemos en la calle”.
De esta forma radical, Ampuero escribió un libro que, además de un catálogo de daños es una absoluta interpelación a la acción. En cada uno de los 20 textos que lo componen , Ampuero no deja de exponerse de la manera más clara, de ser autorreferencial, en la medida en que, como dice, “la exposición de unas puede ser la salvación de otras.” En esos textos recorre un amplio espectro de problemas que siguen incidiendo negativamente en la vida de las mujeres, desde el no ajustarse a los cánones de belleza impuestos, la violencia de diverso tipo, el acoso…
Y a pesar de que en su libro Ampuero sostiene que “no se puede contar todo lo que ocurre dentro del corazón de la violencia”, ella asume el desafío de hacerlo y lo logra a través de una escritura salvaje y cruda que seguramente no deja indiferente a ninguna lectora ni lector.
María Fernanda Ampuero
–Tal como su nombre lo dice, tu último libro es absolutamente visceral, podría considerarse una suerte de autoficción. En él hablás de vos, de María Fernanda Ampuero. ¿No sentiste nunca miedo a la exposición?
-Tengo 48 años. Pronto voy a llegar a los 50. Creo que la exposición de unas es la salvación de otras. Escribir un libro así de fuerte, así de salvaje y contar las cosas poniendo los puntos sobre las íes, sin dorar la píldora es una crudeza que queda en ti. Y para mí es eso muy importante. La gente me dice que es muy valiente escribir de esta manera y creo que lo dice porque ha vivido las mismas cosas y no se atrevió a contarlas.
-Creo que todas las mujeres hemos vivido episodios como los que contás en tu libro y, precisamente, lo que sucede es que es muy difícil verbalizarlos, aunque te hayan sucedido de muy chica. De lo que te desgarra es muy difícil hablar.
-Sí, de hecho, la exposición es lo que menos me preocupa. Me interesa más lo que genera, sobre todo en las lectoras jóvenes que se acercan a mí a contarme sus experiencias en estos temas, y que a mí me parten el corazón. Creo que las mujeres hemos estado peleando por un mundo más seguro para nosotras, hemos salido a la calle, hemos gritado, hemos intentado cambiar las leyes y hemos tenido muchos triunfos y, aun así, las chiquillas se me acercan hechas un mar de lágrimas a decirme las violencias que sufren. Y yo veo que queda tantísimo por hacer que me hundo.
Mi exposición es poner un espejo frente a la sociedad. No me preocupa la exposición por mí, María Fernanda Ampuero, Tengo una edad en la que ya no me importa. ¿Qué me van a hacer peor de lo que ya me hicieron?
-Sobre todo en la última década, el feminismo ha logrado mucho en cuanto a derechos de las mujeres. Sin embargo, hay cosas que aún no se pueden erradicar, como el femicidio. Tampoco tengo una idea clara de cómo es hoy salir a la calle para una mujer joven, cómo la tratan los hombres, si deben soportar lo que todas hemos soportado de jóvenes y si esto es igual en todos los países.
-Creo que sí. Yo vivo en España desde hace 20 años, aunque soy ecuatoriana de origen. Voy con mucha frecuencia a América Latina. He estado en la Argentina, he estado en México y no veo ningún lugar en el que las mujeres estemos muy seguras. Hoy, en España hemos desayunado con la noticia de que una mujer fue decapitada por su marido y su cabeza no aparece. Quienes sólo se miran el ombligo creen que esas cosas las hacen los salvajes de los latinoamericanos.
-Pero en España hay un número altísimo de femicidios.
-Sí, altísimo y también hay un número de crímenes vicarios que son aquellos en los que no se mata a la mujer, sino a sus hijos. Es la peor violencia que se puede ejercer. Las mujeres que han vivido este tipo de crimen dicen que hubieran preferido que las asesinaran a ellas.
-¿Cómo crees que evolucionará la violencia contra mujer?
-No soy optimista, nunca lo he sido y, probablemente, me muera sin serlo porque he visto mucho, porque soy periodista, porque estoy en la vida, porque abro los ojos, porque soy feminista y veo la opresión y la falta de oportunidades. Veo también que si no somos muñequitas hermosas, somos viejas de mierda. Yo estoy atravesando la menopausia y hay un momento en que eres mujer porque parece que ya no lo eres porque no eres fértil. Eso es de terror, porque toda la vida se han pasado midiéndote con unos cánones de belleza y de comportamiento muy rígidos e imposibles y tampoco te dejan envejecer en paz.
-En Visceral haces mucho hincapié en el tema de la gordura de acuerdo con la mirada hegemónica. El tema es que esa mirada se internaliza y que una termina juzgándose con el mismo patrón con que lo hacen los otros. ¿Es posible dejar de juzgarse con los mismos cánones que te oprimen? ¿Vos lograste hacerlo?
-Es una lucha diaria. Hay días en que gana la que se odia y la que se dice cosas espantosas al espejo.
-En tu libro hay un texto que se llama “Los bárbaros” en el que hablás del exilio. ¿La belleza hegemónica que segrega a las mujeres que por el sobrepeso es también una forma del exilio?
-Totalmente. Es muy interesante lo que acabas de preguntar porque realmente es un tipo de exilio. Un exilio de la belleza, un exilio del éxito con el sexo opuesto, un exilio de la salud mental, un exilio de lo que se considera “normal”. Hay otros exilios también como de ser extranjera en todos lados por ser como eres, el exilio de no tener una familia…Por eso mi libro habla de los márgenes, de todos los márgenes. Todas las mujeres, si queremos ser libres, somos marginales.
-Creo que la idea del exilio está presente de una manera u otra en todo el libro porque toda disidencia se paga con una marginalidad, con un exilio del propio país de una.
-Sí, es así y me alegra que lo hayas visto. Yo siempre he estado en la frontera.
–En Visceral hay un texto sobre la ira. Creo que todo el texto podría decirse que es un elogio de la ira cuando la autoayuda ha convencido a mucha gente de aceptar todo sin ira. ¿Pero la ira también es una respuesta, una forma de discutirle al mundo sus opresiones y sus cánones?
.-Yo estoy incómoda y entonces, cuando estamos incómodas, salimos a pelear. Lo que pasa es que nos enseñaron a ser sumisas, calladitas. ¿Y la ira dónde se pone? Sí, concuerdo con que es una forma de respuestas. Me gusta tu expresión “elogio del a ira” porque, a pesar de que suene contradictorio, también hay un momento de abrazar la ira porque eso te da paz. Es como darles a tus sentimientos una entidad. Sin eso, creo que estamos condenadas a la impostura y a la locura.
Si no se saca la ira, se transmite incluso a los hijos y a las hijas. No puedes vivir con ella, tienes que sacarlas y por eso salimos los 8 de marzo porque en ese momento se produce una especie de ritual de exorcización de la ira. Para mí ese ritual es importantísimo y a mí me ha cambiado la vida. Mi frase es “si un día no vuelvo, quémenlo todo”.
-¿Cómo fue escribir Visceral?
-Muy difícil y doloroso. Había textos en los que había pensado hacía tiempo, incluso alguno como el de la salud mental, que es un texto periodísticos. Pero creo que el libro es un recuento, un inventario de daños. Una amiga me dijo que, parafraseando el título del libro de Caitlin Moran Cómo ser mujer, el título del mío podría haber sido Cómo ser mujer y sobrevivir al daño. Fue muy difícil contar algunas cosas, pero me parecía que si yo me guardaba cosas como la violación, por ejemplo, no decía la verdad y no decía que no denuncié y las razones por las que no lo hice.
Creo que, de no contar eso, le habría fallado al a niña a la que le escribí el libro, a esa niña que era yo misma, pero también a todas las niñas y adolescentes a las que hay que explicarles que somos esto porque fuimos esto. Esto no significa que en la vida no haga lo mejor que puedo.