Una de las escenas de Tokio 2020 que despertó emoción en la madrugada argentina fue la imagen de Marcelo Méndez, el entrenador de la Selección masculina de vóley, filmando con su celular el festejo de los jugadores tras ganar la medalla de bronce. El hacedor del podio se quería llevar un recuerdo personal, como si no fuera parte de esa obra. Méndez, aislado en su casa después de regresar de Japón, dice que entiende lo que generó esa imagen: “Los entrenadores somos un medio, la función es darles las condiciones a los protagonistas para que rindan y crezcan. Cuando un entrenador quiere ser más protagonista que el jugador, el equipo va a ir muy mal”. Méndez le dio “las condiciones” durante las dos semanas de competencia olímpica a un equipo que conquistó nuevos fanáticos a pesar del horario a contramano, incómodo. El DT que más títulos ganó en la historia del vóley brasileño (39 en 12 años con el Sada Cruzeiro, entre ellos tres Mundiales de Clubes) ahora aprovecha el tiempo libre para reponer energías tras una gira de 84 días en los que solo pensó en vóley y recuperar la catarata de emociones que le dejaron los Juegos Olímpicos de la pandemia: habla del rol de los clubes, del secreto de la escuela de entrenadores argentinos y de cómo aprovechar el podio para levantar la vara del vóley argentino.
–“Que este logro sea un éxito dependerá de todos”, dijiste. ¿Cuáles deben ser los próximos pasos del vóley argentino?
–Esporádicamente, vivimos esto. Y el vóley siempre se quedó en el mismo lugar. Para que sea un éxito esta medalla hay que aprovecharla como impulso para hacer crecer las bases del deporte y del vóleibol. Hay que apostar a los clubes, a las bases. Hay que generar una política deportiva, seguirla en beneficio de todos. No podemos quedarnos con el resultado de una medalla que refleja el trabajo de muchísima gente. Quedan muchas cosas por mejorar.
–La sensación es que se generó una expectativa grande, que mucha gente “descubrió” el vóley. ¿Hay una estructura para contener y potenciar a nuevos talentos?
–Esa es una pata floja del deporte argentino en general. No veo una política desarrollada para la formación de los pibes. Esta es la oportunidad para crear un centro de alto rendimiento para el vóleibol, para contener a los jóvenes que quieran practicar el deporte, de ayudar a los clubes para que puedan mantener sus estructuras. Esa es la forma de derivar dinero para el deporte. Hay que aprovechar este momento del bronce para eso. Y debe ser tarea de todos. Los entrenadores de base, el cuerpo técnico de la Selección, los jugadores que tendrían que ser futuros entrenadores o dirigentes del vóley y los dirigentes de ahora también tienen una oportunidad única para girar el timón y que esto continúe y se aproveche.
–¿Sos optimista?
–La experiencia me dice que no. Pero es un momento que se puede aprovechar. No fueron muchos los momentos del vóley, pero ya pasamos por un gran momento como el de la medalla de bronce de Seúl 88 y no se aprovechó todo lo que se podía. Soy realista. Se que hasta ahora mucho no se aprovechó. Espero que esta vez sí.
–Rugby, Leonas y vóley. Quienes se subieron al podio en Tokio son producto de los clubes. ¿Qué hay ahí?
–Los clubes formaron a todos nuestros jugadores. Son la base del deporte olímpico. No nos podemos comparar con otros países porque somos completamente diferentes. El club cumple primero una función social, que es la de sacar a los chicos de la calle. Es un gran formador de personas. Y segundo, es un gran formador de atletas. Yo le agradezco todo al club. Tuve la suerte de formarme como jugador y como entrenador en River Plate. Hice inferiores, jugué mayores y me formé como entrenador. Esas cosas son invalorables. Lo que aportó River para formarme como jugador, persona y entrenador, es único.
–¿En los clubes está la explicación de por qué Argentina es potencia en los deportes de equipo?
–Tiene que ver con el espíritu colectivo. Para nosotros, los deportes en equipo son una pasión, sabemos cómo jugarlos y podemos compensar muchas falencias con nuestra cabeza, nuestra inteligencia y nuestra competitividad. El futuro olímpico tiene que apostar a los deportes colectivos y a los deportes individuales de lucha. Por ahí debe pasar el futuro del deporte argentino. En los deportes de lucha somos buenos y podemos ser mejores. Y en los deportes colectivos el grupo puede compensar las falencias físicas. En el vóley, nosotros, por biotipo, no podemos competir con las grandes potencias. Pero como conjunto hemos podido hacerlo bien. Ese es el ejemplo.
–También parece haber una escuela de entrenadores nacionales que es atractiva para el mundo. ¿Cuál es el secreto?
–Hay muy buenos entrenadores en Argentina en todos los deportes. Es así. Tenemos una pasión en el trabajo con el equipo, con el atleta, que no la tienen muchos. Y además, tenemos un intercambio de información entre nosotros que en otros países del mundo no se ve. Entre los entrenadores de vóleibol intercambiamos permanentemente sensaciones y vivencias. En otros países no lo vi. Eso nos permite crecer. Cuando un entrenador trabaja en la Selección, tiene la obligación de transmitir todo lo que ocurre a nivel internacional. Veo cosas cuando compito internacionalmente que se las tengo que transmitir al vóley de mi país, que no tiene la oportunidad de tener esa ventana internacional.
–“Más que un entrenador, soy un artista”, te definiste alguna vez. ¿Por qué?
–Tenemos esa frase con mis amigos, con mi círculo íntimo. Somos artistas, decimos. Esto no es una ciencia exacta. Tenés que combinar varias áreas. Trabajar con personas. La parte científica, dura, de conocimiento, que es importantísima. Pero la inteligencia emocional es fundamental. Hay cosas que son claves para liderar un grupo. Una de esas cosas es el conocimiento técnico, claro. Pero también está la inteligencia humana, emocional. Esos dos aspectos te forman como líder. Uno tiene que estar capacitado técnicamente, tiene que intentar saber más que los jugadores. Me formé como profesor de Educación Física, hice todos los cursos de entrenador que pude, pero también aprendí mucho de los atletas. Después, viene lo más importante, que es cómo lo aplicás, cómo te relacionás con los jugadores, cómo transmitís.
–Desde Argentina, en las madrugadas de euforia que generó el vóley, llamaba la atención tu tranquilidad durante los partidos.
–No soy así las 24 horas del día. En el entrenamiento soy un poco más vivaz de lo que aparece en la televisión. Trato de transmitir tranquilidad porque, si transmito nerviosismo, vamos a estar todos alterados. Tengo que tener una visión más fría de las cosas para tomar las decisiones correctas.
–¿Cuánto hay de estrategia y cuánto de repentización en un partido de vóley?
–Es importante la preparación táctica y estratégica. Si uno tiene un plan para enfrentar un partido, el jugador puede resolver sus problemas: cómo recibir, cómo bloquear, cómo atacar. Ellos tienen un plan táctico para desactivar lo que les presente el otro equipo. El jugador ya sabe qué tiene que hacer. Entonces, después, tiene que resolver otras cosas y tiene liberada la cabeza porque hay un montón de decisiones que ya las tiene claras.