Un hombre obeso, con su panza hinchada, sus uñas y extremidades amarillas, varias ulceras en su cara y su cuello y un olor nauseabundo, reposa sobre la cama de un rancho en un paraje rural. Le falta un ojo y chorrea baba. Se llama Uriel. La leyenda dice que es un embichado, una persona que lleva el mal “adentro”, y que lo puede propagar al resto del pueblo, hundiéndolos en la mayor de las desgracias.
El personaje es una de las criaturas del último film de Demian Rugna, Cuando acecha la maldad, elogiado por los principales actores de la escena mundial del terror y que hace escasos días llegó a la plataforma Netflix posicionándose en el top 9 a nivel mundial, y en el primer puesto de la Argentina. El embichado se mueve, habla y respira. Interactúa con Ezequiel Rodríguez y Demian Salomón, los actores principales de la película. Gira su cabeza para ambos lados, intenta respirar, y te mete en la historia desde el primer momento que aparece. Sin embargo, es un muñeco/maniquí de goma, que en la jerga se lo conoce como dummie.
Marcos Berta es el padre de la criatura y también el responsable de la caracterización de los efectos especiales. En su casa y con un mate en la mano, dice que el día que les llegó la posibilidad de crear al embichado, Demi (Rugna) y Laura Aguerrebehere (directora de arte), les habían acercado un boceto con varias ideas. Se reunió con su equipo en su estudio que queda ubicado en el barrio de Villa Urquiza, hicieron algunos dibujos sobre los bocetos, y en base a eso, comenzaron a “cranear” un personaje con una premisa: ¿Cómo se ve una persona que tiene el mal adentro?
“Necesitábamos darle vida a un tipo mórbido enorme, de estos que se ven en las películas estadounidenses que los sacan con una grúa de sus casas. Bueno nos dimos cuenta que acá en la Argentina, afortunadamente, no existen tantas personas así, lo que habla bien de nuestra salud, por lo que no pudimos encontrar alguien que pueda ser un modelo a escala real”, menciona Berta.
De esta manera crearon un molde de látex en base al perfil, y sobre todos los rasgos de la cara, de una persona determinada y luego durante dos meses y medio lo fueron deformando hasta obtener la figura que aparece en el film. Con el desafío de “exteriorizar” el mal, dieron vida a un muñeco que contenía “todo lo que es desagradable”, sin que esa representación se volviera muy fantasiosa.
“No queríamos que tampoco se vaya a la mierda, que de repente le salga un tentáculo del ombligo. Buscamos que esto esté atado a la realidad. Si bien es una película distópica, vos ya de entrada sabes que estás en un mundo que es la Argentina. No sabes qué época es, que año es. Hay algo que reventó y la gente se embicha”, completa Berta.
La película ganó el premio mayor en el Festival de Sitges, el evento dedicado al cine fantástico más antiguo e importante del mundo. Y se convirtió en el film argentino de terror más taquillero de la historia, atrayendo en sus primeras semanas a más de 300 mil espectadores.
Jugar al horror
Marcos Berta lleva más de 20 años desarrollándose como efectista, principalmente enfocado en las películas de terror. Creó los personajes del film Aterrados, también dirigido por Rugna y que actualmente se encuentra en Amazon; llevó a cabo los efectos especiales de la película Cosa e’ mandinga de Fabián Fort; terminó un proyecto con la directora Laura Casabé, basado en cuentos de Mariana Enriquez; y actualmente se encuentra trabajando en el desarrollo del juego Tenebris Somnia, junto al director Andrés Borghi.
Su fanatismo por el terror, el gore (un género de terror basado en la violencia explícita y visceral) y lo fantástico lo lleva impregnado desde la infancia. Ya desde chico jugaba en su casa de Hurlingham y experimentaba con romperle los brazos a los muñecos de G.I Joe (el tradicional cómic de un escuadrón de soldados del ejército estadounidense) y agregarle tentáculos. Luego, a sus 16 años, filmó su primera película en la cual ofició de actor principal, pero donde hizo “de todo”, enmarcada en un taller de cine de un centro cultural del oeste: “Hacíamos los efectos especiales como podíamos. Le robaba los maquillajes a mi mamá, inventaba cosas con plasticola y plastilina. Nos la arreglábamos como podíamos”.
En esa película Marcos se enfrenta al mal, que es una suerte de viejo que robaba almas, y el cual particularmente iba a buscar el alma de su novia. El film se termina de caracterizar por ser un gore. Mientras tanto iba a una escuela secundaria técnica en la cual se terminó recibiendo de técnico electromecánico. Las casualidades de la vida hicieron que en ese taller de cine conociera a una persona que lo había asistido en la película para realizar el efecto especial sobre un cuello. Cuando terminó la escuela, lo contactó, para que lo pueda seguir formando en la materia. Y allí en el taller donde trabajaba esta persona, vio que estaban buscando un técnico electromecánico. Se postuló y comenzó a trabajar a los 20 años como ayudante de uno de los técnicos animatrónicos que había trabajado en Critters 2, una de sus sagas favoritas de terror.
Más allá de esto, la carrera profesional de Marcos tuvo idas y venidas con los efectos especiales, ya que él lo considera un elemento vital: “Tengo la capacidad de pelearme con lo que hago. Y creo que en un punto es necesario pelearte con lo que hacés para distanciarse, poder ir y tocar otra cosa, otra materia, y después volver un poco más fresco. Renovar la idea”.
De esta manera en ese trajín de su vida, la profesión lo llevó a desempeñarse en utilería, escenografía y arte, y en el mundo de la publicidad, donde trabajó con marcas importantes a nivel mundial, como marcadores, bancos, videojuegos, gaseosas con el que pudo hacer un capital que le permitió comprarse máquinas, trasladar su primer estudio de SFX que funcionaba en el garage de sus padres en Hurlingham al barrio porteño de Villa Crespo, y luego en pandemia, a Villa Urquiza. Él dice que si bien fue una buena inversión, no elige “ese tipo de capitalismo”.
“No sé si es lo que verdaderamente me importa, vos en la publicidad vendés un producto y a mí nunca me interesó eso. Fue un lugar necesario que tuve que pasar para llegar a otro. Como la manera fácil de hacer plata, esto es un trabajo y hay que hacerlo. Son otras maneras de trabajar. Si hoy me ofrecen la posibilidad de hacer publicidad no lo hago ni en pedo. Ya son casi 10 años de estar abocado 100 por ciento a esto”, revela Berta.
Argentinizar el terror, es la tarea
En el estudio de Marcos se trabaja con poliuretanos, resinas, epoxis, yeso, telgopor, pintura acrílica, asfáltica y poliuretánica. Látex, gomas, maderas, diferentes tipos de lacas. Hay un sector específico, con una estantería de madera específica, donde se guardan las latas de pinturas y resinas específicas. Hay un sinfín de herramientas, todas ordenadas en su respectivo tablero, clasificadas por tamaño, que van desde pinzas a trinchetas, formoles, pinceles y sierras. Hay elementos de seguridad como mascarillas, anteojos y guantes, y enfrentados están los alambres, las maderas y los moldes que sobraron de modelos ya fabricados.
En ese taller se gestaron arañas, piedras, cabezas gigantes, zombies, manos, partes del cuerpo, niños poseídos, armas de utilería, y bestias amorfas, entre otro tipo de personajes. Quizás allí esté la respuesta a uno de los fuertes de sus trabajos: el realismo con el que están producidos.
La escena en la que aparece Uriel por primera vez en Cuando acecha la maldad, e interactúa con los hermanos Yazurlo, genera una sensación de asco, seguida por el asombro, y las preguntas de cómo se habrá maquillado su silueta. Hace quince días, en el primer especial de terror que se llevó a cabo en uno de los canales de streaming más vistos en la Argentina, Marcos presentó a Uriel en público. Lo trasladó en una silla de ruedas y lo sentó en la mesa panel, mientras los conductores lo miraban atónitos.
Generalmente cuando un director de cine lo contacta para hacer algún trabajo específico, el padre del embichado menciona que le interesa poder “meterse” en ese proyecto para poder aportar una cuota más de creatividad. Y destaca que hay un “bagaje emotivo” que lo lleva a ir construyendo cada muñeco, con la particularidad de que debe “aggiornarse” a los tiempos que corren sin perder su estilo.
“Uno se va adaptando para no hacer siempre critters o películas de los ‘80, ‘90, que son las que más me gustan. Te tenés que aggiornar a los tiempos que corren y poder ser competente en el negocio local e internacional. Siempre estoy con un ojo afuera viendo lo que se está haciendo, porque también en cuestiones de materialidad uno tiene que estar a la vanguardia. Para ofrecer el mejor resultado, a menor costo y menor tiempo”, relata Marcos. Y agrega: “Hay algo más allá del amor al arte, uno tiene que tener una pata anclada a la realidad. Y preguntarse cuánto tiene uno para poner y que le puede aportar a los proyectos. Mi modus operandi es tratar de generarme a mí un desafío tal que me excite poder estar en el proyecto. Porque si eso no sucede o lo cobro caro o no lo hago directamente”.
Esa es una de las alquimias que dejó la experiencia del film. Hubo un equipo de varios profesionales y técnicos especializados que hicieron de la obra que se puede ver en Netflix una de las más aclamadas en el mundo, y que ha generado la creación de un importante fandom (red de fanáticos). La historia también se enmarca en un contexto internacional en donde el cine de terror se ha ido degradando a tal punto que, para Berta, “no genera miedo” más que un susto. Por eso uno de sus fuertes es el arco narrativo, que hace que la obra de Rugna te mantenga en constante tensión y atracción a la pantalla.
“Yo me estaba alejando un poco de los efectos. En estas peleas que yo tengo con mi oficio, y ahí llegó Demi con esta idea. En la experiencia de haber hecho cine, está la cuestión de saber sortear los obstáculos lo mejor posible para poder caer parado en la pirueta final. Fue un gran trabajo que nos permitió hacer una película que está buena”, comenta Marcos.
También considera que tanto esta película como Aterrados son dos “gemas” del terror argentino y que para llegar a obtener ese producto cada uno de los que integró el equipo de producción, ya había pasado por muchos proyectos anteriores. De los cuales la industria nacional tiene muchísimos y de muy buena calidad, con muy buenos guiones y buenas historias, pero que no se consumen. Hay un problema que tiene que ver con la difusión, y otro tanto, con la cuestión cultural. Cómo percibimos el horror, en un género que ha sido históricamente producido en Estados Unidos y que al país ha llegado para su consumición en formato de doblaje al castellano.
“No sé si la gente prefiere lo genuino. Si prefiere escucharse a sí mismo con sus historias. A mí me parece que nosotros tenemos súper buenos guiones y grandes películas de terror, pero como en todo, siempre falta dinero”, explica. Y reflexiona: “Está buenísimo que esto pase, y espero que sirva para que la gente empiece a ver más cine argentino de género. Para que busquen otras obras, porque no es solamente estas dos películas, y hay un mundo allí que se va ramificando y que sirve para que el sector vaya creciendo”.