La obra de Marcia Schvartz es uno de los grandes tesoros de las artes plásticas contemporáneas en Argentina. Polifacético y rupturista, su trabajo es siempre una conmoción. Y no solo en lo que se refiere a su propuesta estética, que de forma natural busca fugarse de las convenciones, sino como acercamiento y metáfora de lo real. Ambas características vuelven a aparecer con notable potencia en su nueva muestra, que bajo el nombre de Infierno se exhibe hasta el 4 de diciembre en la Galería Vasari. Y se la puede visitar personalmente de martes a viernes de 14 a 18 en la sede de Esmeralda 1357, o recorrer de manera virtual en la web de la galería: www.galeriavasari.com.ar.
Inferno está compuesta por un total de 20 piezas, incluyendo cuadros, esculturas y objetos trabajados con técnicas mixtas, cuyo conjunto siniestro evoca la imaginería popular creada en torno a esa estancia atroz propia del universo religioso, en donde las almas impuras purgan el castigo eterno. Pero también tiende puentes con las obras de otros artistas que desde distintas disciplinas abordaron ese espacio antes que ella. Es así como la mirada atenta no tardará en encontrar en las imágenes creadas por Schvartz referencias claras a grandes referentes de la pintura, desde El Bosco a las vanguardias. Pero también a clásicos de la literatura, como La Divina Comedia de Dante o el Paraíso Perdido de Milton, y a populares relatos ancestrales provenientes de diversas mitologías.
Sin embargo, no solo con sus precursores se conecta Schvartz a través de su obra, sino que cada una de las piezas de la muestra también parece ser una apostilla dentro de un diálogo con su propio tiempo. De modo que en la infernal configuración de sus cuadros y esculturas no es difícil hallar los reflejos distorsionados de un presente espantoso, en el que pandemia tiene a la humanidad bajo asedio. Por supuesto que este carácter evocativo es mucho más fácil de reconocer en sus cuadros, cuyas imágenes explícitas transmiten de inmediato las vívidas sensaciones del horror y el espanto.
Lo más curioso de Infierno es que todas las obras que la integran son anteriores a 2018 y, por lo tanto, producidas en un mundo que ni siquiera imaginaba la tragedia que escondía el porvenir, apenas dos años en el futuro. Es ese carácter anticipatorio lo que vuelve a la muestra aún más intimidante, hipnótica y maravillosa. Recorrer ese conjunto de obras creadas por Schvartz no es muy distinto a visitar un oráculo. O, por qué no, a colarse en la caverna de una bruja cuyos ojos son capaces de atravesar las nieblas del tiempo, para ser testigos de lo que todavía no ocurrió.