En 24 horas Donald Trump asumirá el 40° periodo presidencial del país que supo ser la cada vez más dudosa primera potencia mundial. El empresario deberá lidiar con un verdadero desastre dejado por la administración demócrata, representativa, en su mayoría, de los intereses globalistas financieros rentísticos.

Las consecuencias en la política interna son notorias: la concentración de la riqueza y la desigualdad son escandalosas, la inflación hizo estragos en la calidad de vida de la población, la crisis del sistema de salud es inocultable, el abandono de las políticas para prevenir el cambio climático están a la vista, la pobreza y la indigencia crecen sin cesar, la deslocalización ha generado trabajo cada vez menos calificado, el cerrado y maniatado sistema bipartidista no ofrece alternativas, los efectos combinado de las drogas y las armas en poder de la población producen estragos en una sociedad con un ADN violento, la desesperanza crece cuando los trabajadores y las capas medias ven obstruidas las posibilidades de ascenso social, la otrora excelsa calidad de sus universidades así como los resultados de la ciencia, la tecnología y la innovación ya no están en la cumbre del conocimiento mundial producto de un sistema neoliberal donde los recursos se disipan en los entresijos de la corrupción, la acumulación desmedida, el debilitamiento del estado y el reino del mercado sin control.

En política internacional, la gestión encabezada por Joseph Biden no ofrece un escenario más alentador. El Pentágono y todos sus socios han protagonizado una huida vergonzosa de Afganistán después de 21 años de destrucción y muerte. EE UU es cómplice junto al Reino Unido del genocidio más oprobioso cometido por Israel en la Franja de Gaza, Cisjordania y el Líbano.

La derrota de la OTAN es inminente en Ucrania luego de años de enormes inversiones y de sacrificar, en el altar de los fabricantes de armas, la vida de cientos de miles de jóvenes. La frustración por el fracaso de las medidas coercitivas ilegales, mal llamadas “sanciones”, la política de la cancelación, hasta la voladura del Nord Strean II y el robo de parte de los depósitos rusos en Bruselas y Washington, no lograron desmembrar, ni siquiera debilitar a Rusia.

A pesar de todos los esfuerzos y provocaciones no pudieron disminuir la velocidad del desarrollo de la locomotora china. Los BRICS ya cuentan con cerca de 20 socios, varios de los cuales son países que hasta ayer eran sus aliados incondicionales.

Ni siquiera la administración Biden pudo concretar sus objetivos en Siria, donde la intención era generarle un segundo frente militar a Rusia. A pesar de todas las provocaciones no lograron que Irán respondiera, como esperaban, cayendo en la trampa que reiteradamente le tendieron.

Sometieron a Europa a un renunciamiento de su propia soberanía hundiendo más la civilización Occidental. El sistema colonial 2.0 en África se les derrite como un helado al sol. Destruyeron la democracia liberal y republicana desconociendo los resultados electorales que no los satisfacía como en Rumania, Francia, Georgia y Austria. Los gobiernos europeos caen como castillo de naipes.

No pudieron evitar la reasunción de Nicolás Maduro en Venezuela, apoyado por su pueblo y las fuerzas armadas. No saben como domesticar la valentía de un Méjico que levanta las banderas soberanistas de sus antepasados.

Su enorme aparato de propaganda y poder cultural comienza a ser repudiado o descreído por muchos pueblos.

En ese marco, ¿qué hará Trump? Tal vez ni siquiera él lo sepa.

Mucho dependerá del rumbo que tome la lucha interna desatada en su país. Un gabinete heterogéneo se enfrentará a las fuerzas globalistas financieras del “Estado Profundo” que no cederán en su lucha por evitar que el nuevo inquilino pueda avanzar con su proyecto de recuperación del prestigio estadounidense mediante relocalizaciones, ya fracasadas en su primer intento, la aplicación de aranceles, su política migratoria y el ajuste brutal que intentarán Elon Musk y Vivek Ramaswany. Por ahora el foco de la guerra esta centrado en tratar de evitar que asuma Tulsi Gabbard al frente de las agencias de inteligencia y Kash Patel como director del FBI. Más allá de las últimas declaraciones de Trump respecto de Canadá, Groenlandia, el Golfo de Méjico, el Canal de Panamá y terminar la guerra en Ucrania en 24 horas, habrá que ver cuáles serán sus primeros movimientos para tener mayor claridad sobre su política.

Si podemos decir que el Imperio está en crisis existencial, ha pasado de crear un sistema sustentado en el derecho internacional, a su medida, al orden basado en “sus reglas” y de ahí a la ley de la selva, pero ya sus amenazas no son tan efectivas, sus posibilidades de intervenir con éxito van mermando. Si bien es verdad que conserva alto poder de daño, que en su desbarranco pone a la humanidad al borde de la guerra nuclear, también lo es que se abren grandes oportunidades para muchos pueblos en su intento por salir del redil del sometimiento como se esta demostrando en todos los continentes.

 Una condición sine qua non se impone, parafraseando a Simón Rodríguez, “crear, inventar para no errar”. «