Mempo Giardinelli escribió hace unos días sobre la necesidad de descentralizar la sede de Buenos Aires como capital, por múltiples razones históricas, políticas y hasta sanitarias, y buscar una alternativa más federal. Compartiendo dicha necesidad y reafirmando que fuera a través de un plebiscito nacional para que el pueblo defina la ubicación de la nueva capital, acerco una serie de reflexiones al respecto.
En un contexto más amplio, la Argentina no ha logrado resolver uno de sus principios fundantes cuando aborda la contradicción entre unitarios y federales. Hoy, se halla presente la de Individuo/Estado y los caminos firmes de la felicidad del pueblo y la del individuo. Las variantes liberales o el neoliberalismo actual no pudieron terminar con el Estado, que al final de cuentas lo necesita para cuidar y asegurar su poder. En su libro “El Pueblo sin Atributos”, la escritora Wendy Brown explicita que “En la razón neoliberal y en los dominios que gobierna, solo somos homo economicus” y de esto proviene el debilitamiento de la democracia provocado por la economización normativa de la vida política.
La hegemonía electoral progresista debería lograr una verdadera y duradera democracia popular, y una comunidad sostenible. La felicidad del pueblo y la grandeza de la nación siguen resultando desafíos. La decisión política de trasladar la capital desde Buenos Aires hacia un lugar menos condicionado por los poderes y por la propia aglomeración metropolitana es una tarea de esa democracia popular y duradera.
Desde la famosas Instrucciones del año XIII que el artiguismo -en su carácter de incipiente federalismo- proponía en su instrucción número 18 “Que precisa e indispensable, sea fuera de Buenos Aires donde resida el sitio de gobernador de las Provincias Unidas”.
En este periodo de un nuevo gobierno nacional y popular, de desempeño con marchas forzosas por el Covid-19, se presenta una oportunidad al debate de cómo se resuelve el destino de su ciudad capital. Su clase media mayoritariamente dio su apoyo a una política liberal de la política y la economía y, en base de ser un territorio con privilegios, buscó su perfil más euro occidental distanciándose de ser más sudamericanizado. En este sentido, se realizaron muy pocos procesos políticos urbanos que pudieran contribuir a que la orilla nuestra del Río de la Plata tuviera una interacción con la otra orilla sudamericana y no la europea.
Para fundar Buenos Aires, en 1580, Juan de Garay trajo desde Asunción decenas de guaraníes en los bergantines, y otras centenas caminando con las vacas por la orilla del Paraná. La fundación de la después tan europea Buenos Aires estuvo integrada por una mayoría guaraní. Cabe una nueva relación con el Rio de la Plata y sus orillas. Un rio que los pueblos originarios lo emparentaban con la “Tierra sin mal”, terminó siendo degradado a un basurero y a un cementerio por parte del sistema genocida. Efectivamente, conectar ambas orillas del Rio de la Plata es harto difícil si se mira un rio sin orillas, un río que mira a Europa al otro lado del océano. Consolidar la cultura de que la orilla es un vínculo y no una frontera. Un vínculo con el mar argentino como fue el caso de la propuesta de Alfonsín, de ubicar la nueva Capital en Viedma, casi en la orilla con el Atlántico. Una propuesta válida, pero con vectores políticos débiles y atemporales. Pero que vale la pena recobrara su espíritu no solo en cuanto que nuestro sur es el norte nuestra pampa es verde en el continente y azul en el mar argentino.
A lo largo de 16 Km. de costa en la Capital -hoy ciudad autónoma de Buenos Aires- están disponibles para un acceso franco solo una tercera parte con un puerto en semiconversión ocupa el resto. Sobre llovido, el gobierno de Larreta intenta acotar aún más la orilla libre con urbanizaciones invasivas como es el emprendimiento inmobiliario de Costa Salguero.
Buenos Aires como toda ciudad, crece y se desarrolla como cualquier estructura viviente. Así, ha crecido hacia las zonas suburbanas, hacia la periferia. Con todo este proceso, vivimos en la región metropolitana grandes dificultades de control social sobre la violencia y la seguridad. Extensos territorios que sienten ser de primera y otros de segunda; es decir, los de la Ciudad Autónoma y la periferia del Conurbano. Dice Paul Virilio (Cibermundo -1997) “Hoy en día nuestra cultura opone el centro de la periferia el centro de la ciudad del suburbio y esta oposición hace pesar una amenaza sobre la democracia y sobre la cultura”. Pasó en la Argentina en el siglo XIX, de más campo que ciudades, al siglo XX, de más ciudades que campo. A pesar de ello, se sigue sosteniendo que el país es agrícolagandero.
En resumen, aparecen en este recuento la integración de las raíces la orilla del Río de la Plata y la orilla al océano Atlántico, el libre acceso a la memoria, la alegoría del encuentro de los inmigrantes con los pueblos originarios de esta tierra. La orilla es no solo un límite, sino también la piel o membrana de una célula. Un traspaso posibilita transgredir el adentro y vincularse con el afuera o viceversa. Divulgar las ideas sobre la orilla, abrir debate sobre los proyectos y consensuar obras es un camino sostenido para estos años. Las orillas de la Argentina con el mar argentino, más allá de sus enormes riquezas potenciales en el agua y en el subsuelo, cumple con ese contenido.
La propuesta de la nueva capital que asuma los sueños de la Argentina completa sin grietas puede ser ubicada con los requisitos de integrar una orilla con el inmenso mar argentino. Mar del Plata (zona Camet-Atlantida) es un lugar interesante. Hay posibilidades de ubicar un predio de jurisdicción nacional de una medida que los urbanistas planificadores podrán proponer y contar con las múltiples pymes de la construcción para reactivar esta.
El hecho de mantenerse en una distancia de 350 Km de buenos Aires facilita los vínculos con la metrópoli. Un tren ultrarrápido tardaría un par de horas. Puede contar con el aeropuerto marplatense. En el casco urbano, se puede contar con aportes de arquitectos avezados y proveedores de nuevas estructuras y materiales, con uso y transporte eléctrico exclusivamente, ciclovías y otros contornos que hagan a una funcionalidad óptima. Se descuenta contar con la asistencia de suministros y servicios de una ciudad productiva como Mar de la Plata.
La nueva capital sin duda debería poseer aspectos de diseño arquitectónico urbano de avanzada, y ser ejemplo en el consumo integral con energía renovable, ya sea eólica, solar, biomasa o solar térmica. Hoy la sociedad de la pos pandemia posee las bases iniciales de un movimiento fundante democrático, inclusivo y popular, con base en la vocación comunitaria del peronismo para construir un movimiento político habitado por un espíritu de grandeza, generoso, poderoso e igualitario; que, con una genuina alianza entre el trabajo y la producción nacional enfrente a la descomposición social, la discriminación y la violencia de todo tipo; que entienda la democracia como un trabajo de todos los días y la consolidación de una comunidad con creaciones organizativas adecuadas, para el futuro que nos toca vivir con opciones urbanísticas, culturales y sociales; que tenga el aporte de decenas de Pymes de la región, que posibilitaría una reactivación de la construcción y del equipamiento y, por ende, del mercado interno; que será un espejo para los subsiguientes conglomerados urbanos en el país; que desarrolle en ella una democracia emancipadora capaz de subordinar la riqueza y la propiedad a la acción común; que sea una capital que permita la extensión y protección de nuevos derechos y nuevas igualdades; que defienda la educación, los derechos humanos y la Patria Grande sudamericana.
El debate está abierto para considerar una nueva capital, ya sea como una urbe administrativa adjunta a Mar del Plata o una Ciudad Autónoma de la República Argentina, en lugar de la concentrada CABA.